Liam

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19/11/2017

15:13

Mentiría si dijera que no me molestó, iba a matar a Elle. O, al menos, eso planeaba hasta recapacitar. 

Por favor, era mí mejor.... Okey, basta de mentiras, no es mi mejor amiga.

Es la chica de la que me encontraba perdidamente enamorado.

Nuestra relación había dejado de ser una amistad hace rato y creo que ambos lo sabíamos.

No me hacía ni gracia todo lo que la gente comenzó a hablar, pero no creía que ella lo haya dicho consiente, por eso mismo estaba más que dispuesto a escucharla. Sin mencionar que en el audio podía oírse que no yacía con todos sus sentidos puestos.

Había visto a mi amiga emborracharse tan seguido que podía detectar muy bien su estado de embrides. No era que me gustara, de hecho, al parecer yo y Adam éramos los únicos dispuestos a ponerle un freno.

Zoe no me agradaba en lo absoluto, ni siquiera me sorprendía que la haya dejado sola en la fiesta. Al principio creí que no encajaban por sus distintas personalidades, más tarde llegué a la conclusión de que no es solo eso.

Fui testigo varias veces la manera en como la miraba con recelo.

No creo que no quisiera a Elle, simplemente... No lo sé, no me gustaba. Preferiría acompañarla a todos lados yo mismo si era necesario.

En conclusión, no me localizaba demencialmente enojado. Me molestaba más que la gente del pueblo manifestara su interés por mi relación con Eva. No era una maldita telenovela.

¿Saben qué es lo peor? Ellos parecían más ofendidos con la infidelidad que yo. Obviamente que no me había gustado y, está de más aclarar, que la pase horrible las primeras semanas de mi ruptura. Por otro lado, agradecía de todo corazón haber terminado con Eva porque tal vez no le fui infiel en cuerpo, pero sí de pensamiento.

Hace rato que me di cuenta de mis sentimientos por una morocha de ojos azules con un temperamento difícil. Desde la noche que me besó borracha y yo no tuve el valor para decírselo porque me vería obligado a contarle que no la aparté, que me moría por besarla.

La conocía desde los cuatro, lo sabía todo: la arruga que se le formaba en la frente al enojarse, que se ataba el pelo cada vez que se concentraba, como se raspaba la piel del dedo gordo por nerviosismo, todos los azules que podían adoptar sus ojos y múltiples cosas más.

Ni siquiera fui consiente de cuando mi cerebro recopiló tanta información de ella, lo adicto a los detalles que me volví.

Me encantaba y estaba cansado de negarlo, de fingir que ese sentimiento no existía cuando el corazón me gritaba a los cuatro vientos que dejara de ser tan cobarde.

Había muchas cosas que hablar en la fiesta y mis sentimientos era una de ellas.  

La Carrera Del TiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora