No se oyó más hablar sobre Emma en ese pequeño remanso de tranquilidad que es la librería “anónima” de Islington. Y así prosiguió por buen tiempo.
Valerie volvió a aparecer una semana después. Estaba rebosante de su belleza característica y su energía parecía haber aumentado. Me invadía la curiosidad por saber qué le estaría pasando por la cabeza, pero obviamente no fui capaz de preguntárselo. Algo sí la continuaba molestando: su ya mencionada deuda. Se le escapaba la palabra una o dos veces, y de inmediato su expresión se transformaba en la de una persona que ha dicho una maldición mortífera y se arrepiente atemorizada. ¿Qué estaría pensando mi pobre amiga Valerie? No lo sé. Pero algo me decía que ella conservaba algo de orgullo y por eso se negaba a mostrarse vulnerable.
Fueron cuatro meses muy tranquilos. No tengo muchas cosas relevantes que contarle sobre estos, Abel. Sin embargo, haré este paréntesis necesario, porque deseo fielmente que usted pueda conocer a Valerie. Estoy seguro que sabe cuánto ella representa para mí, y lo que yo deseo para ella.
En el mes de abril, como pudo notar, las visitas de Valerie no fueron diarias. Ello me causó algo de frustración, pero nada podía hacer. A pesar de no querer recurrir al suceso, la muerte de Emma todavía continuaba conmocionando al barrio, y por supuesto, tenía especial efecto en las mujeres que se dedicaban al oficio del placer. Pero al final, todos decidieron que la pandilla la había matado porque ella misma se habría metido en líos. Claro que esto me dejaba en suspenso al pensar en la deuda de Valerie, pero ella me tranquilizaba diciendo que estaba en excelentes términos con su deudor. Me arriesgué a confiar en ella, aunque sabía que podría estarlo diciendo solo para no mortificarme… Incluso esto último también me llenaba de cierta dosis de orgullo, pues quizá ella se preocupaba por mí.
Y repito: Abril se fue con pocas visitas continuas de Valerie, pero sí la vi muchas veces en el mes. En ocasiones venía dos, tres, hasta cuatro días seguidos; pero después volvía a desvanecerse por esta misma cantidad de tiempo, incluso por una semana. Me inquietaba que esta disminución en su frecuencia indicara peligro de “abandonar” la misión de arrancar su sanguijuela… pero los frutos que iba viendo me confirmaban lo contrario.
¿Cambiaba Valerie?
Ben inclusive me contó que varios días, especialmente los sábados por las tardes, incluso cuando ya yo no estaba ahí, ella regresaba a la librería, aunque se quedaba afuera. Ben salía a la calle a conversar un poco con ella, y ambos se pasaban buen rato así. Él creía que Valerie le transmitía una sensación de desesperación, de asfixia, de auxilio:
—Como si ya no quisiera seguir haciendo más eso… Valerie se me figura como una pobre niña perdida. No quiere seguir sin rumbo fijo, pero al mismo tiempo no quiere que nadie la guíe de regreso.
Como si temiera que aquellos que traten de ayudarla resulten ser iguales a esos que la dejaron perdida en primer lugar.Valerie estaba evadiendo las calles, pero al parecer no había para ella otro mundo más que el mundo donde cada centímetro de piel equivale a dinero. Eso era un engaño y ella aún no se daba cuenta que sí hay escapatoria. Esa era mi tarea: Mostrarle la escapatoria… Pero, ¿cómo? Si yo nunca había sido prisionera de su mismo dolor, de su misma ambición, de su vicio y su adicción. ¿Cómo iba a entenderla? Solo podría especular en cuanto a lo que mis ojos interpretaban.
Cada mes que llegaba, yo me sentía (a ratos) más cercana o más alejada de Valerie. Pero para mi satisfacción personal, un día de mayo, creo que a mitad de mes, ella comenzó a referirse a mí como su amiga. Entonces mis sonrisas comenzaron a aumentar, y las personas alrededor de mí lo notaban. Allí estaba una antigua pretensión mía por fin cumplida: Tener una amiga. Porque conocidas tenía muchas, incluso la hija de Ben podría entrar en esta clasificación, pero amigas. Incluyendo a mi profesora Liza, a quien por profesionalismo me autoimponía a no tutear. La lista era escasa. ¡Mejor dicho, no había lista alguna! Jamás en esta vida he contado entre mi círculo de sociabilidad una amiga mujer. Amigos del sexo masculino sí… y muchos (cosa que hacía que mi madre, y muchísimos en el pueblo me vieran de reojo). Johan incluido y el más importante de la lista, claro está. Pero… ¿Mujeres? No, gracias, que para las decepciones sobra tiempo.
Sobre esto conversé en varias ocasiones con Valerie. Sobre cómo mi infancia la pasé rodeada de chicos, y cómo yo también miré de reojo a las chicas de mi pueblo… Un bicho rarísimo yo, ¿no cree?
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Valerie (o La epopeya de la sanguijuela)
غموض / إثارةEl Londres victoriano en el ocaso del siglo XIX: Marion Kirbey es una joven viuda irlandesa que busca su lugar en un mundo que parece empeñado en hacerla sufrir. Todo cambia cuando a su vida llega la misteriosa y enigmática Valerie, una prostituta...