Elle:
Desde hace dos días que me lavaba las manos con más fuerza de la necesaria. Sentía que Liam me había pegado una plaga de algo.
Se creía que podía tocarme.
A la próxima, una cachetada.
-Liz, no creo que tengas ninguna infección.- Dijo Zoe apoyada en la pared, mirándome con una ceja enarcada por el espejo del lavado.
-No se sabe, estoy segura de que me envenenó con algo.- Seguía frotándome las manos como si la vida dependiera de ello.
-Un cosquilleo, no es veneno.- Cerré la canilla y me volteé para verla.
-No sé de qué hablas.
-Aja...- Tenia una sonrisita en los labios.
Suspiré y salí del baño para sentarme en la cama de mi amiga. Necesitaba que viéramos una película o algo para distraerme. Me dolían las manos de tanto lavármelas. Era un poco exagerada, pero hay que tomar precauciones, la estupidez es contagiosa.
Levanté la mirada a mi amiga, tenía una expresión extraña, como de... ¿culpabilidad?
-¿Qué?- Pregunté con el ceño fruncido, ella pareció pensar sus palabras.
-Eh...
-¿Ehh?
-Monosílabos.- Okey, eso era mala señal.
Con Zoe teníamos una manera de decir situaciones complicadas: por partes y palabras cortas. Era una especie de juego que hacíamos de niñas.
El tiempo se encargó de guárdalo, así como muchas otras cosas.
-Prometo no enojarme y consolarte si la situación lo requiere.- Declaré e hice una reverencia a forma de broma.
Cuando teníamos catorce, con este código me había dicho que le contó alguien quién me gustaba en ese momento. Yo estaba a punto de matarla cuando se puso a llorar y... ya no pude enojarme más. No era tono, mi amiga era una maestra de la manipulación, pero pude convivir con ello todos estos años, ya me acostumbré.
-Yo.-Comenzó.
-Vos.-Le respondí.
-Hice.
-Una.-Ella asintió, aceptando mi artículo.
-Estupidez.
-Contexto.
-Hablé.
-Con.
-Adam.-Eso me hizo fruncir el ceño por completo.
-Y...
-Te comprometimos.
-A...
-¡ENSEÑARLE A MONTAR A LIAM! ¡SORPRESA!.
Me quedé inmóvil.
¿Había escuchado bien?
-¿Hiciste qué?- Mi respiración era irregular.
-En realidad, fue sin intención. La cosa es que...- Comenzó a decir nerviosa antes de que me parara con una almohada en la mano y me acercara a ella.
-Voy a asesinarte.- No tardó en salir corriendo del cuarto a toda velocidad, la seguí.
Agradecí que no hubiera nadie en su casa para defenderla de mi almohada. Sus papas estaban trabajando y su hermano menor en la escuela.
Ambas corrimos por todos los lugares de aquella casa. Ella gritaba pidiendo disculpas y yo la seguía atrás con amenazas. Al final, la situación se volvió divertidísima para mí y terminé soltando aun que otra carcajada.
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La Carrera Del Tiempo
RomanceElizabeth Dangelo, la competidora de carreras a caballo del momento, tuvo un grave accidente ocho meses atrás. Montar fue sus veintitrés años de vida, pero por primera vez ya no quiere galopar. En una búsqueda por recontarse y despedirse del miedo...