Aquella tarde para Belén fue eterna, tirada ahí, sobre pensando. No sabia si lo que había hecho era una decisión buena, o simplemente una cagada de las suyas. Como mencioné anteriormente, se quedó dormida en ese suelo de madera. Al despertarse no tenía ni idea de que hora era, si acaso había pasado un día entero. Estaba sudada. Decide mirar el reloj, eran las 4:35AM.
—¡Mierda! — Belén estaba completamente desorientada, ¿acaso estaba soñando? No lo sabía, solo tenía ganas de una cosa. Horrible, así era como se sentía. Su pelo daba asco, como si hubiese renacido de los muertos. Recién sacada de una tumba.
Su cabeza le daba vueltas. La rubia se dirige a la cocina, agarra un vaso, lo llena de agua y se lo bebe. Ese glorioso vaso lo sintió como si no hubiese bebido nada hace siglos. Mira los cuchillos, tenía demasiadas ganas de morirse, pero no, ese no podía ser su final. Por lo menos no en ese momento.
Seguido a eso decide tomarse una ducha, si, a plena madrugada, ¿eso importa ahora? Se sentía sucia, con ganas de llorar. Acabar con su pesadilla. Reunirse con su madre, o simplemente retroceder el tiempo unos meses atrás, cuando ella era feliz, realmente feliz, no como ahora, que una sonrisa falsa era lo que invadía su cara por completo.
Después de ducharse, se tumba en su cama. La misma que en su día albergaba felicidad, en ese instante se encontraba fría, triste. Parecía un espejo de sus propios sentimientos. Honestamente estaba tan triste que sus ojos no se abrían de lo hinchados que estaban de tanto llorar.
Una sensación de comodidad le recorrió el cuerpo a la joven, parecían siglos los que habían pasado desde que se tumbó ahí por última vez. Cerró los ojos, deseando no volverlos a abrir. Rezándole a quien estuviese ahí arriba, manejándole la vida. Dios, ¿por qué eres tan cruel? Supongo que a veces toca soportar cosas que no te tocan.
Al despertar, de aquella pesadilla hecha realidad, ya era de día. Se encontraba un poquito mejor, aunque obviamente seguía estando triste. Mira su mesilla de noche, cierra los ojos.
—¡Dios, que estén las pastillas ahí por favor! —Dice ella, deseando con todas sus fuerzas que sus drogas sigan estando donde recordaba haberlas dejado antes de decidir desintoxicarse.
Abre el cajón, no estaban sus navajas, no lograba recordar el por qué. Pero sus pastillas, bien escondidas, pero estaban. Sus manos temblaban, tenía tantas ganas que no sabía si estaba soñando o de verdad estaban sus drogas ahí.
Le daba completamente igual el agua. Cierra los ojos, y se traga tres del tirón. Le salen una pequeñas lágrimas al recordar el esfuerzo por dejarlas. Todo lo que le había costado ahora daba igual. ¿Había llegad demasiado lejos? Tan solo era una niña, aunque enfrentando situaciones de adultos, que no le tocaba experimentar. Buscando una misera luz de esperanza en algo que la estaba hundiendo aún más.
"Eso es lo que pasa cuando te enamoras" Esa era la excusa que no paraba de repetir. Pero la culpa no la tenía el amor. La tenía ella. O más bien, lo que causaron sus impulsos de niña pequeña.
Tal vez era ella el problema de todo. Tal vez si ella no siguiese viva todo sería mucho mejor. Pero esta historia tiene que seguir, ¿no? Así que después de tomarse esas sustancias se levanta de la cama. Y decide asistir al instituto. Tenía unas pintas horribles, pero su vida debía continuar.
Se hace un moño, se viste con un suéter y un chándal. Y camina hasta su escuela, entraría a segunda hora, pero por lo menos no faltaría otra semana entera. Aunque ya sabía que repetiría el curso. Era injusto, no era su culpa todo lo que le estaba pasando en un mismo año. Pero al colegio no le importaba una mierda eso.
A ella le solía encantar la escuela. Pero ya todo había cambiado. Toda empastillada entra por la puerta de la clase. Todos la miraban tan mal, pero ella decidió sentarse en su pupitre al lado de la ventana. En esa clase estaba Danilo, la miraba con una mezcla de lástima y rabia. Pero ella solo lo ignoraba, ya que si no lo hacía iba a empezar a llorar ahí en medio.
Decide prestar la poca atención que le quedaba en la lección de matemáticas, que para nada le interesaba, de hecho ni siquiera de vería de haberse movido de su cama. Pero ya estaba ahí.
Después de unas horas, en el recreo. Se sienta en un banco, a simplemente intentar concentrarse en la gente, en sus caras, que seguía sin poder ver con claridad. Pero si que podía reconocer una, que se le estaba acercando. Era Hernán.
—Che putita, ¿por qué no me la chupás en los descansos? —Dice el chico entre risas rodeado de sus amigos que le seguían el rollo.
—Dejame en paz, ¿querés? —Responde Belén ante aquella insolente pregunta. Dios, en que estaría pensando al preguntar eso. Era un completo guarro.
Hernán se ríe, y le susurra algo al amigo que tenía justo a su derecha. Todo el grupito comienza a susurrar algo, que ella no lograba entender. De repente comienzan a golpearla, hasta dejarla en el suelo. Dónde le pegan patadas en su estómago, brazos, piernas y cara. Hasta hacerla sangrar.
El uruguayo pasa por el lado, y se asoma a ver a quién estaban pegando tan bruscamente. Al ver que es Belén intenta pararlo, gritando. —¡Che, déjenla en paz pelotudos!
En aquel momento todo el dolor que tenía se le fue por completo. Alguien la estaba defendiendo. Y no era ni más ni menos que Danilo. Ese chico con el que había mantenido una relación hermosa, aunque la había cagado. Pero sentía que con ese simple gesto ya la había perdonado. Aunque no fuese para nada así.
El chico logra separar a los chicos de la rubia que tenía heridas tanto en la frente, como en los brazos y piernas.
Sánchez la sube a sus brazos, y se la lleva rápidamente al baño, a intentar limpiar sus heridas.
—Danilo... ¿Por qué haces esto? —Pregunta Belén dolorida.
—Yo todavía te quiero. Pero no puedo permitirme regresar a nuestra relación. Vos sabés más que nadie el daño que nos hacíamos. Simplemente, aunque duela, no estamos destinados. — A el joven le caen unas pequeñas lagrimas por el rostro, llenas anhelo, por algo que nunca va a poder pasar. A él también le estaba doliendo esto. Aunque lo supiese esconder muy bien.
—Volví a la falopa. — La rubia se limpia la herida de su frente mientras dice eso. Danilo, que se encontraba limpiando la herida de su brazo la mira a los ojos.
Aquellos hermosos ojos azules, que desprendían amor, cariño, y que tenían un brillo radiante. Ahora no expresaban nada, no quedaba ni un simple destello, se encontraba vacía. El amor más grande de su vida, ni ahora ni nunca, iba a estar con ella. Ni aunque se gustasen. Para ella eso le cayó como un balde de agua fría.
—¿Tanto me querés? Ya no sos capáz de expresar sentimientos, parecés estar vacía Belén, vacía. — Le recalca el chico. Esa ya no era la persona de la que alguna vez se había enamorado. Era alguien mucho más diferente. Irreconocible.
—Sos muy cruel, ¿sabés? Eso me duele.
—Es la realidad. Por muy cruel que sea. A parte no necesitas la falopa, podemos seguir siendo amigos.
—Yo no quiero ser tu amiga. Prefiero matarme antes de tener que verte todos los días sabiendo que nunca vamos a ser nada.
—Matate entonces. —Dice cruelmente el uruguayo.
La cara de la chica cambió completamente, ¿no se suponía que a él le seguía gustando también? Como era posible que literalmente le haya dicho que se suicide. En toda su dura vida, ni su peor enemigo le había dicho nada peor. Sin duda son las peores palabras que ha escuchado hasta ahora que le dicen a ella. Pero encima se lo dice el chico que más quiere.
—Increíble. — Ella rápidamente se va de ese baño, de ese colegio, y se aleja de ese chico que no quiere ver nunca más. Tenía ganas de alejarse de todos, irse a vivir a la montaña, desaparecer. O algo mucho más simple, tenía ganas de morirse.
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Espero que os haya gustado el capp
Más cortito, pero intenso.
TT: @illomeryy
El voto es gratissss
Perdón por alguna falta de ortografía
Lit son las 3am JAJDSKFJQJD y yo aquí terminando el capítulo, pero bueno.Tkm🩶🫶🏼💚
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Memorias
FanfictionBelén, la chica perfecta, Antonella, una terrible forra. Danilo se embarca en una aventura, la verdad nada fácil, y cuanto más tiempo pasa en ella, más "memorias" le atormentan. FANFIC - illomeryy