31 km.

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Lila apoyó sus manos en la barandilla que delimitaba el balcón mientras una amplia sonrisa se formaba en su rostro. Tom se acercó a ella por detrás y enredó sus brazos en su cintura. La habitación de este se situaba justo enfrente al lago y la vista que ofrecía era espectacular.

—Esto es precioso. —susurró ella, sintiendo los labios del chico dejar un rastro de besos desde su cuello hasta su mejilla.

—Lo es, pero está oscureciendo y hace frío, creo que es mucho más bonito dentro donde hay calefacción. —rió.

Se adentraron en la habitación nuevamente. Tom sostuvo la mano de la muchacha con firmeza, tirando de ella suavemente para guiarla. Sin embargo, ella se detuvo al notar una vieja estantería adornada con medallas, trofeos y fotografías. Se acercó a inspeccionarla.

—¿Corrías en IndyCar? —preguntó sorprendida.

Las imágenes plasmaban al chico montado sobre distintos vehículos y pistas. La joven reconoció en una de ellas el circuito de carreras de Daytona y jadeó impresionada.

—¿Corriste en el DIS?

—No corrí en el DIS profesionalmente. —aclaró él. —Gordon consiguió que me dejaran hacerlo de forma recreativa una vez... Pero sí, solía aspirar al IndyCar.

—¿Por qué lo dejaste? Hubieras llegado muy lejos.

Unos segundos de silencio prosiguieron a las palabras de la chica. Pensó que él no respondería, por lo cual siguió examinando el estante. Pero Tom le interrumpió.

—Tenía apenas diecisiete años, mi vida fuera del instituto solo eran los coches, así que no tenía trabajo. Cuando mis padres decidieron dejar de pagarme las prácticas, me quedé sin dinero para costearlas por mí mismo. —explicó.

—¿Por qué dejaron de hacerlo? —siguió interrogando ella.

En un movimiento repentino, Tom agarró entre sus manos una fotografía de la estantería. La acercó a Lila para que pudiera observarla. Allí se encontraba él, rondando los diez años, y a su lado posaba el legendario piloto de carreras Gray Jones.

—¿De verdad es tu abuelo? —recordó el chico.

—Sí. Él era como mi padre. Siempre trataba de salvarnos a Green y a mí del desastre de nuestra casa. Nos cuidó todo lo que pudo, hasta que murió... —sonrió con nostalgia. —Él nos enseñó a correr incluso antes de enseñarnos a leer. —soltó una risa corta.

Por primera vez, Tom pasó por alto el nombre de Green Porter. La enfermera no solía hablar de su vida con frecuencia, y lo que acababa de revelar despertaron en él intriga y empatía, opacando la mención de su rival.

—¿Familia desestructurada? —indagó él.

—No te haces una idea... Pero yo estoy feliz de no haberla tenido fácil, ¿sabes? Los momentos duros te definen como persona. Cuando te enfrentas al dolor, solo puedes hacer dos cosas. Dejas que te consuma o volverlo algo bueno. Creo que, mayormente he logrado hacer lo segundo. —declaró ella.

Otra vez el chico se mantuvo en silencio. La característica máscara impasible cubrió su expresión, pero Lila pudo deducir que estaba meditando algo en su interior, por lo que permitió que se perdiera en sus cavilaciones quitando la foto de sus manos y apreciando esta.

—Mis padres dejaron de pagarme las prácticas en IndyCar después de que yo hiciera algo muy malo... —Tom sentía que sus pulmones no tenían suficiente aire para terminar de decir aquello, pero hizo un esfuerzo por respirar profundamente y continuar. —Y creo que fui lo bastante tonto para dejar que eso me consumiera, en lugar de volverlo algo bueno.

ℂ𝕝𝕒𝕟𝕕𝕖𝕤𝕥𝕚𝕟𝕠𝕤 ; 𝑻𝒐𝒎 𝑲𝒂𝒖𝒍𝒊𝒕𝒛Donde viven las historias. Descúbrelo ahora