➵「22」

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Accidente.

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Hablando con una de sus compañeras de su obligatorio trabajo, una joven yegua seguía a sus demás compañeros hacia afuera con canastas llenas de sabanas sucias de las habitaciones invitados que se encargaban de limpiar cada semana, en dirección a las afueras del palacio para lavarlas en el lago que estaba un tanto lejano.

Cada una las cargaba como podía, los pegasos las llevaban en el aire con sus cascos, los ponis de tierra en sus lomos y los unicornios con su magia, ellos llevando mas de una para aligerar la tarea.

Según sus cálculos, llevaba máximo un mes y medio desde que aceptó ser propietaria del Rey, termino que odiaba con todo su ser, en especial cuando los sirvientes del área de cocina donde solo iba para preparar los postres del Rey, empezaron a esparcir rumores de que ella había llegado allí para ser concubina de él, ya que los sirvientes los elegía la señora LittleFlower y no personalmente el Rey, razón por la que la miraban de manera extraña y sin nada de disimulo, razón por la que no le gustaba estar mucho tiempo en la cocina.

LittleFlower se dió cuenta de cuan incomoda estaba en la cocina, razón por la que le propuso ayudarla a supervisar el trabajo de los demás y ayudar, sin dejar sus tareas de lado, ella decidiendo que el tiempo que tenían después de preparar los postres del Rey lo gastaría en el jardín.

Le encantaba la jardinería, era uno de sus pasatiempos favoritos, claro, después de hacer postres y leer, pero en su casa no había nada de espacio para plantar alguna semilla siquiera, así que al ver que el jardín estaba casi olvidado, se ofreció a trabajar en el. Ella no sabía nada de como cultivar o plantar, pero no era nada que un buen libro no le explicará como actuar.

Ese día era día de limpieza de sabanas.

Al ser el castillo tan inmenso, muchas habitación vacías tenían que ser cambiadas de sabanas, y las que retiraban se lavaban en el lago. Esa no era una de sus tareas, pero ella le rogó a LittleFlower si podía ir, ya que estaba todo el tiempo encerrada en el castillo, no sabía a ningún lado que no sea el jardín, y eso le asfixiaba.

Agradecía que el Rey no fue tan paranoico para asignarle a un guardia que la siguiera, así que tenía total libertad para andar por todo el castillo, omitiendo obviamente la habitación del Rey, lugar que se juro jamás volver a ir, pero que tampoco cumplía porque pulir su armadura estaba entre sus tareas, así que lo hacía lo más rápido que podía.

El evento que ocurrió hace una semana, la tenían completamente avergonzada. En especial, no podía borrar las palabras que habían dicho el semental oscuro ese día.

| 𝐒𝐨𝐦𝐛𝐫𝐚𝐬 𝐝𝐞 𝐞𝐬𝐜𝐥𝐚𝐯𝐢𝐭𝐮𝐝: La sentencia del corazón | Twibra°Donde viven las historias. Descúbrelo ahora