XVIII. We can work it out

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18. Podemos hacerlo juntos


Helena miraba a su padre. No podía creer lo que acababa de escuchar.

—¿Me estás diciendo que vas a dejarme sola con ella? —preguntó, su voz temblaba mientras señalaba la pequeña cuna en la esquina de la habitación.

Su padre asintió sin vacilar.

—Así es, Helena. Michelle es tu responsabilidad ahora. Debes aprender a cuidarla por tu cuenta.

Helena sintió que el suelo se desmoronaba bajo sus pies. Jamás se había sentido preparada para algo así. No había clases en Hogwarts que te enseñaran a ser madre, a ser responsable de una vida tan frágil. Se acercó a la cuna, y en ese instante, Michelle comenzó a llorar fuertemente, un llanto que perforó el corazón de Helena.

—¿Qué voy a hacer? —preguntó, desesperada, mirando a su padre con los ojos llenos de lágrimas—. ¿Por qué llora?

Su padre, acostumbrado a las crisis, le respondió con calma.

—Seguramente tiene hambre. A esa edad, la leche es su única preocupación.

Helena lo miró, abrumada por la simpleza de su respuesta.

—¿Cómo le doy de comer? —preguntó, su voz apenas un susurro.

El hombre suspiró, como si aquello fuera obvio.

—Las enfermeras ya te han enseñado cómo hacerlo. Tienes que darle pecho, Helena. Es lo mejor para ella.

Helena tragó saliva, incómoda con la idea. Había escuchado a las enfermeras hablar sobre amamantar, pero aquello era diferente. Se trataba de ella y su hija, y no estaba acostumbrada a esa sensación.

—¿Es realmente necesario? —preguntó, en un último intento de evitarlo.

—Sí, y mejor que lo hagas rápido para que Michelle no siga llorando.

Con un suspiro pesado, Helena asintió. Su padre la miró con severidad, pero también con algo de compasión en los ojos.

—Marin avisó que más tarde vendrá a visitarte, y posiblemente también venga la señora Malfoy —dijo dirigiéndose hacia la puerta, ajustando su túnica—. Ahora tengo que ir al trabajo. Confío en que lo harás bien Helena.

Y con esas palabras, se fue, dejándola sola en la habitación, sólo acompañada por los ecos del llanto de su hija y el miedo que sentía en su pecho.

Helena se acercó lentamente a la cuna. Michelle estaba roja de tanto llorar, su pequeño rostro arrugado por la angustia. Yotsuba, la gata de Helena, observaba desde una esquina, con una mezcla de curiosidad y miedo. La mirada de la gata reflejaba exactamente lo que Helena sentía en ese momento.

—Tú tampoco sabes qué hacer, ¿verdad? —murmuró Helena, lanzando una mirada de complicidad a su gata.

Yotsuba inclinó la cabeza, como si estuviera tratando de comprender lo que estaba sucediendo. Helena suspiró y, con cuidado, levantó a Michelle de la cuna. La pequeña se revolvió un poco, su llanto disminuyendo a medida que sentía el contacto con su madre.

Helena se sentó en la cama y, con un nerviosismo evidente, comenzó a descubrirse el pecho. Era una sensación extraña, completamente diferente para ella. Mientras lo hacía, notó cómo su corazón latía con fuerza. Michelle, como si fuera guiada por un instinto primitivo, comenzó a succionar, tomando la leche materna con una naturalidad que sorprendió a Helena.

—Es curioso cómo sabes que soy tu mamá —susurró, mirándola con una mezcla de asombro y amor—. Cómo te calmas cuando me sientes cerca, cómo sabes exactamente qué hacer...

El hurón me embarazó [DRACO MALFOY x Tú] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora