Capítulo 13

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Elle:

-¿Así que le estás enseñando a Liam montar?- Preguntó Nona mientras se metía un pedazo de carne a la boca muy sigilosamente.

Desde las cena con los Allisters las cosas habían estado algo... tensas.

No pude estar mucho tiempo enojada con mi abuela, me era imposible. Respecto a mi papá, no habíamos podido hablar sobre el tema, últimamente llegaba muy tarde del trabajo.

No lo culpaba, se acercaba el invierno y mucha gente se desesperaba por arreglar sus autos antes de salir a las calles con diez capaz de ropa.

En mi pueblo era: un calor sofocante en verano y un frio de locos en invierno. No había punto medio.

-Sí, hoy tuvimos nuestra primera clase.- En la última palabra hice comillas.

-¿Cómo fue eso?- Preguntó mamá interesada.

-Bien creo. Es un novato.- Corté la carne con más fuerza de la necesaria. Pude notar las miradas que intercambiaban el resto de mi familia.

-No pensé que le ibas a enseñar vos por voluntad propia.- Mi abuela habló con tono acusador.

She knows.

¿Cómo se enteraba de todo tan rápido? ¿Era tan obvia?

-Ya les dije, dejamos los rencores con Liam. Todo está bien.

Mentirosa.

-¿Cómo te sentís, Elle? ¿Los medicamentos funcionan?- Gracias al cielo papá cambió de tema.

No sabía que prefería, si hablar del accidente o de Liam. Ninguno a decir verdad.

¿Por qué no podíamos hablar de lo rica que sabía la carne o el clima? El clima era un buen tema, me gustaba el clima, el clima me dejaba dormir sin llorar.

¡VIVA EL CLIMA!

-Estoy bien., solo tomo cuando siento dolores. –Odiaba la forma en como me miraban, con pena.

-Si pasa muy seguido hay que ir a...

-No te preocupes, son cada tanto y, usualmente, es porque hice algún esfuerzo. Mi peroné está perfecto.

-¿Y la cabeza?

-Nona, la única razón por la estuve un tiempo en coma fue por el golpe al caer, nada más. El medico dijo que neurológicamente estoy perfecta.- Me di un par de golpecitos suaves en la cien a forma de broma. Nadie se rio.

-Diez días no son poco tiempo, Elizabeth.- Suspiré y me tiré en el respaldo de la silla. Odiaba el tono de mi mamá al usar mi nombre completo.

-Hay jockeys que pasan meses en coma o tienen fracturas mucho más graves, podría haber pasado algo peor. Los casos más horribles son cuando el caballo también se cae o cuando te pasan por arriba, eso jamás sucedió y no va a suceder.- Sentencié.

No sabía si la re confortación era para ellos o para mí.

De repente, tuve ganas de llorar.

***

Me miré en el espejo del baño, tenía los ojos hinchados.

Luego de terminar de comer y ayudar a lavar los platos, no tarde en subir a mi cuarto a torturarme con mis propios sentimientos.

Me sentía tan inútil, tan fracasada.

Quería culpar a alguien más por lo que sucedió, realmente quería creer que alguien había manipulado la montura antes de la carrera, sin embargo, aunque así fuera, yo debí corroborarla. Debí ser más astuta.

Era un deporte demasiado competitivo, no te regalaban nada, jamás lo hicieron. Menos a una mujer.

Tuve que abrirme paso en un mundo machist el cual no perdía posibilidad de rebajarme, de escupirme mierda antes de una carrera, de subestimarme. Gente que jamás aposto por mi antes de comenzar a ganar.

Sí, era la jocketa femenina más conocida mundialmente y, sí, había tenido logros grandes, pero... la triple corona era otra cosa. No se trataba de la fama, del dinero o de la valoración. Se trataba de tener un logro histórico, algo que a cualquier género le costara.

Fui confiada. Me sentía en la cima del mundo y este se encargó de recordarme lo insignificante que era, lo simple que era cambiar tu vida de sopetón.

Con el paso del tiempo entendí que el mayor defecto de los humanos es creerse dioses. Lo vi tan a menudo, lo critiqué hasta gastar mi saliva y, aun así, cometí aquel traspié.

Pegué un salto en el lugar al escuchar golpes en la puerta.

-Pase.-La cabeza de mi papá se asomó, sonreí.

Llegó el momento de hablar, pese a no tener muchos ánimos, la tensión con mi progenitor debía terminar.

-¿Cómo está mi princesa? ¿Cansada?- Negué con la cabeza y le indiqué para que tome asiento en la cama.

-En lo absoluto. Bien, te escucho.- Directo al grano, él suspiró a modo de respuesta.

-Estoy demasiado orgulloso de vos, no solo de lo que lograste, sino de la persona hermosa en la que te convertiste. Llegaste a este pueblo y vi cómo la gente aun quería verte, como se acordaban de vos con cariño, no con experiencias malas o... difíciles.- Me acarició el pelo.

-Pero...

-No hay peros, Elle. ¿Sabes lo lindo que es ver niñas diciendo que quieren ser cómo tu hija? ¿O gente juntándose en un bar para ver sus competencias? ¿O que sus amigos me pidan que le lleve algo en mis visitas?

Hace mucho no escuchaba a mi papá siendo dulce, usualmente, mi nona o mamá decían este tipo de cosas o daban muestras de afecto físico.

-No sé qué entendiste la otra noche. Comprendo que estés a la defensiva por lo de tu abuelo, pero no dejes que meta en tu cabeza como lo hizo conmigo, menos cuando no está. Deja que su humor de mierda descanse con él.- Se me escapó una carcajada mientras me enjuagaba una lágrima.

-Viejo cascarrabias.

-Hasta cuando lloras sos igual a tu abuela, lo único que heredaste mío fue el pelo oscuro. Aunque, no pienso admitirlo en frente de ella.- Me reír.

Mis papas siempre compitieron sobre a quién me parecía más. Sin más, no hay duda, soy igual a mi nona de joven.

-Sé que estás pasando por mucho y no voy a forzarte a hablar, solo... no te torturés.- Esa fue la gota que rebalsó el vaso, un sollozo escapó de mis labios antes de que pueda contenerlo.

Estuvimos unos diez minutos abrazados mientras lloraba en sus brazos. No supe en qué momento, mamá terminó uniéndose con su fragancia a lavanda.

Por primera vez en mucho tiempo, me sentí protegida.

No sabía qué pasaría mañana, si volvería a correr o no. Lo que sí sabía es que los tenía a ellos, los verdaderos amores de mi vida. 

La Carrera Del TiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora