1: El salón de música

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Dom


Su día escolar no terminó con la campana que marcaba el final de las clases, sino con el silbatazo del entrenador de básquetbol indicando que la práctica de esa tarde había concluido. Dom Martin era estudiante de último año, basquetbolista popular entre los de su grupo porque además de sobresalir por sus habilidades en la cancha, pese a su baja estatura, o tener buenas notas, se había ganado una imagen que no era más que eso: una simple imagen. No hablaba mucho con gente fuera de su pequeño círculo de amigos que constaba, principalmente, de uno solo: Emerson Green; no parecía hacerle mucho caso a las chicas cuando alguna de ellas le felicitaba tras un partido o le entregaba pequeños regalos, tampoco se metía en líos ni llamaba la atención fuera de la cancha. De esa manera, terminó por convertirse en el chico "serio y misterioso" de último año.

Tampoco le daba mucha importancia a los rumores que escuchaba por el pasillo; no se metía para desmentirlos ni confirmarlos. Tenía cosas que hacer: los entrenamientos y partidos, estudiar para entrar a la universidad, ayudar a sus padres en el restaurante familiar. La música. Eso último fue lo que lo llevó a aquel salón una vez terminó de asearse. Sabía que para ese momento no habría nadie ahí, los clubes en general terminaban todos a la misma hora, así que dejó su mochila a un lado y entrecerró la puerta.

Caminó hasta el piano en una esquina y leyó la partitura en la pizarra, una melodía alegre que lo revitalizó cuando empezó a tocarla y, una vez llegó al final, se las arregló para volver a iniciar como en un bucle. Podría seguir así, perdido en aquella canción conocida y dejar que sus dedos se deslizaran por las teclas en una improvisación, sin embargo, detuvo el movimiento de sus manos cuando la puerta a su izquierda se abrió. Alejó las manos del instrumento y las puso sobre sus piernas como si se sintiera atrapado en medio de un crimen.

—Disculpe, yo... Ah. Hola —la persona que se encontraba en la entrada no era un profesor, sino otro alumno que se veía un poco más joven.

El chico pareció un poco nervioso y sorprendido al quedarse de pie sin decir nada. Dom le dedicó una sonrisa amable.

—¿Estás en el club de música?

—N-no —tartamudeó inseguro—. El club de música no ensaya hoy, pero... tengo el permiso de la profesora —agregó eso último de manera apresurada, con la misma culpa con la que Dom había cortado su canción en el piano.

Dom lo observó desde su sitio, ambos mantenían la distancia en un acuerdo silencioso que flotaba en el ambiente. Era esa clase de miradas que le habían ganado la fama de ser el basquetbolista misterioso, aunque solo intentaba recordar si lo había visto con anterioridad o no; el problema era que solía tener la mente en su siguiente actividad por hacer, como para realmente prestar atención a todos sus compañeros de escuela.

—Ah, claro —asintió finalmente. Dio un rápido vistazo a las teclas, como despidiéndose de ellas y se puso en pie—. De todos modos, debería de irme —intentó excusarse, recordarse que tenía tarea o algún otro pendiente, por mucho que la música lo llamara a quedarse ahí. Por un momento le pareció que el muchacho diría algo más, pero el silencio se extendió y Dom se apresuró a salir, pasando con cuidado por un lado del chico y, hasta que salió del edificio que albergaba a los clubes de ciencias y artes, echó en falta algo: su mochila.

—Eres idiota, Dominic Martin —se dijo a sí mismo al tiempo en que se propinó un golpe en la frente con la palma de la mano, para volver sobre sus pasos a toda prisa. No obstante, en esa ocasión algo más llamó su atención, lo único que podía sacarlo del resto de sus pensamientos: la música.

La curiosidad lo embargó en ese momento y decidió no entrar, sino pararse de puntas para estirarse y ver por las ventanas que daban al salón desde el pasillo. Aquel chico había asegurado que tenía permiso de usar el lugar, aunque no pensó realmente qué haría ahí. Lo que no esperó encontrar fue verlo sentado en el piso mientras estiraba las piernas. Frunció el ceño, extrañado por la idea de que usara aquella sala como... ¿estudio de baile? Esa fue su primera opción.

AfterglowDonde viven las historias. Descúbrelo ahora