VII. Day Tripper

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7. Día de paseo

Habían pasado tres meses desde que Helena le confesó a Draco que estaba embarazada. En ese tiempo, el rubio dejó de hablarle y la evitaba siempre que podía. Cuando no tenía más remedio que interactuar con ella, sus palabras eran afiladas y crueles.

—Vaya, Helena, ¿te estás volviendo más gorda o es solo una ilusión? —soltó Draco una tarde en la biblioteca, provocando risas entre sus amigos.

Helena respiró hondo y trató de ignorarlo. Al principio, había pensado mucho en su situación, en las decisiones que había tomado y en las consecuencias que enfrentaba. Una cosa lo tenía muy claro: ella quería tener a su bebé. No solo porque el niño no tenía la culpa de las decisiones impulsivas de sus padres, sino también porque veía en esa oportunidad la posibilidad de ser la madre que siempre había deseado tener.

Las vacaciones se acercaban y la emoción por el final del trimestre se sentía en el aire. Todos los estudiantes se preparaban para partir y reunirse con sus familias. Helena decidió enviarle una carta a su padre para ponerlo al tanto de todo lo que había ocurrido en esos meses. Se sentó en su escritorio y empezó a escribir.

"Querido papá,

Han pasado muchas cosas desde que te escribí la última vez. Te extraño mucho y falta muy poco para volver a casa en las fiestas. El motivo principal de esta carta es porque necesito contarte algo importante, no sé cómo lo vayas a tomar... estoy embarazada y ya tengo tres meses. Sé que esto te toma por sorpresa y probablemente te decepcione, pero he decidido enfrentar esta situación y ser una buena madre. Lo siento mucho, papá. Espero que puedas entenderme y apoyarme en este momento.

Con amor,
Helena."

Unas lágrimas cayeron sobre el pergamino mientras escribía. Tomó la carta y la selló antes de llamar a su lechuza, Toga. La observó volar hacia el cielo con la esperanza de que su padre recibiera bien la noticia.

Yotsuba, su gata, saltó a su regazo y colocó sus patas delanteras sobre su vientre. Helena sonrió ante el gesto.

—Me haces cosquillas, Yotsuba —dijo riendo mientras acariciaba a su gatita.

En ese momento, la puerta de su habitación se abrió y su mejor amiga, Marin, entró.

—Helena, voy a extrañarte tanto durante las vacaciones. No puedo creer que no nos veremos todos los días —dijo Marin, con un toque de tristeza en su voz.

Helena la miró con ternura.

—Te prometo que te escribiré, Marin —dijo, riendo.

Marin sonrió y la abrazó.

—Eso espero. Tienes que mantenerme al tanto de todo, especialmente de cómo va creciendo mi sobrina o sobrino. No quiero perderme ni un solo detalle.

   

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El día de la partida llegó rápidamente. Helena y Marin se sentaron juntas en el vagón del tren, hablando y riendo, intentando aprovechar cada momento juntas.

—Recuerdas la vez que Snape nos pilló en el jardín después del toque de queda? —dijo Marin, riendo.

—¡Cómo olvidarlo! Pensé que nos mataría —respondió Helena, entre risas.

Marin quería hacer sonreír a su amiga y olvidar el mal rato que sentía, pero a medida que el viaje llegaba a su fin, la ansiedad de Helena aumentaba.

—Tengo miedo, Marin. No sé cómo va a reaccionar mi papá cuando me vea —confesó Helena, con la voz temblorosa.

Marin le apretó la mano.

—Sé fuerte, Helena. Tu papá te quiere mucho. No va a dejarte sola en esto. Estoy segura de que todo saldrá bien.

—Gracias, Marin. No sé qué haría sin ti —respondió Helena, con lágrimas en los ojos.

Las dos amigas se despidieron tristemente en la estación.

—Prométeme que me escribirás, Helena —dijo Marin, abrazándola fuerte.

—Lo haré, lo prometo. Cuídate mucho —respondió Helena, sintiendo la tristeza de la despedida.

Helena se dirigió a casa sola, con su gatita Yotsuba como única compañía. Su padre trabajaba todo el día en su despacho en el ministerio y no podía ir a recogerla.

Llegó tarde a casa, exhausta por el viaje y la carga emocional del día. Se quitó el uniforme y se puso su ropa cómoda de estar en casa. Antes de ponerse su abrigo, se miró al espejo y notó cómo su vientre de tres meses empezaba a abultarse. Se acarició el vientre con ternura, sintiendo una mezcla de amor y miedo. Yotsuba la observaba desde la cama, maullando alegremente.

—Vamos, Yotsuba. Es hora de cenar algo raro otra vez —dijo Helena suspirando, ya sabía cómo eran sus antojos súper extraños.

Helena sonrió ante la extraña combinación de hotdogs fritos bañados en chocolate con fresa que había preparado en la cocina. Mientras tanto Yotsuba comía en su plato un poco de paté para gatitos.

Helena escuchó la puerta abrirse. Su corazón latió con fuerza al reconocer los pasos de su padre. Él entró y se quedó sorprendido al ver a su hija, especialmente al notar lo que estaba comiendo.

—Papá... —murmuró Helena, sintiéndose pequeña de repente.

—Hola mi estrellita —respondió él, con lágrimas en los ojos. Estrellita era el apodo que le decía el papá de Helena desde que era una bebé.

Se abrazaron, ambos llorando de felicidad y alivio. Helena se aferró a su padre, sintiendo la calidez y el amor que tanto necesitaba.

—Estoy tan feliz de tenerte de vuelta en casa hija —dijo su padre, besándole la frente.

—Yo también te he extrañado mucho, papá —respondió Helena, con la voz temblorosa.

—Recibí tu última carta... —dijo él, con preocupación en su voz—. ¿Está todo bien? Quiero que me cuentes todo tú misma.

Helena respiró hondo, tratando de reunir el valor para decírselo de frente.

—Sí, papá. Estoy embarazada —dijo, con la voz quebrada.

Su padre la miró con sorpresa, pero no con el juicio que ella temía. La abrazó más fuerte, como si intentara protegerla de todo el dolor y las dificultades que podrían venir.

—Hija mía... —respondió temblorosamente—. Tenemos que hablar...

   

   
    
      
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El hurón me embarazó [DRACO MALFOY x Tú] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora