Aquel día, la familia Kaulitz estaba esparcida por el patio trasero de su inmenso chalet, realizando diferentes actividades. El padre, ubicado en el límite del lago, se encontraba revisando la lancha para reparar el motor de la misma. Tom, se dividía entre ayudarlo y observar a la chica que, unos metros más allá, conversaba con su madre mientras colocaban los cubiertos sobre la mesa del jardín. El pequeño Nick revoloteaba cerca de ellos, escudriñando las herramientas y hablando animadamente. Al notar que no obtenía la atención de los hombres, se dirigió hacia donde las mujeres.Hacía menos de una hora que Lila había llegado, y la calidez con la que había sido recibida la hacía sentir cómoda. Nick se acercó a su enfermera y se dedicó a hablar con ella hasta que, diez minutos después, otra mujer hizo aparición en la escena.
Camille Kaulitz llegó sujetando a un hombre por el brazo y tirando de él hacia el interior.
—Lamento el retraso, Marcus se quedó dormido otra vez. —explicó echando un vistazo lleno de reproche a su marido.
Soltando a su pareja, la recién llegada sonrió con amplitud mientras se acercaba a la mesa. Abrazó a su madre a modo de saludo y sus ojos se encontraron con los de Lila, su expresión cambió a sorpresa.
—¡Tú debes de ser Lila! —exclamó separándose de la señora Kaulitz, acercándose a saludarla. —¡Ay, eres guapísima! Mi hermano me ha hablado tanto de tí...
—Nick también me ha hablado de tí. —la joven sonrió agradecida.
—No fue Nick, fue Tom. —aclaró Camille, ignorando la mano que Lila extendía y estrechándola entre sus brazos. —¡Sabía que algún día alguien lograría derretir su frío corazón! —se burló.
—Camille... —murmuró la señora Kaulitz denotando advertencia, aún así haciendo un esfuerzo por esconder su sonrisa.
[…]
Cuando tomaron asiento en la mesa, Nick y Tom se apresuraron a situarse uno a cada lado de Lila. La comida transcurrió en una charla tan amena y risueña como lo era el clima que rodeaba la situación; el cielo exhibiendo su tono azul, brillante por el sol inusual en esa época y varias nubes blancas adornando el paisaje.—Lo qué sucede es que yo soy la mayor y la única chica, por eso soy la preferida. —explicaba Camille. —Y los tres bobos que tuve por hermanos después, no pueden superar eso.
—Mentirosa. —apuntó Nick. —Todavía soy un niño, eso me hace ser el favorito de papá y mamá. —contrapuso.
—No serás un niño por siempre. —añadió Tom sonriendo. —Tu ternura se agotará y dejarás de ser el preferido. Créeme, eso me pasó a mí.
—Lila, ¿tú tienes hermanos? —indagó Camille.
En la periferia de su visión, la chica vio como Tom se erguía en el asiento, tenso. Eso logró ponerla nerviosa, así que intentó utilizar un tono evasivo.
—Solo uno, mayor que yo.
—Osea, que eres la pequeña y chica. Vaya, eso te da más puntos que a mí. ¿Te llevas bien con él? ¿Cómo se llama?
La simpatía de Camille hacía que fuera muy fácil relacionarse con ella, pero en ese momento lograba que la enfermera se sintiera incómoda.
—Si. Él... Uhm, Green. —balbuceó.
—¿Green? ¿Usáis nombres de colores? Eso es tan original... Yo tendría que hacer eso con mis hijos.
La doctora parecía estar considerando la idea seriamente, por lo que, mientras se perdía en sus ensoñaciones, su padre aprovechó para hablar.