Niños Perdidos

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P.O.V: Henry Mills

Piso Neverland por primera vez en mi vida de la mano de Greg y Tamara. No es la mejor de las situaciones, pero, de alguna manera, estoy mínimamente emocionado. Neverland. Estamos hablando de Neverland. La lejana y exótica isla en la que los niños no crecen y viven sin seguir ninguna regla ni responsabilidad. Un lugar habitado por piratas, indios, sirenas, hadas y demás criaturas fantásticas por descubrir. Es el sueño de cualquier crío y, sobre todo, de alguien como yo, que siempre ha creído y tenido fe en la magia. Recuerdo haber leído sobre este reino en infinidad de libros y cuentos y, aunque no parezca real, en estos momentos me encuentro aquí, en estas tierras.

"Al fin llegamos" suspira Tamara agotada, Greg y ella llevan horas remando para alcanzar la orilla.

"Genial" responde el hombre mirando a su alrededor, pero sin moverse realmente.

Les miro a ambos medio confuso. ¿Acaso no estoy secuestrado? ¿Qué hacen ahí parados? ¿No me van a llevar a ningún sitio?

"Sin noticias del frente, eh" bromeo para ponerles nerviosos, creo que están ellos más perdidos que yo.

"¿Qué dices, niño?" pregunta Tamara y presiento, por el tono de su voz, que la he desconcertado.

"Nadie os dijo lo que teníais que hacer al llegar aquí, ¿Verdad?"

"No le escuches, amor" interrumpe Greg. "Solo quiere enredarnos"

"¿Yo quiero enredaros?" ironizo condescendientemente y, no sé ni cómo, acabo sonando sospechosamente parecido a mi madre adoptiva.

Mamá... la echo tanto de menos. Sacudo la cabeza para serenarme e intento parecerme lo máximo que puedo a ella. Mamá es una mujer muy fuerte que, a lo largo de mi vida, siempre ha tratado de enseñarme a serlo yo también. De ella he aprendido a ser comprensivo y empático, una buena persona, pero también he descubierto el poder de la mirada, del tono de voz, de la intimidación que se puede someter sobre otra persona si sabes jugar bien tus cartas. Ella es sencillamente maravillosa. Es la madre más dulce y cariñosa que se pueda desear, pero, si se lo propone, es capaz de atemorizar hasta hacer temblar al hombre más robusto y fornido del planeta. Quiero ser como ella. De mayor quiero ser como mamá.

"Sí, tú, niñato empedernido" dice el hombre señalándome con su dedo índice. Yo, simplemente, me encojo de hombros y aprieto los labios con desinterés, sé que mamá Regina haría eso. "Tamara, usa los walkie-talkies. Pediremos instrucciones a través de ellos"

"Nadie os va a responder, ¿No veis que no os han dicho todavía cómo vais a regresar a casa?"

"Nosotros no hacemos preguntas" me responde. "Solo creemos en nuestra causa"

La mujer saca de sus bolsillos un par de walkies similares, a más no poder, a los que yo usaba con Emma la primera semana que llegó a Storybrooke. ¡Qué recuerdos! La Operación Cobra, el escondernos de Regina, investigar encubiertos... ¡Cómo echo de menos esos tiempos! Esos tiempos en los que no había magia, brujos o secuestros, esos tiempos en los que no se concebía como algo normal que unos lunáticos te lleven a Neverland a través de una judía mágica, esos tiempos en los que la aparición de una carabela como el Jolly Rogers de Hook en el puerto de Storybrooke no era el pan de cada día, esos tiempos en los que lo único por lo que debía preocuparme era hacer los deberes del día siguiente antes de cenar para que mamá Regina me dejara ver un rato la televisión.

Lo único que no echo de menos de esos tiempos es el odio entre mis madres. No digo que su relación sea ahora de mejores amigas, pero algo sí ha cambiado. Yo lo presiento, tanto en Emma como en Regina. Ambas han aprendido a conocerse, cada vez soportan más su mutua presencia por mi bien y, bueno, ¿Qué puedo decir de lo último que vi? ¡Ellas usando magia juntas! Salvaron Storybrooke y a mí, olvidando sus diferencias para trabajar unidas. Yo a eso lo llamo una gran mejora.

Más allá de Storybrooke [SwanQueen]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora