P.O.V: Regina Mills
No sé muy bien cómo he acabado en esta situación, pero aquí me encuentro: delante de un diamante mágico que está a punto de hacer volar todo Storybrooke por los aires. Y yo, como tonta y débil, estoy plantada enfrente de él, tratando de detenerlo.
Mi madre tenía razón: el amor es debilidad. Muy en el fondo, siempre lo he sabido, pero mi orgullo nunca me ha permitido darle la razón, al menos no a la cara. ¿Qué iba a decirle? ¿Que estaba en lo cierto y yo equivocada? Jamás formularía esas palabras delante de Cora Mills ni bajo tortura. ¿Para qué? ¿Para que me las restregara por el resto de mis días? No, jamás. Ni siquiera después de conocer a Henry, cuando ya tuve más clara que nunca la certeza de aquella afirmación.
Cuando lo adopté me di cuenta de que mi amor por él era, en efecto, la debilidad más grande de todas, pero no me importaba ni lo más mínimo. Ahora tenía alguien por quien velar, alguien que iba a amarme incondicionalmente por el resto de su vida, alguien que podía llenar el vacío que se había producido en mi corazón después de lanzar la Maldición Oscura, creyendo, ridículamente, que eso iba a traerme mi final feliz. De hecho, precisamente por eso me hallo aquí en estos momentos. Por mi hijo. Por Henry.
Cierro los ojos con fuerza y me concentro en mi magia, tengo que focalizarla en mi objetivo para resistir más, para aguantar lo máximo posible y asegurarme de que Henry escapa de este fatal destino.
He tomado la decisión de sacrificarme. Sí, en un momento de impulsividad y falso heroísmo por mi parte, decidí pedirle a la insufrible Miss Swan que se marchara con el resto de habitantes, que usaran la judía mágica de Hook y huyeran de la ciudad. Necesitaba que se llevaran a Henry lejos de aquí, que lo protegieran de la inevitable destrucción de Storybrooke y, si tenía que irse con esa insoportable rubia para sobrevivir, yo no iba a interponerme. No obstante, en estos momentos tengo miedo. Dios sabe que lo tengo. Nunca me he considerado una mujer especialmente valiente, pero cuando se trata de Henry soy capaz de mover cielo y tierra por él. Así que sí, he decidido sacrificarme por él y por su bienestar, pero ahora estoy aterrada.
Me encuentro sola, frente a una bomba de relojería que intento contener por todos los medios, pero que, de un momento a otro, puede estallar por los aires y acabar con todo a su paso. Yo quiero vivir, a pesar de todo por lo que una vez he pasado, no quiero morir. He llegado a esa conclusión hoy mismo, mientras Greg Mendell y su horrorosa novia me torturaban a base de descargas eléctricas. Hoy he visto mi final tan cerca que casi no me sorprende la situación en la que me encuentro ahora mismo. No me puedo creer lo que estoy haciendo, todavía no soy consciente de que, en mi mayor momento de vulnerabilidad, le he suplicado a la maldita Salvadora que se vaya, que me deje aquí y que me permita morir como Regina y no como la Reina Malvada. Esa dichosa rubia... ni un minuto ha tardado en obedecer y abandonarme. Eso pensaba, no obstante, hasta que la vi volver.
"¿Qué estáis haciendo aquí?" pregunto preocupada, mientras la magia que emana de mis manos emite relucientes chispas.
La Salvadora no vuelve sola, está acompañada de sus recientemente descubiertos padres y, para mi no tan grata sorpresa, de mi hijo.
"Estabas dispuesta a morir para salvarnos, eso te convierte en una heroína" dice Henry.
Mis ojos inevitablemente descienden hasta su dulce rostro, aunque no pierden su toque asustado. Estoy muy cansada, estoy usando todas mis fuerzas para contener este diamante explosivo, y que mi hijo esté tan cerca de él me consterna sobremanera.
"¿Qué?" es lo único que escapa por mi garganta, al tiempo que descendiendo mi mirada hacia mis temblorosas manos y vuelvo a observar a Henry.
"Ahora todos seremos héroes" repite convencido.
