La rama cayó, probando un estruendoso ruido. Lila pudo sentir la madera estrellándose en el suelo muy cerca de ella. Sin embargo, no percibió su roce debido a que Tom la había apartado formando un escudo con su cuerpo para protegerla. Después del impacto se produjo un silencio repentino que se extendió durante varios segundos. El murmullo de los presentes empezó a resonar en el mismo instante que Tom buscó el rostro de Lila con su mirada y tanteó el rostro de la misma con sus manos.—¿Estás bien? —preguntó haciendo evidente su preocupación. Lila asintió despacio, aún paralizada debido al susto. Escudriñó el rostro del muchacho que la sostenía. —¿Te has hecho daño? —susurró.
—Estoy bien. —se limitó a decir.
Sin poder evitar el impulso, enredó sus brazos alrededor del cuerpo de la joven, estrechándola contra él. Lila le devolvió el abrazo, aferrándose a él con el ímpetu que la situación requería.
—¡Lila!
La potente voz de Green hizo que ambos recobrarán el sentido de donde se encontraban. Separaron apresurados sus anatomías, aunque ninguno deseaba hacerlo. La muchacha fue apartada y rodeada de inmediato por un numeroso grupo de personas.
—Lila, ¿estás bien? ¿Te has hecho daño? ¡Vamos al hospital! —preguntó su hermano posicionándose frente a ella.
—No, no es necesario. Estoy bien, en serio. —respondió buscando a Tom con la mirada entre la multitud.
—Deberías ir, Lil. Eso estuvo muy cerca, quizás te ha dado en alguna parte. —sugirió Kylie.
—No, de verdad no me pasó nada. Aún deben correr la última carrera.
—Georg, corre la última carrera por mí. —pidió Green, ignorando las protestas de su hermana y obligándola a meterse en su coche.
Durante el trayecto hasta urgencias y mientras las enfermeras revisaban a Lila, el muchacho guardó silencio. Una vez que se cercionáron que la chica se encontraba en buen estado, visitaron la habitación de Brown. El pequeño estaba dormido, pero su padre aprovechó para plantar un largo beso en su frente.
[…]
De camino a casa, Green al fin habló.—¿Qué cojones, con Kaulitz? —soltó.
Lila se irguió en el asiento, tensa por los nervios.
—¿Qué? ¿Yo? Nada...
—El complejo de héroe no encaja con él. —continuó el chico, ajeno a la inquietud de su hermana. —Son las carreras clandestinas, por lo tanto, han pasado muchos accidentes y no recuerdo que él se inmutara con ninguno.
—Estuve a punto de morir, o probablemente quedar en silla de ruedas si me llega a partir el cuello. Él lo notó y me salvó la vida. —explicó Lila, haciendo énfasis en la última parte. —Es ingeniosa esa imagen de cuerpo sin alma que has creado en tu mente sobre Tom Kaulitz, pero creo que incluso él no dejaría morir a alguien.
—¿Y que pasa con el toqueteo y el abrazo? —mientras hablaba, la voz de Green iba adquiriendo más enfado. —¿Qué es lo que intenta hacer?
—¡Me salvó la vida! —repitió exasperada ante la actitud de su hermano.
—Con algún motivo oculto, eso seguro. —masculló. Quitó la vista de la carretera un segundo para mirar a su acompañante y agregar: —Mantente alejada de él, ¿de acuerdo? Si lo ves cerca tuyo, me avisas.
[…]
El sol de la mañana era opacado por nubes grises que desprendían una intensa lluvia. La enfermera llegó a la clínica para cubrir su turno, cerrando su paragüas en el momento que cruzó las puertas de entrada. Ingresó al ascensor para subir a la tercera planta. La planta de pediatría. Tom entró justo detrás de ella.La chica lo miro sorprendida hasta que las puertas automáticas del ascensor se cerraron.
—Hola, Lila. —susurró él dando dos pasos para quedar frente a ella. Utilizó sus dedos para acariciar la mejilla de la muchacha con suavidad, mirándola fijamente a los ojos. —¿Cómo estás? —preguntó con preocupación.
—Bien. —respondió poniendo su mano sobre la de él. —¿Cómo estás tú? ¿De verdad no te hiciste daño?
—No, ninguno. Estoy bien. —aseguró.
Inclinó su rostro para besar sus labios. El timbre del ascensor los alertó y tomaron distancia cuando las puertas se abrieron y quedaron al descubierto. Ambos descendieron ingresando a la tercera planta.
—Ayer cuando vi que esa rama estaba cayendo directa hacia tí... —comenzó a decir el chico, pero interrumpió su relato. El recuerdo de lo que había sentido en ese momento le quitaba el aliento.
—Gracias. —ella lo interrumpió sonriendo. —Tom, me salvaste la vida. —sus palabras tuvieron un efecto extraño. La expresión de Tom se transformó en conmoción pura, como si acabara de darse cuenta de eso. —Muchas gracias. —volvió a decir ella abrazándolo con fuerza.
Él demoró en devolverle el gesto, pero cuando lo hizo empleó con delicadeza todas sus fuerzas.
—Solo fue un acto egoísta. —susurró en el oído de la chica. La sonrisa era evidente en su voz. —Después de todo, lo único en lo que pensaba en ese momento era que prefería morir contigo a vivir sin tí.
Cuando Lila escuchó eso, se aferró aún más a él. Sintió crecer en su interior una emoción incontenible. Siempre había sido la encargada de cuidar a los demás, de hacerse cargo de las situaciones difíciles. No había conocido a otra persona que se preocupara por ella, sin contar la protección fraternal de Green. No creía posible que, alguna vez alguien estuviera dispuesto a dar todo por ella.
—Pues... Gracias por ser tan egoísta, entonces. —bromeó tratando de ocultar el temblor en sus cuerdas vocales.
—Soy yo el único que debe darte las gracias. —susurró en un tono de voz tan bajo, que Lila no llegó a entender lo que decía. Pero antes de que pudiera indagar, él continuó: —Tengo algo que decirte. —se separó de ella unos pocos centímetros y la observó.
Al verla el día anterior interactuando con los miembros del grupo de Porter, tan amigable entre ellos, por primera vez Tom deseó que Lila estuviera a su lado en las carreras. Sabía que eso era imposible, pero la escena le había provocado una frustrante inseguridad por no poder darle más que algunos encuentros a escondidas.
—Mi familia suele celebrar una comida por Pascua, y este año no es la excepción. —anunció. —Todos estarán allí. Mis padres, Nick, mi hermana y su marido. Entendería que... bueno, no me ofendería si prefirieras no asistir... —balbuceó nervioso. Lila intentó reprimir una sonrisa divertida.
—¿Estás invitándome o qué? —se burló.
El chico resopló y un pequeño rubor se expandió por sus mejillas.
—Sí. Me encantaría que vinieras conmigo, pero no hay problema si tú...
—Está bien. —lo atrajo hacia ella. —A mí también me encantaría ir contigo.