ɪ'ᴍ ɪɴ ʟᴏᴠᴇ

39 3 1
                                    

Frank conoció a la hermana de Mikey durante sus años en la universidad. Una chica amable de ojos verdes y cabello castaño, algo tímida al inicio pero que mientras pasaban más tiempo juntos se sentía mucho más cómoda con él alrededor y lo demostraba.  Era una artista y no había nada que no hiciera bien, simplemente era talentosa y Frank deseaba poder entrar en su mente para descubrir el mundo que había dentro, estaba seguro de que valía la pena explorarlo y perderse en el durante toda una eternidad.

Gee pintaba, escribía, dibujaba, creaba sus propios personajes con sus propias historias y Frank admiraba la capacidad que Gee tenía para hacer todo eso y además hacerlo perfecto, tal vez estaba sonando demasiado cursi.

Apartó cuidadosamente uno de los mechones de cabello color rojo del rostro de la mujer, sonriendo mientras la veía dormir cómodamente, acurrucada sobre su pecho.

Oh sí, un detalle importante; estaba saliendo con ella. Cuando la conoció le parecía linda pero cuando pasaron algunos meses comenzó a gustarle y pronto terminó tan enamora de ella como ella de él.

Gee se confesó primero, durante una de las tardes que pasaban juntos en su departamento. Habían comenzado a pasar muchos tiempo en la compañía del otro y a veces iba solo para verla pintar, preparaba café para ambos o cocinaban algo para comer mientras estaban ahí aunque algunos otros días pedían comida a domicilio, no le importaba, fuese lo que fuese, le gustaba estar cerca y Gee parecía sentirse de la misma manera con respecto a su compañía. 

Después de aquella confesión, decidieron tener una cita.

Cita por la cual el tatuado se encontraba jodidamente nervioso.

Había tenido citas antes pero había algo diferente con Gee, absolutamente todo era diferente con ella. Ya se conocían bastante y Frank no sabía de que deberían hablar esa noche, además temía que la castaña cambiara de opinión después de la cita.

Tal vez lo consideraría una mala opción como pareja. Tal vez su amistad iba a perderse para siempre. ¿Qué pasaba si no le gustaba como iba vestido? ¿Qué tal si esperaba más de él? ¿Y si lo aburría? ¿Y si lo encontraba agobiante? Habían tantas opciones en su cabeza que terminó llamando a Mikey, buscando que le dijera algo que al menos lo hiciera sentirse más tranquilo y le diera confianza para esa noche.

—Si ella te creyera un idiota ni siquiera habría aceptado tener esa cita contigo, es más, ni siquiera se hubiera acercado tanto a ti así que cállate, ve a esa cita si quieres ir y si no solo llámala, cuéntale sobre lo que te preocupa y todo estará bien... Lo sabes porque la conoces—.

—Sí, tienes razón... No sé en que estaba pensando—.

—Tranquilo, suerte en tu cita y recuerda que es mí her...—.

—Lo sé, lo sé—. Interrumpió Frank. —No te preocupes y gracias—. Finalizó la llamada y terminó de cambiarse para su cita de esa noche.

Recogió a Gee exactamente a la hora que había prometido, sonriendo al verla usar un hermoso vestido de color rojo que se ajustaba a su figura, el cabello suelto y los labios rojos.

—Vaya, que puntual—. Bromeó la chica antes de acercarse y dejar un pequeño beso en la mejilla de su cita a manera de saludo.

—Te ves hermosa, Gee—. Su sonrisa se hizo más amplia al recibir el beso. —Siempre te ves hermosa—.

Fueron a cenar y todas las preocupes de Frank quedaron de lado. Mikey tenía razón, no había nada de que preocuparse. Fue una cita divertida, en realidad fue un poco como cualquier otro día que pasaban juntos excepto por los coqueteos, los cumplidos y que al terminar su cita Gee lo besó. 

Lo besó al salir del restaurante, junto al auto del mayor antes de subir.

Se quedaron de pie junto al vehículo del tatuado, sonriendose al estar frente a frente.

—¿Puedo?—. La voz de la chica salió en un pequeño susurró, esperando la aprobación del tatuado antes de hacer cualquier cosa.

—Claro que puedes, Gee—. Tomó su cadera cuando ella se acercó y sintió como unía sus labios.

Correspondió al beso con los ojos cerrados, abrazandola. Fue un beso lento. Disfrutó sentir la suave caricia de sus labios y de tenerla en brazos.

—Ven, te llevaré a casa—. Susurró cuando el besó se terminó, manteniendo una mano en su cadera al tiempo que, con su otra mano abría la puerta del auto para ella.

Durante el camino de regreso compartieron algunos besos más. Podía ver la felicidad en sus ojos, ¿y él? Bueno, estaba amando esa noche, jamás se arrepentiría de ello.

Se quedó a dormir con ella, no pudo negarse a esos lindos ojos verdes cuando le pidió pasar la noche juntos así que accedió sin ningún problema. Estuvieron despiertos hasta la madrugada, charlando, compartiendo pequeños besos y bocadillos, disfrutando de la compañía. Al final se recostaron juntos, compartiendo un abrazo y un último beso hasta que lograron quedarse dormidos.

Después de esa cita no hubo vuelta atrás. Se convirtieron en una pareja y mantuvieron esa relación durante los últimos diez años.

Se mudaron juntos, compraron su primera casa, consiguieron a sus mascotas y aunque el malhumorado gato de Gee parecía odiarlo, siempre dormía con ellos en la cama.

Le chica se había teñido el cabello de rojo apenas unos días atrás y amaba ese nuevo estilo. Acarició delicadamente su cabello y su espalda mientras la veía dormir, disfrutaba despertar así y daría lo que hiciera falta para que todas sus mañanas fueran de la misma forma.

La ojiverde despertó poco después, dándole una sonrisa aún algo adormilada. —Buenos días, corazón—. Susurró acercándose y besando suavemente los labios del tatuado.

—Buenos días amor—. Respondió bajando ambas manos a su espalda, siguiendo con sus caricias y soltando una risita al ver como lo miraba. —¿Qué pasa?—.

—Nada... Solo estoy feliz—.

—¿Y eso por qué?—.

—Porque mí novio me pidió matrimonio anoche... Así que supongo que ya no debo llamarlo novio, prometido me gusta más—.

—Volvería a pedirte matrimonio mil veces más, no lo dudes—. Depósito pequeños besos en los delgados labios de su futura esposa, escuchándola reír. —Me haces feliz, Gee... Muy, muy, muy feliz—.

La sonrisa en los labios de Gee se hizo más amplia mientras lo escuchaba. —Te amo Iero, te amo con locura—.

—Y yo te amo a ti, jamás lo olvides—. Selló sus palabras con un beso más y pasaron algunos minutos en la cama hasta que decidieron levantarse y preparar el desayuno juntos.

Tal vez pasarían ese fin de semana comiendo helado, viendo películas o haciendo cualquier otra cosa, no importaba, tenían toda una vida por delante y lo más importante es que estarían juntos hasta el final.

𝑶𝒏𝒆-𝑺𝒉𝒐𝒕'𝒔 𝑭𝒓𝒆𝒓𝒂𝒓𝒅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora