16: Los chocolates

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Dom



Todo cambió para Dom y Jonas después del festival de invierno. Lo descubrieron cuando llegaron juntos a la escuela el primer día después de las vacaciones. Toda la escuela hablaba de Jonas Lee y lo talentoso que era, o lo guapo que les parecía; Jonas dejó de ser el "perdedor" que se juntaba con Dominic Martin, o solamente el gemelo de Jara Lee. Esta vez lo reconocían como Jonas Lee, uno de los mejores bailarines de la escuela.

Eso solo significaba más atención de la que Jonas podía manejar.

Cuando lo saludaban en los pasillos o le hablaban entre clases, la gente podía darse cuenta de que, una vez que la música se apagaba, Jonas seguía siendo el mismo inadaptado que no podía ni ver a alguien a los ojos, de siempre. Así era como funcionaban las cosas y él no tenía mucho control sobre eso, aunque parecía que no era suficiente para detener a las personas que de pronto tenían todo el interés en ser sus amigos.

—No dudo que algunos tengan buenas intenciones, pero la mitad deben de ser solo por posers —comentó Emer un día durante el almuerzo debajo de las gradas del gimnasio, donde estaba la cancha de básquetbol, porque se estaban quedando sin lugares a donde ir a comer en paz.

Sin embargo, las cosas no eran complicadas solamente para el pobre Jonas. Por más que Dom intentara que las cosas siguieran con normalidad, era muy difícil ver a toda la gente queriendo un pedacito de Jonas, pero en especial cuando alguna chica se le acercaba jugueteando con su cabello frente a él. Dom sentía algo extraño, ácido y caliente bullendo en su vientre. No podía ponerle nombre, o tal vez prefería no hacerlo y le sonreía a su amigo, alegre por sus logros. Ese pensamiento le permitía seguir adelante sin mucho problema, se aferraba a ello para volver a pasar por aquel momento en el que Jonas decidió alejarse; no quería que eso se repitiera y menos por su culpa.

No muy en el fondo, después de las vacaciones y el viaje a las universidades, Dom sabía que un paso en falso en la dirección equivocada con Jonas, podría arriesgar su amistad por completo.

Así que logró avanzar unas semanas sin mucho problema, hasta que llegó el día de San Valentín. Como los dos años anteriores, a Dom le esperaba también su buena dosis de atención, así que quería que ese día fuera solo un día más.

—Dominic, termina de desayunar —le dijo su madre al ver que apenas había tocado la mitad de su plato.

—Lis, seguro se está guardando para todos los chocolates y dulces que recibirá hoy —intervino su padre con gracia, dándole un apretón lleno de orgullo en el hombro.

Dom se removió incómodo y logró sonreír.

—Ningún hijo mío se va a alimentar de dulces únicamente. Mucho menos tan llenos de conservadores —volteó a ver a Drew—. Ni tampoco hija —la amenazó seriamente, a lo que la menor frunció el entrecejo y rodó los ojos.

—No te preocupes, ma. Le regalaré los dulces a Emer, o los podemos dar en el restaurante —propuso haciéndola reír, justo antes de apurar un poco el desayuno para salir a tiempo y enfrentarse a los pasillos y salones llenos de las decoraciones del día. Apenas poner un pie en la entrada principal de la escuela, presenció a un chico declarándosele a otra chica con un gran cartel y un enorme ramo de rosas.

A lo largo de la primera mitad del día, él recibió algunas cartas, chocolates y una confesión que tuvo que rechazar con la mayor educación posible. No era la primera vez, todos sabían que Dom no había salido con nadie después de su primer año y su única relación con Zara Anderson, con quien apenas duró unos meses. Ahora podía decir que no quería nada porque debía centrarse en la universidad, aunque eso era solo una excusa en esa ocasión.

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