16-. "Dibu" Martínez

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— Emiliano Martínez —

(+18)

***

Estaba viendo el partido del Aston Villa contra el Tottenham, la segunda parte acababa de empezar y ya iban perdiendo 0-2, el Aston jugaba en casa.

A los minutos de empezar un jugador de los del Aston fue expulsado y cuando se quisieron dar cuenta otros dos goles más fueron encajados. El partido terminó, yo no quise celebrar mucho por la cantidad de aficionados que había a mi lado del Aston, pero si me levanté a aplaudir a los míos.

A pesar de ir incluso con mi camiseta del Tottenham, el Dibu me llamó y me tensé en el momento que me miró fijamente mientras me abría paso entre la gente y bajaba al campo.

A llegar puso una mano en mi espalda baja y caminamos hacia el túnel de vestuarios.

—¿Qué te pasa? —me atreví a preguntar.

—¿Qué me pasa? —rió irónico— Encima que me decís que venís a verme, te veo con una camiseta que no es la mía y celebras los goles del otro equipo —me empujó a una sala vacía y cerró la puerta tras él.

—No dije que vendría a verte a vos, dije que vendría al partido y de paso te vería a vos. Si sos un mal perdedor no es mi culpa —me encogí de hombros, quería enojarlo aún más.

—Jugabamos con uno menos —se excusó.

—Excusas... —canturreé—. Además, no era ese que expulsaron el que debía parar los goles, ¿no? Creo saber que era alguien al que le dicen arquero, ese debe parar los goles —hablé sin mirarlo, de espaldas a él, si lo miraba seguramente me reiría.

—¿Vos sos muy chistosa no?

—¿Acaso me equivoco? Ah, verdad, vos sos el que debía parar esos goles, menos mal no lo hiciste y ganó mi equipo, gracias mi amor —lo miré burlona y le di un golpecito en el pecho que lo hizo enfurecer.

—Mira boluda, deja las tonterías... —lo interrumpí.

—¿O qué? —lo enfrenté sin miedo.

No hubo respuesta, sus labios apresaron los míos con furia y deseo, hacía un mes que no nos veíamos ni teníamos nada y notaba como me había estado deseando, igual que yo a él.

Sus manos se metieron por mi camiseta apretando mis pechos con fuerza y un jadeó se escapó entre mis labios. Él sonrió burlón y miró mi camiseta.

—Encima fea —me la quitó y la tiró a una papelera que había por allá.

—Oye, es mía —me quejé.

—No —negó mirándome a los ojos y me sentí pequeña a su lado, y no solo por la altura, me estaba intimidando.

Desabrochó mi pantalón y me dio la vuelta pegándome a la pared. Besó mi espalda mientras bajaba mis pantalones a la altura de mis muslos y con mi tanga a la vez, dejándome totalmente expuesta y ya mojada para él.

—Creo que escuché mal —bajó sus pantalones, yo lo miré de reojo mientras lo hacía—. ¿Dijiste que tu equipo ganó? —rozó su punta en mis pliegues.

—No, no, mi equipo no —negué para que se metiera en mí.

—¿Y qué hizo? Si contestas bien te voy a dar la mejor cogida de tu vida —acarició mi espalda.

—Perdió, perdió —murmuré rogando.

—Eso es, veo que aprendes rápido —entró en mí y gemí—. Pero calladita preciosa —tiró de mi pelo hasta pegar mi espalda a su pecho.

Con su gran mano me tapó la boca y yo me agarré a su brazo. Me estaba rompiendo en dos con su enorme pija, siempre lo hacía.

—Va a ser rápido, ¿vale preciosa? Después venís a mi casa y te rompo entera, y así te quedas toda la noche conmigo reina —me habló al oído mientras me embestía con fuerza.

—Sí, sí —accedí.

—Shh, más calladita, ¿no querrás que entre alguien y nos haga terminar, no? —volvió a taparme la boca.

—No, seguí por favor —le pedí.

Mi piel se erizó al escuchar sus leves gemidos en mi oído, besaba mi cuello dejando marcas sobre las que anteriormente había hecho con tantas ganas hace un tiempo y que seguían ahí.

Mordió mi hombro mientras se venía dentro de mí, al notar sus fluidos calientes en mi cuerpo me vine junto a él.

—Te voy a romper toda esta noche trolita —mordió el lóbulo de mi oreja mientras subía mis pantalones.

—Lo estoy esperando, siempre decís lo mismo y te quedas corto, a la mañana siguiente ya estoy bien —me giré para mirarlo.

Se subió sus pantalones igual y rió. Yo me agaché a agarrar la camiseta que me tiró.

—Ni se te ocurra —tiró de mi brazo—. Ponete esta —se quitó la suya y me la dio.

—No, está toda transpirada —negué con asco.

—Ponetela o salís con el sostén —me advirtió.

—Lo prefiero —mentí.

—Y dale entonces —agarró la manija para abrir.

—¿Qué haces descerebrado? Un pelotudo que sos —bufé molesta y me la puse.

—Esperame en el pasillo, que te vean con mi camiseta —abrió la puerta.

—Obvio no, me voy al coche —negué y seguí caminando pasillo abajo.

—Que lindo orto morena —me gritó y le saqué el dedo.

***

One shots || Selección argentina Donde viven las historias. Descúbrelo ahora