Dom
—Eh, el título de Rey del Drama es mío.
La voz de Emer llegó por fin a sus oídos. Dom parpadeó y salió de su trance, pero su corazón seguía latiendo con toda fuerza y potencia. No podía hablar, incluso le costaba respirar o enfocar a su amigo. Pero era él. Con todo y si lo veía algo borroso, reconocía la playera negra de una de sus bandas favoritas y los ojos azules enmarcados en el delineador negro que había metido a Emer en más de un conflicto con profesores alguna vez.
—Todo estará bien, solo te estás muriendo de celos y no te das cuenta —agregó, presionando un poco los hombros de Dom.
No había notado antes su tacto, tampoco el momento en que entró al baño detrás de él. Seguramente había ido a buscarlos para el almuerzo, era lo que solían hacer los tres, pero Dom no tenía demasiada cabeza para pensar en eso, cuando lo único que quería era dejar de sentirse realmente enfermo.
—Lo... s-siento... —alcanzó a musitar Dom muy apenas, pero le faltaba el aire. Logró soltar la taza del baño y se recargó contra la división de madera. Emer se acomodó frente a él en el cubículo, observándolo. De alguna manera, parecía que Emer tenía un tino perfecto para encontrarlo en el momento exacto, como si tuviera su propia "Alarma de Dominic Martin", que, para gusto o disgusto de Dom, también le permitía saber qué es lo que pasaba. Que su amigo se la pasara haciendo el payaso todo el tiempo, no significaba que fuera un tonto. De hecho, Emer era mucho más brillante de lo que muchos creían, pero se dejaban llevar por el lado bromista y un tanto inoportuno del chico.
Dom echó la cabeza hacia atrás hasta recargarla en la división llena de apuntes con marcador y cerró los ojos, tratando de centrarse en su respiración. Sus puños imitaban a sus pulmones, intentando atrapar el aire a sus costados.
—No estoy... celoso —dijo con un hilillo de voz una vez más.
No podía verlo, pero era ridículo pensar que, de todas las personas a su alrededor, no podía admitírselo justo a él. Era el único que quizás podría entenderlo y ayudarlo con aquello, pero simplemente no podía. ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué las cosas se sentían tan complicadas de repente? ¿Por qué tenía tanto miedo de admitir que Emer tenía razón? ¿Por qué no dejaba de repetirse las palabras de Jonas? ¿Por qué no podía dejar de pensar en la primera nevada durante su viaje con Jonas? ¿Por qué ahora se sentía extraño en los vestidores después de las prácticas de baloncesto? ¿Por qué a él?
Emer soltó un suspiro largo y pesado, sabiendo que Dom solía cerrarse y entrar en negación de esa manera, pero no podía permitir que se cerrara por completo.
—¿De verdad vas a negarlo conmigo?
Dom se mordió el labio inferior al escuchar el tono serio en la voz de su mejor amigo. No podía. Las palabras simplemente no salían de él. Tenía tanto miedo de decir la verdad y que de pronto todo su mundo cambiara. Si se lo guardaba el tiempo suficiente, quizás apagaría esas sensaciones y las cosas seguirían tal como estaban hasta antes del festival de invierno. Apretó sus puños con más fuerza, hasta que sus nudillos se pusieron blancos.
Al notar eso, Emer se movió de modo que pudo alcanzar las manos tensas de su amigo y las empezó a masajear un poco, para ayudarlo a relajarse.
—Si así con las cosas, entonces estamos contentos porque, ahora que Jonas Lee se está haciendo popular, quizás tenga una novia pronto y podríamos sentarnos a almorzar todos juntos.
—Cállate —le soltó en un gruñido, en español, sabiendo que Emer ya conocía aquella orden. Apretó los ojos con más fuerza y empezó a hacer respiraciones más profundas. Oh, la imagen de Jonas con aquella chica lo hacía sentir peor, incluso sintió que el nudo en su garganta subía hasta sus ojos, con ganas de llorar. Podía verlo en su mente: Jonas de la mano de alguna chica quizás de su curso, con el uniforme de falda y bonito cabello largo. Si eso pasaba, no tendría caso seguir llevando el almuerzo para compartir y debería ser buen amigo, debería estar feliz por ello, pero no podía.
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Afterglow
RomanceJonas Lee no esperaba nada cuando comenzó su primer año de preparatoria. Era un Don Nadie y esperaba que las cosas continuaran de esa manera. Entonces conoció a Dominic Martin, estudiante de último año, miembro dorado del equipo de básquetbol. Nada...