Valerie escuchó mi narración y con los dedos entrelazados, solo pronunció:
—Qué historia tan interesante... e increíble…
No dijo nada más con respecto a lo que había escuchado. Cambió radicalmente de tema y siguió en su acostumbrado conversatorio de la vida londinense. Su aparente indiferencia no me consternó. Yo había cumplido su petición y había contestado su pregunta. Si mis respuestas resultaron provocar una u otra reacción en mi amiga, había dejado de corresponderme a mí analizarlas.
Preferí que mi historia se quedara en su mente y no trascendiera sus palabras, hasta que ella misma decidiera hablar sobre ello. ¿Qué le había parecido interesante, en específico? ¿Y por qué le resultaba difícil de creer? Eso solo estaba en los pensamientos de Valerie, en esos momentos.
Sin darnos cuenta el verano había llegado a Londres.
No volví a escuchar sobre Liza o Emily en algún tiempo. Ellas acostumbraban a viajar mucho y, además, no iban a detener su asombroso paso por la vida solo para seguir el proceso de su furtiva ayudante y clandestina estudiante. En ese verano recordé especialmente el tiempo en el G College: cuando yo terminaba de hacer mis labores y entonces me iba a la biblioteca a leer cuanto libro se apareciera delante de mí.
En una ocasión Valerie me preguntó:
—¿Cómo puedes ser capaz de leer tanto?
Por supuesto, contesté que estaba acostumbrada a consumir tantos libros como podía, y era mi estrategia para adquirir más conocimientos, ya que no podía acceder a un sistema de educación superior.—¿Y todo ese conocimiento se queda en esta pequeña cabecita?—dijo sonriente.
—Supongo que eventualmente servirá para algo…—contesté.
Corrían los días primeros del casi infernal mes de agosto, y mi persona se contentaba con una rutina que a otros les hubiese parecido agobiante. Nada cambiaba con Whitechapel:
Mi zona habitual, Spitalfields, seguía rebosando de gris. No era de extrañar con la fábrica soltando todo el carbón posible hacia los aires. Incluso podría jurar que la iglesia, la cual queda cerca de Miller’s Court, se veía más oscura conforme pasaban los meses… O quizá era solo mi vista adecuándose cada vez más al estilo lúgubre y casi monocromático de Whitechapel. En la pensión las cosas marchaban similares a una cuerda que se tensa con cada jornada que transcurre. Mis cuentas, por el momento, estaban bien saldadas, pero ante la posibilidad del aumento de los precios de subsistencia, tendría que administrarme con sumo cuidado.
Entretanto, Joe Barry, por razones que desconozco, se fue a un edificio cercano, otro del Blackwall. No sabía si alegrarme o preocuparme… Ahora no tenía más opción que verlo venir a hablar de sus penurias, cosa que ya venía haciendo desde hace rato. Me recostaba afuera del edificio, en plena calle, a escucharlo o a pretender que lo escuchaba. Hice eso únicamente en cuatro ocasiones, pues a la quinta noté que las mujeres del barrio me miraban de manera inusual. No sabía qué estaban pensando, por supuesto, ni podía imaginármelo, pero las miradas me alteraban un poco.
—Señor Barry, debería dejar de buscarme conversación…—le dije secamente.
Él me miró con expresión de molestia. Era un hombre corpulento aunque no obeso, y su condición física se debía a su trabajo como mozo de cuadras en el mercado de Billingsgate. Tal vez por eso se le impregnaba un olor a comida, a pescado, que sin ser del todo desagradable, resultaba molesto.
—¿Y ahora qué he hecho?—refunfuñó— Y eso que somos compatriotas…
—Usted no es irlandés…
—¡Ah, eso es cierto! Pero mis padres lo eran. Ya a ti no te queda mucho del acento irlandés, Kirbey.
—Lo estoy disimulando…—respondí a regañadientes. Era cierto. Sucede que no tenía intención alguna de que las personas indagaran sobre mi pasado o sobre mi realidad.—No cambie el tema, Barry. Ya sabe cómo soy yo… Simplemente no deseo estar mucho tiempo más en este sector de la ciudad. Planeo irme pronto… ¿Y a qué debo yo que usted venga a sacarme charla? Creo que di una clara imagen de introversión…
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Valerie (o La epopeya de la sanguijuela)
Mystery / ThrillerEl Londres victoriano en el ocaso del siglo XIX: Marion Kirbey es una joven viuda irlandesa que busca su lugar en un mundo que parece empeñado en hacerla sufrir. Todo cambia cuando a su vida llega la misteriosa y enigmática Valerie, una prostituta...