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Vimos los fuegos artificiales que tiraban en la cuidad por la ventana de mi habitación.

—Feliz año nuevo Luz— le dije acostándome a su lado y abrazándola.

—Feliz año nuevo Ami— enrolló sus piernas en las mías.

Ella se fue a las cinco de la mañana de año nuevo con la promesa de vernos después, su número telefónico estaba grabado en mi celular y podía hablarle cuando quisiera.

Mamá regreso muy temprano, dos horas después de que Luz se fue, me trajo algunos regalos y aparte unos guantes para dárselos a Lu.

Me refugie en mi cuarto más tarde y me metí a bañar con agua tibia.

—Voy a salir— le dije a mamá —quedé de verme con unas amigas en la plaza.

—Okey, pero ve con cuidado— me dijo desde la cocina.

Caminé despacio, mirando como cada vez había menos adornos navideños por las calles.

Encontré a Luz sentada en una banca y corrí hasta su lado.

—Ya llegué, ¿qué hacemos? — me senté a su lado y Luz me abrazó, después alzó mi bufanda cubriendo la mitad de mi cara hasta la nariz y bajo el gorro hasta cubrir mi cejas, me hizo caminar detrás de ella.

Estaba rara como si no quisiera que nos vieran juntas.

—¿Te avergüenzas de mi? — pregunté cuando nos detuvimos afuera del cine.

Ella me miró sorprendida y negó —más bien me avergüenzo de mi, no quiero que la gente te juzgue mal por estar conmigo.

—Luz a mi eso no me importa.

—Pero a mi si, no me repeles, vamos dentro.

Resoplé y asentí.

—Dame dos entradas para la sala cuatro.

El joven detrás de la caja registrado miro a Luz de arriba a abajo como su fuera escoria.

—¿Vas a pagar por ellas? — su pregunta me molestó.

Por supuesto a Luz también que gruñó sacando su cartera —Claro que voy a pagar por ellas.

—Con el dinero sucio de tu padre.

—¡Tu infeliz! — Luz lo tomo por el cuello y me asiste, su rostro estaba furiosa.

Y aquí venía la Luz mala que no me gustaba, la que gritaba y tenía poca paciencia, la que no temia alzar un puño a alguien.

—Suéltame o llamaré a seguridad— amenazó el joven.

—Solo dame mis entradas jodido hijo de puta.

—No, Luz suéltalo por favor, no vale la pena— le dije tomándola de su chamarra.

—¡NO! — grito asustando a los demás clientes —quiero que me de mis entradas.

—Por favor Luz, vamos a otro lado.

A fuerzas lo soltó y asintió —¡Joder!

Nos fuimos rápidamente de ahí, yo aún podía escuchar a la gente cuchichear.

Que violenta.

De tal palo tal astilla.

No tiene educación.

Me daban unas ganas tremendas de regresar y golpear a todas esas personas.

—Perdón, lo arruiné— dijo Luz después de caminar por las calles un rato. Más tranquila.

—No fue tu culpa, ellos son tontos— dije y la abracé por la espalda.








Mala VidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora