El silencio ansioso con el que lia había recorrido los pocos kilómetros que separaban la casa de Green de su garaje, fue reemplazado rápidamente por un éxtasis ruidoso en cuanto divisó los coches aparcados allí. Costó un gran esfuerzo por parte de su hermano y sus amigos apartarla de los coches pasadas unas horas de visita allí.Incluso después de haber abandonado el lugar, la adrenalina seguía disparada en las venas de la joven. En ese momento se encontraba paseando por los lagos junto al resto de grupo, pero su mente volvía a los grandes modelos de vehículos que había visto horas atrás.
—¿Vamos a las atracciones del muelle? —sugirió Green.
—Tienes un Nissan deportivo... ¡De verdad tienes uno! —volvió a exclamar ella.
—¡Ya, Lila! Olvídalo de una vez, vamos a las atracciones.
[...]
Llegaron caminando a uno de los pocos centros de entretenimiento en la ciudad. Un resistente puente de roble cruzando el lago mayor, recargado con diversas atracciones de feria. El grupo de jóvenes deambuló por allí unido, hasta que los hombres decidieron hacer una parada para tomar unas cervezas. Kim, Kylie y Lila siguieron recorriendo el lugar.Esta última empezó a relajarse, apagando los sentidos de alerta que había mantenido encendidos durante los últimos años. Por primera vez se sentía como una chica normal, sin el peso que solía cargar con ella.
Encontraron una atracción que simulaba las carreras de coches. Divertidas por la ironía, se posicionaron frente a los aparatos y comenzaron a entretenerse con ellos.
Llevaban pocos minutos de partida, cuando Lila escuchó un sonido proveniente de Kim. Como una clara expresión de disgusto. Ella y Kylie se veían incapaces de apretar los pedales correctos del juego, por lo que desistieron en seguir intentándolo. Invitaron a Lila a ir a por unos algodones de azúcar, y como esta estaba absorta en el monitor frente a ella, declinó la oferta quedando sola.
Por eso no recibió ninguna advertencia sobre lo ocurrido después.
Alguien se sentó a su lado, en el puesto que acababan de desocupar sus compañeras. Por el rabillo del ojo fue capaz de reconocer aquel perfil.
—Es un misterio para mí el por qué estás con Porter. —comenzó a decir Tom Kaulitz, sin dirigir la vista a ella, ocupado mientras iniciaba una nueva partida. La invitación llegó a la máquina de Lila, quién la aceptó sin vacilar. —Normalmente todas me eligen a mí.
Ignorando el comentario petulante, Lila guardó unos prolongados minutos de silencio en los que intentaba concentrarse en la carrera virtual. Incluso en forma de píxeles, Tom tenía talento para los coches. Su Ferrari la había superado en distancia y velocidad.
—¿De qué ciudad vienes? —preguntó el chico con voz seria, pero sus labios mostraban una sonrisa ligera, como si estuviera previniendo el triunfo en aquel reto.
—No te importa. —respondió Lila bruscamente, mientras giraba su volante esquivando una curva que Tom ya había sorteado.
La sonrisa de este se completó, dejando sus blancos dientes al descubierto.
La gente no solía dirigirse a él con esa impertinencia. Lo respetaban por su rango en las carreras, o por el dinero que poseía, o simplemente porque emanaba un aura de frialdad absoluta que congelaba a sus allegados.
Todavía encontraba divertido cuando alguien se atrevía a enfrentarlo. Esa fue una de las razones por las cuales no desterró a Green Porter de las carreras clandestinas, cuando aún tenía el derecho de hacerlo. Le gustaba tener alguien que se declarara abiertamente como su rival, pero una vez que se aburrió de ello, ya era demasiado tarde. Green había ganado suficiente respeto y popularidad para quedarse por su cuenta.
—No te dejes influenciar por Porter. Puedes generar tu propia opinión por mí el próximo miércoles. —insinuó el muchacho.
—No pasaré contigo esa noche. —se negó Lila.
—Si no lo haces, estarás rompiendo un valioso acuerdo. Alguien que no cumple con su palabra es muy mal visto en el ámbito.
—Yo no acordé absolutamente nada.
—Por supuesto. El único damnificado será Porter.
Aquella provocación hizo que Lila temblara. Su Ferrari se desvió de la pista virtual y terminó sobre el césped. Se recuperó con la mayor velocidad que le fue posible y volvió a seguir al vehículo de su contrincante.
—No hace falta esperar al miércoles, acabo de formar una opinión sobre tí ahora mismo. —espetó ella. Su vista abandonó la pantalla para enfocarse en el joven a su lado. Tom también giro su cabeza para mirarla. —Y me desagradas bastante. —concluyó, unos segundos después de mantener el contacto visual.
—Entonces, trataré de cambiar eso. —volvió a sonreír.
Lila percibió el brillo de victoria en los ojos marrones de Tom, y tuvo que apretar sus labios para no reír.
—Kaulitz, un consejo para tí... —dijo tragando sus carcajadas. —Nunca apartes la vista de enfrente.
Con una última maniobra del volante de plástico, Lila cruzó la meta final del juego y se levantó del asiento, yéndose a paso apresurado.
Tom miró la pantalla de su máquina y la sorpresa rápido se apoderó de él. El monitor lo marcaba con claridad en aquellas brillantes letras...
Había perdido el juego.