Toma mí mano y no me sueltes

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—Por favor, Gee... Por favor ven conmigo—. Rogó mientras sus orbes marrones se llenaban de pequeñas y brillantes lágrimas que bajan por sus mejillas.

Una de las manos del tatuado se mantenía estirada en su dirección, ofreciéndole la oportunidad de irse juntos; de poder huir de todo y ser solamente ellos dos por el resto de sus vidas.

La primera vez Gerard no había aceptado la propuesta, causando que terminaran separados y con una relación extraña si tomaban en cuenta lo bien que se habían llevado desdé que se conocieron. Gerard se mudó así que ahora estaban viviendo en diferentes estados, incluso habían dejado de dirigirse la palabra por un tiempo.

Entendía que Gerard estaba asustado, pero eso no hacía que dejara de doler.

Ese sentimiento se había apoderado de él cuándo el pelinegro se mudó lejos sin siquiera avisar o despedirse de él. Ardía en su pecho cómo si el infierno estuviera dentro de él. Ese había sido un golpe bajo y lo había tratado cómo si no existiera.

Pero las cosas podían ser diferentes está vez, quería intentarlo. Necesitaba intentarlo una última vez.

Si volvía a negarse entonces entendería que no tenía oportunidad y sería hora de seguir adelante e intentar extinguir las llamas en su corazón para olvidarlo, así como Gerard probablemente lo haría.

El ojiverde guardó silencio por varios segundos, segundos que fueron una tortura para al tatuado.

Suspiró y apartó su mano.

—Lo sabía—. Intentó que sus emociones no pudieran leerse en su voz, realmente lo intentó mientras todo lo que quería decir se atoraba en su garganta.

Limpió sus lágrimas, decidido a marcharse y dar por terminada la conversación y esa etapa de su vida. Llevaba muchos años perdidamente enamorado y Gerard parecía no querer nada con él.

Pero su mano lo detuvo, sujetando su brazo. El par de ojos esmeralda le inspeccionaron mientras un pequeño mareo lo dejaba confundido.

—No quiero ir contigo—. Pronunció el dueño de aquellos ojos cuándo finalmente encontró las palabras correctas. —Quiero que tú te quedes aquí, quiero que te quedes conmigo... No quiero volver a Jersey, pero podemos quedarnos juntos en esta ciudad —.

Frank apretó sus labios cuando las suaves manos tomaron su rostro y limpiaron sus lágrimas como si fuera lo más delicado que las manos del artista hubiesen sujetado alguna vez y tal vez así era.

—Sé que no tengo derecho a pedírtelo después de irme cuándo tú lo hiciste—.

—Tienes razón—. Concordó Frank. —No lo tienes, pero quiero quedarme—.

La sonrisa que se dibujó en los labios de Gerard fue preciosa, el infierno que ardía de manera lastimosa en el corazón del tatuado se apagó y abrió paso a la calma.

—Pero tienes que tomar mí mano y prometer que nunca vas a soltarme—.

—Lo haré, lo prometo—. Sus manos se encontraron, cálidas, suaves y cariñosas. —Estoy cansado de huir, terminé con eso, no volverá a suceder—.

Sus dedos se entrelazaron poco a poco.

Está vez querían aferrarse al otro y asegurarse de que sus vidas fueran una sola.

𝑶𝒏𝒆-𝑺𝒉𝒐𝒕'𝒔 𝑭𝒓𝒆𝒓𝒂𝒓𝒅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora