CAPITULO 16: SALIDAS

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Una semana más tarde

Belén se encontraba en su casa, calmada, pero un pensamiento rondaba por su cabecita. Su tía no le contestaba los mensajes, se estaba quedando sin dinero para comer.

De los impuestos no tenía que preocuparse, iba directo a la cuenta de su, ahora, tutora legal. Pero la comida era sumamente importante para vivir.
Y eso de que ya llevaba más de un día y medio sin probar bocado.

Era sábado, por la mañana. Las panaderías estaban repletas. Así que decide bajar y "comprar" algo, lo iba a robar no le quedaba de otra. No veía a Danilo hace dos días, no tenía ni idea de que le había pasado.

Al bajar las escaleras, muy rápido, se tropieza con un joven, más o menos de su edad.

—Che, ¿estás bien? —Le pregunta , Aguirre no le respondió, simplemente continuó corriendo, su mente estaba completamente centrada en ir a por ese pan.

Rápidamente se camufla entre la multitud de esa panadería, abre su bolsa y mete una barra de pan dentro de ella.

—¡Ey! —Grita la mujer que se encontraba en el mostrador al darse cuenta de que le han robado.

La rubia tan rápido como puede escapa de ese lugar, empujando todo a su paso, hasta que una mujer cae al suelo, no se fijó muy bien en ella, llevaba mucha prisa, así que no pudo ni disculparse.

Ella se encontraba completamente demacrada, pensamientos invadían su mente mientras caminaba por el asfalto, sucio como de costumbre.

Al subir de nuevo a su casa, el joven de antes seguía ahí, sentado en las escaleras. —¿Sos Belén? —

—Si, ¿porque me preguntas? — Aguirre se encontraba extraña, alguien que no había visto nunca, ¿preguntando por ella?

—Nada, simplemente era para decirte que recién me mudé, por si quieres comer en mi casa, mi familia quiere conocerte. No nos gusta que vivas aquí sola... — Se notaba que el chico se sentía un poco inquieto, sin saber si la había cagado o no.

Del rostro de la chica salían dulces carcajadas, últimamente no se reía mucho. —Dale, pero, todavía no me dijiste tu nombre.

Con una sonrisa en la cara, él dice. —Soy Mateo, un gusto.

Mientras que los dos se dirigen a la casa de Mateo, Belén lo observa detenidamente, tenía el pelo corto liso y muy negro, algo pecoso, era muy pálido, también tenía unos hermosos ojos verdes y una sonrisa como ninguna otra.

Por un momento se olvidó completamente de sus problemas.

Al abrir su casa, la que parecía ser la madre del chico, abrió la puerta. —¡Hola! Vos tenés que ser Belén, ¿no?

—Si, encantada.

—Yo me llamo Romina, pasen.

Ambos entran a la casa, y Mateo se la enseña. Al ser del mismo bloque de edificios tenía las mismas habitaciones, pero su decoración era mucho más nueva.

Parecía que tenían dinero, pero si tuvieran en realidad ese dinero, no vivirían en ese barrio.

Al entrar al cuarto la chica ve una gran cama, demasiado grande para el solo, y estaba lleno de posters de grupos que ella no conocía.

—Está lindo el cuarto. —Dice Belén mientras mira a todos lados, la curiosidad la invadía por cada parte de su cuerpo.

Mateo se ríe, —a ver si algún día me enseñas el tuyo.

—Dale, pero yo no soy una piba nada interesante, te aviso.

De repente la madre del chico grita, —¡chicos la comida esta en la mesa!

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