23 km.

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Lila podía afirmar con certeza absoluta que aquel era el mejor día que había vivido en mucho tiempo.

Los botes impulsados a motor se movían velozmente por el lago mientras Tom y ella los conducían. Era la primera vez que la chica manipulaba una lancha, y su compañero se había encargado de enseñarle antes de comenzar la carrera. No era igual que un coche, la chica se dió cuenta de inmediato. La potencia del motor no importaba, pues la superficie acuosa ponía resistencia a la velocidad. Debía encontrar la posición y el balance correcto del bote si quería conducir con gracia, y eso solo resultaba de la experiencia. Por eso, Tom ganó esa competición.

Cuando desembarcaron en el pequeño muelle, el muchacho tomó a Lila entre sus brazos para impulsarla fuera del bote. Pero cuando ella tuvo los pies sobre la madera, él no la soltó. La sostuvo con fuerza contra su cuerpo y se inclinó para hablarle al oído.

—Tres a cero. Creí que podías hacerlo mejor que eso, niñata.

Lila utilizo su brazo para darle un empujón y apartarlo de ella. El acto hizo reír a Tom.

—Jamás había montado en una lancha. Si tuviera más práctica probablemente te hubiera humillado. —replicó ella.

El piloto comenzó a carcajear con más fuerza aún. Lila sonrió mientras lo observaba. Incluso cuando no estaba en su faceta hostil había cierto escollo en Tom, y nunca pensó verlo demostrar hilaridad de esa forma.

—Eres muy graciosa.

—Me alegra proporcionarte tal diversión. —sonó irritada. Él la envolvió entre sus brazos.

—Eres preciosa.

[…]


El comedor del chalet era demasiado amplio para solamente ellos dos, así que optaron por comer en la mesa de la cocina. Tom insistió en hacer la comida el solo, e ignoró la propuesta de Lila de ayudarlo. Finalmente, dejó el plato con porciones de carne en la mesa. Lila lo miró.

—¿Son albóndigas? —preguntó.

—¿Cómo qué albóndigas? Son hamburguesas. —Lila elevó sus cejas.

—¿Hamburguesas? —repitió incrédula.

Entonces, Tom también inspeccionó la comida para después encogerse de hombros.

—Lo importante es el sabor. —sonrió con diversión.

Y tenía razón. La comida estaba deliciosa a pesar de no tener buena pinta. Una vez terminaron, prosiguieron el día realizando diferentes actividades en la casa. Desde excursiones en el pequeño bosque del jardín, hasta jugar videojuegos. La mejor parte para ambos, sin embargo, era cuando podían estar uno junto al otro, compartiendo momentos de tranquilidad llenos de palabras o silencios amenos.

[…]


Trascurrieron semanas de esa manera. La cercanía entre ellos era cada vez más sólida. Cómo había dicho, se veían en ciudades vecinas o en recónditos espacios de Mahogany. Pero no les importaba el lugar mientras estuvieran juntos.

Regularmente un ramo de flores era entregado por correo a Lila. Ella lo recibía con suma emoción y lo acomodaba junto a los otros, en la sala de estar de su hermano. Pronto, esta quedó decorada con la bella flora, algo que Green contemplaba con perplejidad. Entendía que aquellos regalos debían provenir de algún pretendiente que su hermana tenía, algo que resultaba extraño para él.

La enfermera volvió a su empleo con energías renovadas. Le habían asignado más niños, varios de ellos internados por accidentes. Se encargaba de otorgarles el mayor de los cuidados y la dedicación necesaria para ayudar a  recuperar su salud física y sus ánimos.

ℂ𝕝𝕒𝕟𝕕𝕖𝕤𝕥𝕚𝕟𝕠𝕤 ; 𝑻𝒐𝒎 𝑲𝒂𝒖𝒍𝒊𝒕𝒛Donde viven las historias. Descúbrelo ahora