XV. Magical Mystery Tour

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Helena se levantó ese martes por la mañana con la misma sensación de pesadez que había sentido durante las últimas semanas. Su vientre, ya redondeado y enorme, se movía apenas con cada paso que daba, un recordatorio constante del pequeño ser que crecía dentro de ella. Sus compañeras de cuarto la observaban con simpatía, sabiendo que los días de Helena en la escuela estaban contados.

Se vistió con esfuerzo, ajustando la túnica para que se acomodara sobre su abultado vientre. El embarazo la había cambiado de muchas maneras; no solo físicamente, sino también en su forma de ver el mundo. Antes, sus pensamientos se centraban en las clases, las amistades y en su extraña relación con Draco. Ahora, todo giraba en torno a su bebé, una vida que, a pesar de haber sido producto de circunstancias oscuras, amaba con todo su ser.

Mientras caminaba por los pasillos, escuchó fragmentos de conversaciones que flotaban a su alrededor.

—¿Escuchaste lo del collar? —dijo una chica en voz baja, mirando a su amiga con los ojos bien abiertos—. Dicen que alguien maldijo a Katie Bell. Casi muere por esa cosa.

Helena sintió un nudo en el estómago, como si el peso de la culpa se añadiera al peso ya considerable de su embarazo. Nadie sabía que ella había sido la responsable de entregar ese collar, pero no por su propia voluntad. Helena recordaba con claridad cómo Draco había hablado con ella antes de que todo sucediera. Su voz suave, convincente, y luego... nada. Un vacío en su memoria, luego la maldición Imperius y como sentía que hacía las cosas contra su voluntad. Draco la había usado para sus propios fines, manipulándola como una marioneta.

—¿Qué pasa Helena? —La voz de Marín la sacó de sus pensamientos. Su amiga, siempre tan atenta, había notado la expresión de angustia en su rostro.

—Nada... solo estoy cansada —murmuró Helena obligando a sus labios a curvarse en una débil sonrisa.

Pero no era solo cansancio. Era miedo, culpa, y un creciente resentimiento hacia Draco. Desde que había descubierto que estaba embarazada, todo había cambiado. Draco, al principio distante, se había ido alejando más y más hasta que finalmente dejó de hablarle por completo. Ahora, Helena estaba sola, enfrentando no solo la responsabilidad de su futuro hijo, sino también el dolor de haber sido traicionada por alguien en quien había confiado.

Las clases pasaron en un torbellino de murmullos y distracciones. Aunque trató de concentrarse, su mente volvía constantemente a la conversación escuchada por la mañana y a su propio estado. ¿Cómo había llegado a este punto? ¿Cómo había permitido que Draco la usara de esa manera?

Cuando finalmente el día llegó a su fin, Helena se retiró a su habitación, sintiéndose más agotada que nunca. Marín estaba fuera, en alguna actividad con el club de las eminencias, así que Helena se permitió dejar caer su ser en calma. Se tumbó en la cama, sus manos descansando sobre su vientre. El bebé se movió suavemente bajo sus dedos, una sensación que solía reconfortarla, pero que ahora solo añadía a su inquietud.

Cerró los ojos y, poco a poco, el sueño la envolvió, llevándola a un lugar diferente. Helena se dejó llevar por la pesadez del día y pronto cayó en un sueño profundo. Lo primero que sintió fue una calidez reconfortante que la envolvía por completo, como si estuviera flotando en un espacio seguro. Abrió los ojos y se encontró en una habitación luminosa, con grandes ventanales que dejaban entrar la suave luz del sol. Las cortinas blancas ondeaban con la brisa, y el aroma a flores frescas llenaba el aire. No estaba sola. Frente a ella, Draco estaba de pie, con una expresión de paz y serenidad que nunca había visto en él antes.

—¿Draco? —preguntó Helena, su voz suave como si temiera romper la calma del momento.

Draco giró hacia ella, sonriendo con una calidez que la desarmó.

El hurón me embarazó [DRACO MALFOY x Tú] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora