El corazón del creyente más puro

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P.O.V: Emma Swan

Hoy es el gran día. Sí. Hoy esta aventura toma un nuevo rumbo y, con algo de suerte, llega a su fin. Ya estoy deseando estar de la mano de mi hijo, acompañarle al colegio mientras me cuenta lo bien que le ha ido el examen de historia, arroparle en la cama cuando tenga frío y leerle cuentos cuando tenga miedo. Sí... estoy deseando hacer todo de lo que se me privó los primeros once años de su vida.

Entiendo que el equipo esté de acuerdo en pasar la noche antes de atacar el campamento de los Niños Perdidos, pero... ¡Dios mío! ¡Estoy tan impaciente! Llevamos muchos días en esta isla, dando vueltas arriba y abajo, descifrando los enigmas que Peter Pan ha puesto en nuestro camino, enfrentándonos a nuestra propia convivencia y ya no lo soporto más. Necesito atacar, necesito rescatar a Henry y marcharnos de aquí.

Miro al cielo, tumbada como estoy en el suelo que tanto odié el primer día, ahora más acostumbrada que nunca a su dureza y solidez. Creo que me sucederá todo lo contrario cuando vuelva a mi casa, estoy bastante convencida de que me va a costar horrores acostumbrarme de nuevo a mi suave cama. Observo la noche de Neverland sobre mí y el mismo sentimiento de hace semanas se apodera de mi ser. Somos tan insignificantes... eso me hace pensar en Regina. Recuerdo aquella noche... la recuerdo como si fuera ayer... ¡Madre mía! No sabíamos la que se nos venía encima en este lugar.

Voy a intentar dormir. No sé qué diantres hago despierta de madrugada, se supone que debería descansar. Para eso hemos parado la búsqueda, para recuperar energías y atacar con más fuerza que nunca. Sí, debería hacerlo. Cierro los ojos y dejo mi mente en blanco o, al menos, eso intento. ¿Alguien sabe cómo se consigue eso? Yo creo que es imposible. Cualquier instructor de yoga hippie te dirá que intentes no pensar en nada, pero... ¡¿Cómo narices se hace eso?! La mente siempre está funcionando, las veinticuatro horas del día, como una centrifugadora que le da mil vueltas a las cosas. Bueno, Emma, ya basta. Si piensas en que no se puede no pensar en nada, jamás lograrás no pensar en nada. ¿Veis lo que digo? En fin.

Que no, que no, que no puedo dormir, no así. Solo tengo en la mente a Henry y, además, hace un frío de muerte. No lo entiendo. Llevo una camiseta interior, encima una sudadera, encima un abrigo y encima una manta. ¿Estás de broma, Neverland? ¿Qué es esto? ¿La Antártida? No tiene sentido, absolutamente ninguno. Y menos teniendo en cuenta que durante el día hace un calor digno del Sahara. De día voy en tirantes, pero de noche necesito un forro polar para subsistir. Espera... se me ocurre algo. ¿Será que no soy yo la que tiene frío?

Me incorporo en el suelo y miro a mi alrededor. Se ven tan tiernos todos durmiendo y acurrucados con su propio cuerpo. Mr. Gold se encuentra cerca de un árbol, también con una manta igual que la mía, hecha a base de gigantescas hojas de árboles, que comparte con su hijo. Nunca creí que diría esto, pero me alegra mucho que estos dos se reencuentren. Ambos merecen el amor del otro y tener, por fin, una relación padre e hijo como merecen. Eso me hace pensar en mis propios progenitores. Mis padres duermen uno al lado del otro, cubiertos con el abrigo de Mary Margaret y abrazados, apuesto a que los brazos de David protegen muy bien del frío. Ahora mismo, no me importaría romper mi regla de cero contacto físico con tal de sobrepasar esta gélida noche. Sigamos. A pocos metros de los Charming se encuentra Tinker Bell, tumbada en la misma cama improvisada que Hook, y ninguno de los dos se cubre con nada más que su propia ropa. Impresionante, yo también quiero, aunque supongo que se debe a los años que han pasado viviendo en esta isla, deben estar más que acostumbrados.

Y sí, dejo lo mejor para el final. La alcaldesa se encuentra un poco aislada del grupo. Sé que no se siente cómoda con estas personas, a excepción de Rumplestiltskin, pero, visto lo visto, ahora está demasiado ocupado con su hijo biológico como para preocuparse por Regina. Me fijo bien en su cuerpo y mis sospechas son al fin confirmadas. La morena solo lleva una blusa azul eléctrico y unos pantalones de traje negros que lleva luciendo todo el viaje. Sí, tiene una elegantísima gabardina negra cubriendo sus hombros, pero no es lo suficientemente larga para abarcar también sus piernas. Si entrecierro los ojos, podría jurar que tiembla y se estremece ligeramente.

Más allá de Storybrooke [SwanQueen]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora