XIII. Let it be

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El día comenzó como cualquier otro en Hogwarts. Helena se dirigía a la biblioteca después de clases, buscando algo de paz entre los estantes de libros polvorientos. Su mente estaba llena de pensamientos sobre su bebé y el futuro incierto que le aguardaba. Las miradas curiosas y los murmullos de los estudiantes sobre su embarazo ya no la afectaban; había aprendido a ignorarlos. Solo su amiga Marin y su gata Yotsuba le brindaban consuelo en esos días difíciles.

—Helena, ¿vienes al Gran Comedor? —preguntó Marin mientras salían de la clase de Pociones.

—No, gracias. Necesito estudiar para el examen de Transformaciones —respondió Helena con una sonrisa cansada.

Marin la miró con preocupación, pero no insistió. Sabía que Helena prefería estar sola últimamente. Mientras caminaba hacia la biblioteca, Helena no podía evitar pensar en Draco. A pesar de todo lo que había pasado, aún sentía algo por él. Un sentimiento que sabía que no debería tener, pero era imposible de ignorar.

Al entrar en la biblioteca, se encontró con la figura alta y rubia de Draco Malfoy, que parecía estar esperándola. Su corazón dio un vuelco.

—¿Podemos hablar? —dijo Draco, mirándola con una ligera sonrisa.

Helena levantó la vista, sorprendida de verlo allí. No era común que Draco visitara la biblioteca, y menos que buscara hablar con ella.

—¿Qué se te ofrece Draco? —preguntó, dejando sus cosas en una mesa.

—No aquí. Vamos a un lugar más privado —respondió él, mirándola con intensidad.

La curiosidad y algo más profundo la impulsaron a seguirlo. Draco la llevó a un aula vacía en una de las torres menos transitadas del castillo. Una vez dentro, cerró la puerta con un suave chasquido y se acercó a ella.

—¿De qué se trata esto? —inquirió Helena, su corazón latiendo más rápido.

Draco no respondió con palabras. En lugar de eso, la tomó de la cintura y la besó con una urgencia que ella no había anticipado. Era un beso desesperado, lleno de anhelo y una necesidad que había estado reprimida por demasiado tiempo.

—Draco... Tú... Esto está mal —dijo Helena cuando se separaron con sus respiraciones entrecortadas.

—Lo sé, pero no puedo evitarlo —respondió él, sus ojos grises llenos de una emoción que Helena no había visto antes.

Helena sintió que la esperanza volvía a ella luego de más encuentros en pasillos oscuros, aulas vacías, y rincones olvidados del castillo. Ella sabía que estaba mal, pero no podía evitarlo. Cada beso, cada caricia, se sentía como un incendio que no podía apagar.

Pero la realidad siempre la alcanzaba. Olvidaba que Draco tenía una vida que no podía abandonar, y Helena, aunque intentaba ser fuerte, no podía dejar de desear que él eligiera estar con ella y su bebé.

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Una semana después de su último encuentro, Helena se encontró en el Gran Comedor, tratando de concentrarse en su desayuno mientras observaba a Draco y su novia, Eleanor. Eleanor era todo lo contrario a Helena. Su risa era contagiosa y su presencia siempre parecía iluminar la habitación. A menudo la veía en compañía de Draco, conversando y riendo como si nada en el mundo pudiera perturbar su felicidad.

—Mira, ahí están Draco y Eleanor -—dijo Marin en voz baja, mientras Helena miraba distraídamente hacia la mesa de la pareja.

Helena asintió sin decir nada. Su corazón se hundía al ver a Draco tan cómodo con Eleanor, ajeno al dolor que ella sentía.

—No te dejes afectar por esto —le aconsejó Marin—. Ellos parecen ser felices juntos.

—Sí, parece que todo está bien para ellos —respondió Helena, tratando de sonar indiferente—. Supongo que es así como debe ser.

El hurón me embarazó [DRACO MALFOY x Tú] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora