Ecos de inseguridad

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Elizabeth.W.
Me estaba preparando para ir a casa, ahora que estaba más tranquila. Billie ya se veía más animada aunque ya le había dicho que mañana volvería para cuidarla.

Sé que yo soy parte de su sufrimiento, y que no debería ni aparecerme frente a ella, pero no puedo alejarme. La amo, y sé que he cometido un error, pero por eso estoy aquí, para sanarla. Cada vez que la miro, siento una mezcla de culpa y esperanza. Quiero redimirme, demostrarle que mi amor es sincero y que estoy dispuesta a hacer lo que sea necesario para reparar el daño.

—Amor, ya me voy, ¿sí? Cuídate y come —le digo remarcando que coma, con una mezcla de ternura y preocupación en mi voz.

—Está bien, adiós, Elizabeth —dice ella.

Me acerco y tomo su nuca, besando suavemente sus labios. Fue un corto pero encantador beso, lleno de promesas y arrepentimientos, de una conexión que a pesar de todo, aún perdura.

—Cuídate —digo, saliendo de su casa.

Al cerrar la puerta detrás de mí, siento un vacío en el pecho, como si una parte de mí se hubiera quedado con ella. Camino hacia mi coche con la mente llena de pensamientos y emociones encontradas. Cada paso resuena con el peso de mi culpa y mi amor por Billie. Sé que el camino hacia la reconciliación será largo y difícil, pero estoy dispuesta a recorrerlo por ella, por nosotras.

El viaje de regreso a casa se siente interminable. Cada kilómetro que avanzo, mi mente regresa a ese beso, a la suave sensación de sus labios contra los míos. Me aferro a ese momento como una promesa de que todo puede mejorar, de que hay esperanza para nosotras. Al llegar a casa, me recuesto en la cama, pero el sueño no llega.

Y pienso en esa noche, siempre trato de recordarlo, pero no puedo. Estaba borracha, y no voy a mentir, intenté ver el vídeo, pero nunca lo terminé de ver. No tardaba en llegarme las náuseas y el asco a mí misma.

Esa noche se ha convertido en una sombra que acecha mis pensamientos, una mancha que no puedo borrar. Cada vez que intento recordar los detalles, me encuentro con un vacío oscuro y aterrador. Me siento atrapada entre el deseo de saber la verdad y el miedo a enfrentar lo que hice. La culpa es una compañera constante, susurrando en mi oído, recordándome mis errores. Cada vez que miro a Billie, siento un nudo en el estómago, sabiendo que mi imprudencia ha causado tanto dolor.

A veces me pregunto si algún día podré superar esto, si podré perdonarme por lo que hice. La imagen del vídeo es una herida abierta que me niega la paz. He pensado en hablar con alguien, en buscar ayuda, pero el miedo a ser juzgada me paraliza. ¿Cómo puedo esperar que Billie me perdone cuando ni siquiera yo puedo hacerlo? Sin embargo, sigo adelante, día tras día, tratando de ser mejor, de demostrarle que soy digna de su amor y confianza.

Anhelo el día en que pueda mirar hacia atrás sin sentir que el mundo se desmorona a mi alrededor. Hasta entonces, cada paso es un esfuerzo consciente por enmendar lo que he roto, por sanar las heridas que he causado. Sé que el camino es largo y arduo, pero por Billie, por nosotras, estoy dispuesta a enfrentarlo, a luchar por un futuro donde esta noche no sea más que un recuerdo distante, superado por el amor y la redención.

Cierro los ojos y con los pensamientos que me asechan por fin logro caer en un sueño.

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No he dormido bien, para ser exactos, no lo he hecho ninguno de los últimos meses.

Pero voy a dejarlo atrás. Hoy veré a Billie, así que debo verme y sentirme bien. Yo soy la que tiene que ser su apoyo; ella no puede verme rota. Al levantarme, me miro en el espejo y trato de sonreír, aunque sea un poco forzado. Me digo a mí misma que hoy es un nuevo día, una nueva oportunidad para demostrarle a Billie cuánto la amo y cuánto estoy dispuesta a cambiar por ella. Me arreglo con más esmero del habitual, eligiendo ropa que sé que le gusta y maquillándome solo un poco para esconder las huellas del insomnio.

ENTRE LAS DOS Donde viven las historias. Descúbrelo ahora