No puedo quererle más. Juro que, en esos momentos, no puedo querer más a mi hijo. Ha salido tan apañado, un niño inteligente y despierto, con una imaginación abundante y una fe desconcertantemente ciega. Solo quiero abrazarle. Abrazarle y decirle que todo iría bien, pero no puedo hacerlo, debo seguir controlando el diamante si quiero mantenerle con vida.
"Abriremos un portal y lanzaremos esta cosa al vacío" explica David a continuación.
"No" respondo rápida y rotundamente, necesito que se marchen enseguida. "No sabéis si funcionará"
"Tenemos que intentarlo"
Ahí está ella. Snow White, líder de la confianza en el amor y la fe ciega. Me la quedo mirando unos segundos, casi logra convencerme, y, entonces, David pide a todos que se alejen.
Es Emma la que saca un pequeño estuche de cuero negro que antaño había pertenecido a Killian Jones. Ahora bien, cuando se da la vuelta hacia nosotros, su semblante solo transmite una emoción: pánico.
"Está vacío" su voz suena terriblemente endeble. Está decepcionada, puedo leerlo en su rostro. "Hook" murmura, esta vez con un deje mucho más cabreado, con una cólera que no sabía que alguien tan bondadoso como la Salvadora podía llegar a albergar.
"No puedo contenerlo por mucho más tiempo" digo con todo el dolor de mi corazón, sintiendo cada ápice de mi cuerpo drenarse de energía.
Toda yo tiemblo, estoy comenzando a sudar y siento mis párpados pesados. Me encuentro sumamente agotada, no sé cuánto más puedo resistir. Estamos acabados. Estamos todos definitiva y absolutamente acabados. Entonces, Emma Swan dice algo que nunca pensé que oiría de su boca.
"Mamá... papá..." murmura con lágrimas en los ojos, justo antes de abrazar a sus padres.
Mierda. Nunca creí que fuera a sentirme mal por esa rubia metomentodo, pero he de decir que siento lástima por ella. Por todos, en realidad. Esto es mi culpa, yo creé este estúpido cacharro y yo cabreé a Greg y Tamara. Solo yo debería pagar por ello. Los veo estrecharse con fuerza y solo puedo pensar en que yo también quiero abrazar a mi hijo. Acto seguido, como si me hubiera leído los pensamientos, Henry se separa de ellos y se acerca a mí. Yo le sigo con la mirada e, inevitablemente, las lágrimas se hacen hueco en mis ojos, descendiendo por mis mejillas mientras comienzo a llorar. No me gusta mostrarme así ante los demás, menos frente a una familia de sensibleros como los Charming, pero no puedo evitarlo. Es superior a mí, superior a todas mis fuerzas.
"Te amo, Henry" confieso con la voz trémula. "Ojalá fuera lo suficientemente fuerte para detener todo esto... pero no lo soy" y esta vez sí que me rompo por completo.
Henry se aferra a mí y yo me deshago en lágrimas ahí delante. Vamos a morir. Vamos a morir y Henry con nosotros. Solo puedo pensar en eso cuando, de la nada, Emma se separa de sus padres con la mirada encendida. Tiene una idea. Lo veo en su cara, en la pequeña chispa de esperanza que albergan sus pupilas.
"Puede que usted no sea lo suficientemente fuerte" dice mirándome fijamente. Gracias por el no cumplido, Miss Swan. "Pero, tal vez, juntas lo seamos"
Me quedo paralizada. No se me había ocurrido unificar nuestras magias y, a pesar de que de entrada me parece una idea horrible, estoy comenzando a sopesarla. Ella sigue observándome esperanza, con sus grandes orbes color esmeralda atravesándome por completo y haciéndome sentir hasta el alma analizada. Dios mío. Las miradas son tan poderosas que esta me trastoca por dentro.
Con el miedo y los nervios recorriendo cada rincón de mi cuerpo olvido responderle, pero, a pesar de mi silencio, ella lo entiende como un sí. Snow y David se llevan a Henry, despejan la zona y la Salvadora se planta delante de mí. Finalmente, suspiro con fuerza antes de pensar: no perdemos nada por intentarlo.
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Más allá de Storybrooke [SwanQueen]
FanficEl desesperado lanzamiento de un hechizo por parte de Emma Swan y Regina Mills, desencadena una extraña serie de sucesos mágicos. Sin comprender las consecuencias de la unificación de sus magias, las madres de Henry se ven arrastradas a un viaje hac...