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— Cristian Romero —
***
Era verano, hacía mucha calor y estábamos en casa de Cuti algunos jugadores y yo, la hermana de Enzo.
Yo vivía en España, me mudé con mi novio porque jugaba en la liga española, pero hace unos meses cortamos y fui de vuelta a Argentina, con mi hermano.
Los chicos se enteraron de eso y me acogieron en su grupo cuando hacían algunos planes, aunque la mayoría del tiempo se metían conmigo porque decían que había perdido mi acento, y tenían toda la razón, pero no se la iba a dar a ninguno.
—Mini Fernández —me llamó Lucas Martínez.
—¿Qué querés? —pregunté ya harta de que me llamaran así.
—Re forzado te sale ese acento Isabella —bufó mi hermano.
—Ay ya cerrá el orto —me quejé.
—Eh, nenita, vos estabas hablando conmigo —Lucas volvió a llamar mi atención.
—¿Y qué?
—¿Me vas a dejar quitarte el traje ese de baño tan lindo que traes? —me tiró un chamuyo.
—Eh, es mi hermana, vos sos un viejo para ella —señaló Enzo.
—Tengo solo 28, ¿qué decís de viejo? —frunció el ceño.
—Y ella 20.
—Ay ya, bájale, no es para tanto —me metí yo.
—Pará —me advirtió.
—¿Entonces sí chiquita? —sonrió.
—No —le sonreí de vuelta.
—Ah, tremenda forra que sos —bufó.
—Vos no me gustás —me encogí de hombros.
—Te dije, yo la conozco —asintió mi hermano.
—Pero no por la edad —negué.
—Le gusta otro tipo —habló Leandro.
—No seas bobo, ¿quién me va a gustar a mí? —mentí.
—Oh, yo ya lo sé —rió.
—¿Qué vas a saber? ¿Ni que yo hablara con vos?
—Te conozco.
—No —negué.
—¿Y quién es el afortunado? —preguntó Julián.
—No hay ningún afortunado si tiene que salir con ella —negó mi hermano.
