2: El mismo camino

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Dom


Esa tarde Dom caminó hacia la salida de la escuela junto con la gran mayoría de sus compañeros. El entrenamiento se canceló a último momento y Dom hablaba de ello con su mejor amigo, intentando hacerle ver que no había manera en que pudiera hacerse cargo por su cuenta, solo porque en algún momento en el que nadie supo, Emerson Green se autoproclamó el asistente del entrenador. Un miembro honorario, según él y solamente él. Solía estar en casi todos los entrenamientos y los partidos, conocía nombres, horarios, jugadas y... bueno, era Emerson Green. La combinación perfecta entre ser un poco fastidioso, pero también encantador.

Resultaba curioso que alguien que vestía pantalones ajustados con cadenas a la cintura, cabello teñido de rojo y las uñas pintadas de negro, estuviera tan presente en un equipo deportivo, pero también era curioso que se tratara del mejor amigo de Dom. Al lado de Emer y lo mucho que atraía la atención, Dom solo era un chico promedio, incluso si su piel morena y grandes ojos oscuros que delataban sus orígenes mexicanos, lo hacían sobresalir un poco al lado de los ojos azules y la piel blanquísima de Emer.

Se despidieron luego de un rato de hablar en una de las jardineras a la entrada de la escuela y Dom comenzó a caminar en dirección contraria a la usual. Había prometido a sus padres que iría a ayudar en el restaurante, independientemente de la hora a la que terminara, así que supuso que llegar temprano no estaba de más y podría comer ahí en lugar de buscar algo para recalentar o cocinar por su cuenta. Le gustaba cocinar, era una de esas cosas que pocos podrían esperar de él, incluso disfrutaba de trabajar algunas tardes en el restaurante.

Sacó su iPod mientras caminaba y se colocó los audífonos, ignorando a la gente a su alrededor, la mayoría de ellos en tríos o parejas. Siempre notaba esa clase de cosas en los demás, así que fue sencillo notar a otra de esas pocas personas que caminaban solas. Apenas a unos metros por delante de él, pudo reconocer a Jonas Lee. Frunció el ceño un poco confundido porque había esperado verlo con su hermana, como todo el mundo estaba acostumbrado a verlos. Dom no sabía quién de los dos era el mayor, pero Jara era conocida por ser alguien a quien no se quería hacer enojar y casi siempre estaba cerca cuando Jonas estaba presente. Todo fuera dicho, la chica tenía una mirada y una presencia que intimidaba un poco, así que Dom miró a su alrededor por si la había perdido.

Cuando volvió la vista a Jonas, el chico parecía haberse alejado un poco más rápido de lo que hubiese esperado. Sin pensárselo mucho, Dom también aceleró el paso y avanzó al ritmo de su música, como si en su mente fuera una escena de película. El camino seguía concurrido por estudiantes, sin embargo, cuando estuvo por alcanzar a Jonas y llamarlo, alguien más dijo su nombre.

—¡Dom! —la voz que dijo su nombre acompañó un ligero toque en el hombro que lo obligó a quitarse un audífono.

Él las observó a ambas, una de ellas era su compañera de clase y a la otra no la conocía, pero le preguntaron sobre la tarea con un tono un poco bobo, a lo que él apenas se encogió de hombros y contestó vagamente. No había logrado prestar mucha atención porque Emerson lo distrajo cuando la profesora de Historia explicó la tarea, así que no tenía mucho para responder a las preguntas de su compañera.

Al volver la vista hacia adelante, buscó a Jonas una vez más y estaba... lejos. Caminaba más rápido que hacía un momento, podía notarlo con facilidad. Lo vio girar la cabeza un hacia atrás y volver rápidamente al frente, parecía sujetarse con fuerza a los tirantes de la mochila mientras seguía su camino y giró por una esquina. Curioso. A Dom le pareció realmente curioso que siguieran el mismo camino y la urgencia que parecía tener el otro por cruzar la calle.

Logró alcanzarlo en un semáforo que indicaba el alto para los peatones, y prácticamente quedaron solos en ese momento. Dom se adelantó al lado de Jonas, pero se alejó de él unos pasos.

—Hola —saludó Dom poniendo pausa a la música por un momento—. ¿Vas a tu casa?

—Sip —el chico tenía la vista fija al frente, al semáforo. Dom hizo lo mismo, la espera le pareció muy larga y un tanto incómoda.

—¿Todo bien? Creí que ibas a correr en cualquier momento —agregó Dom con toda la normalidad posible, aunque le causó un poco de gracia verlo reaccionar de aquella manera, como un animalito a punto de echarse a la fuga. No entendía por qué, tal vez se le había hecho tarde para algo.

—Sí —repitió la respuesta corta y pudo notar que Jonas, aunque no lo miraba, tenía el rostro completamente rojo hasta las orejas. Sin duda alguna, Jonas Lee era una persona lo suficientemente peculiar como para llamar la atención de Dom—. No tenías por qué caminar detrás de mí como si me estuvieras siguiendo —contestó usando quizás la frase más larga que Dom le había escuchado soltar, quizás él también se dio cuenta de ello en el momento—. Lo siento —se apresuró a disculparse.

Dom intentó no reír. Estaba lejos de sentirse molesto por la forma en que le hablaba, en realidad no era engreído ni se creía superior solo por ser de último curso. Un senior. Marcar esa diferencia de edades le parecía absurdo, tanto como la pedantería de creer que otras personas no merecían ni compartir el mismo espacio que él en la cafetería de la escuela o en el autobús escolar cuando lo usaba. No, no era así, pero que mucha gente tomara su actitud callada y reservada por algo como aquello, no era en absoluto su culpa. Emerson solía reírse de él por eso, porque el increíble y misterioso Dominic Martin era, en realidad, un inepto social hasta cierto punto.

Le costaba un poco entablar conversaciones con la gente, a menos que tuviera un tema del cual hablar. Era reservado por naturaleza, pero no tenía grandes secretos ocultos ni era una persona demasiado complicada. Le gustaban los gatos, el básquetbol, la música y —no se trataba de un oscuro secreto, pero nadie podría imaginarlo— Badtz-Maru, el pingüino de Sanrio.

—No pasa nada —aseguró Dom cuando la luz cambió finalmente para darles el paso—. Aunque no te estaba siguiendo, este es el camino para ir al restaurante de mis padres.

—Oh —sus miradas se cruzaron apenas medio segundo y Jonas se apresuró para no quedarse atrás. Dom comenzó a caminar a su lado, llevándole el paso con facilidad.

—Perola próxima vez no corras o me enojaré —bromeó y le dedicó media sonrisa.

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