Elizabeth Woldrige.
La habitación estaba envuelta en una calma tensa, como si cada palabra no dicha flotara entre nosotras, aguardando el momento de romper el silencio. Me recosté en la cama, mi mirada fija en el techo, pero mis pensamientos se concentraban en Billie, quien estaba de pie junto a la ventana, con los brazos cruzados, mirando hacia la ciudad .
Intenté calmar mi respiración, pero la inquietud me invadía. Tal vez no tenía derecho a reprocharle nada a Billie. Después de todo, fui yo quien rompió nuestra confianza cuando me acosté con otra mujer mientras éramos novias. Esa noche había sido un error, una mezcla de alcohol y desespero, pero eso no cambiaba el hecho de que había lastimado lo que teníamos.
Pero ahora... Ahora todo era diferente, ¿verdad? Aunque la duda persistía. ¿Y si Billie todavía sentía algo por él? ¿Y si él todavía la deseaba? ¿Y si hicieron algo anoche mientras yo no estaba? No era que no confiara en mi ‘novia’, pero estábamos tratando de reencontrarnos, de reconstruir algo que yo misma había destrozado, y no estaba segura de si esto funcionaría.
Billie rompió el silencio primero, su voz cortante como el filo de un cuchillo
— Si no te gusta lo que tenemos, creo que será mejor tomarse un tiempo.— Sus palabras me sacudieron, y de inmediato me incorporé en la cama, mis ojos encontrándose con los suyos
—No, no es eso. Yo… Me cuesta confiar, pero no necesito tiempo para saber que te amo.—Billie no apartó la mirada, pero había algo en sus ojos, algo herido y desconfiado que no podía ignorar
—Entonces, ¿qué es? Yo nunca tuve duda de que te amaba, pero tú arruinaste lo que teníamos.
Sentí como si me estuvieran golpeando en el pecho, el dolor de la culpa aplastándome. Me acerqué a ella, tomando su mano, pero ella no la retiró, aunque tampoco respondió a mi toque
— Eso ya es pasado, olvídalo. Esa noche estaba ebria, no fue mi intención… Yo en verdad te amo.
Billie entrecerró los ojos, su mano aún en la mía, pero sin la calidez de antes
—No sé si creerte.
Su desconfianza era como una barrera que no podía romper. Me acerqué más, buscando cualquier signo de la Billie que conocía, la Billie que me había amado una vez sin reservas. Sentí un fuego encenderse dentro de mí, esa necesidad feroz de demostrarle que aún me pertenecía, que su cuerpo y su corazón aún eran míos. No podía soportar la idea de perderla, de verla en los brazos de otro. Mis celos eran como veneno, corriendo por mis venas y contaminando cada pensamiento
—Créeme, por favor. Yo no te he decepcionado en este corto tiempo en que me diste otra oportunidad.—Billie suspiró profundamente, su pecho subiendo y bajando lentamente.
Al fin, soltó mi mano y se giró para mirarme directamente, sus ojos azules y serios
— No se trata solo de este corto tiempo. Es todo lo que ha pasado antes. Todo lo que rompiste.
Me sentí impotente, sabiendo que no podía borrar el pasado, pero deseando con todas mis fuerzas que pudiera. A pesar de todo, no me aparté de ella. Lentamente, levanté una mano y la llevé hasta su rostro, acariciando su mejilla con suavidad. Billie cerró los ojos ante mi toque, y en ese momento supe que todavía había una chispa, una pequeña esperanza de que podíamos superar esto.
—Billie... —susurré, acercándome más, mi respiración chocando contra su piel. Ella no se movió, así que me arriesgué, inclinándome hasta que nuestros labios se rozaron.
El contacto fue suave, casi frágil, como si cualquier movimiento brusco pudiera romper el fino hilo que nos mantenía conectadas. Pero cuando Billie respondió, su beso fue más firme, más urgente, como si quisiera convencerse a sí misma de que aún había algo entre nosotras que valía la pena salvar.