8: El piano

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Jonas


Decir que la situación se complicó más para Jonas después de hablar con Dom, o intentar hacerlo, era quedarse corto. Cada vez que se convenció a sí mismo de como solucionar la situación, una serie de pensamientos desafortunados acudieron a su cabeza, dejándolo más preocupado y confundido que antes. Absolutamente nada en su vida lo había preparado para ese momento, después de todo, nunca se imaginó que terminaría enamorado de su mejor amigo. Esa palabra le quitaba el sueño más que cualquier pesadilla que hubiese tenido cuando era un niño, lo peor tenía que ser, sin duda, el no poder correr a la cama de su madre o su hermana, Jonas era consciente de que no iban a interrogarlo, pero no quería recurrir a su cu consuelo cuando no estaba seguro de poder explicar, ni en ese momento ni nunca, qué le pasaba.

Así fue como terminó solo, atrapado con sus propios pensamientos.

Y los detestaba.

Estar solo era una cosa, estar solo cuando tienes la mente llena de ideas horribles y sentimientos que no puedes comprender del todo, era extenuante. Y se le notaba. Tenía ojeras y se le notaba más delgado y, en definitiva, más ensimismado. Nunca había sido el chico más conversador, pero era una presencia amable allá a donde iba, en ese momento podría ser solo adorno en los salones, algo que das por sentado que está ahí, pero apenas notas.

— A veces me preocupa que hayas dejado de respirar de tan callado que estás ¿sabes? —comentó Jara en voz suave, esa que solo estaba destinada a su hermano—. ¿Estás seguro de que no quieres hablar sobre... lo que sea que esté pasando?

Jonas la miró por un segundo, sin levantarse de su mesa, había pasado toda la clase mirando por la ventana, hacia el cielo. Sus facciones eran semejantes, pero no exactas, porque ellos eran mellizos no gemelos idénticos, aunque habían dejado de intentar explicarle eso a los demás.

— Estoy bien —su voz sonó rasposa, como si llevara mucho tiempo sin usarla.

Esa era otra cosa: Jonas había dejado de hablar y él no pareció notarlo.

— Ajá —respondió ella, levantando una ceja en un gesto que a él le recordaba mucho a su madre—. Bueno —no sonaba para nada convencida—, ya que te sientes de maravilla...

— Yo no dije... —intentó corregirla, aunque sabía que no tenía caso, Jara siguió hablando.

— Puedes llevar esto al salón de música.

Jonas miró la enorme pila de cuadernos de partituras. Jara y el comité estudiantil estaban inmersos en la preparación de un festival de invierno. No un musical, no un baile, un festival. Con todo el estilo de las actividades que se hacían en las escuelas japonesas. Había sido idea de su hermana y a los demás les encantó. La expresión de su hermana se relajó cuando volvió a hablar.

— Mira, se que algo pasa, no tienes que contarme ¿de acuerdo? —la chica esperó hasta que su hermano asintió— pero no te cierres de esa manera, no nos dejes fuera a mamá y a mi, nos preocupa.

Toda la libertad que su madre les daba, les había afectado de formas diferentes. Mientras Jara estaba dispuesta a comerse el mundo, Jonas temía que este se lo fuera a comer a él. Volvió a asentir.

— Estamos aquí para cuando estés listo.

Jonas apretó los labios, otra vez esa frase. Al parecer, estaba haciendo esperar a todo el mundo, otra cosa sobre la cual preocuparse. Suspiró al ponerse de pie y dejó que su hermana le diera unas palmaditas en el hombro mientras salía del salón. Estaba tan cansado que los cuadernillos le parecían mucho más pesados de lo que en realidad eran. Al llegar a la puerta del aula de música se detiene para poder recuperar el aliento e intentar abrir la puerta por su cuenta sin dejar caer nada al suelo.

Pero se detuvo cuando escuchó música saliendo de la habitación, no era de extrañarse, para eso estaba destinada la estancia, aunque eso no evitó que Jonas dudará por un momento, no quería entablar conversación con nadie, prefería entrar y salir de ahí tan rápido como le resultara posible. Por eso se asomó por la ventanita de la puerta y se quedó de pie ahí. Dom estaba sentado en el piano, demasiado concentrado para darse cuenta de que había alguien mirando. Al menos esa fue la impresión que le dio a Jonas y era mejor de esa manera, o eso fue lo que se dijo a sí mismo.

Aunque ninguno de sus pensamientos sirvió para tranquilizar a su corazón, podía sentir latir con fuerza solo con la simple visión de su amigo. La melodía era suave, dulce y, por alguna razón, lo hizo extrañarlo más. No podía, no estaba listo para enfrentarlo, no ahí, no en ese momento. Así que dejó los cuadernillos en el suelo. Seguro Jana iba a matarlo cuando el profesor le contara lo que había pasado, pero no le importó, solo se fue de ahí tan rápido como le resultó posible. Seguro de que todos podían escuchar el latir de su corazón.    

AfterglowDonde viven las historias. Descúbrelo ahora