Shameless

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Disclaimer: Los personajes, ni la música al igual que las imágenes, no son de mi propiedad, corresponde a respectivos autores. Para Mí solo la historia, creada  sin fines de lucro, sólo por mero entretenimiento.
¡Disfrútenlo!

Wicked Game

Capítulo 1  Shameless

—¡Pete! —gritó Vegas recién levantado

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—¡Pete! —gritó Vegas recién levantado. El joven guardaespaldas corrió hacia el origen del grito de su jefe.

—¿Sí, Sr. Vegas? —dijo al llegar, aún con una pistola a un lado, listo para neutralizar cualquier amenaza.

—Ah, pero sí aquí estás... —El joven de pelo negro cruzó la habitación, vestido solo con los pantalones de dormir. Su pecho desnudo y su melena azabache enmarañada.

Se detuvo frente a Pete, como si pudiera leer sus pensamientos. — Debió  quedarse detrás de la puerta—pensó.

Desde que fue transferido internamente por la familia principal, ahora su lealtad pertenecía a la segunda familia y especialmente a Sr. Vegas.

Su deber era asegurar su seguridad  e integridad física.

Hace aproximadamente 11 meses que trabaja en la mansión de Khun Gun.

Desde hace tres meses, se rumorea que la mafia italiana tiene una queja contra la segunda familia.

—Bien, llegaste a tiempo. Has cumplido, aunque raramente, con tu papel de guardaespaldas— Se quejó Vegas.

Y es que Vegas le enviaba señales confusas a Pete, en muy raras, rarísimas ocaciones Vegas suele ser amable con él Pete, incluso vio su rostro lleno de preocupación cuando Pete contaría un resfriado y a pesar de ello, estaba a primera hora para cumplir con su trabajo.

Pete esbozó una sonrisa deslumbrante, y Vegas pensó que Pete siempre parecía feliz, sin importar la situación.

—Siempre cumplo, Vegas, pero el hecho de que no lo veas por ser un idiota, me está afectando.

Vegas rodó los ojos y sonrió maliciosamente. Se dio media vuelta, agarró lo primero que encontró en la mesa y se lo lanzó a su guardaespaldas, golpeándolo en el estómago. Pete se quejó.

—Pero esta habitación no dice lo mismo, Pete. Mira qué desordenada está... —Recogió una caja y pasó los dedos sobre la mesa, que no estaba tan limpia como él quería.

—Pero, ¡si la sirvienta vino esta mañana mientras tú roncabas como un cerdo!

—Pete, tu forma de hablar no es digna al dirigirte a tu jefe —le reprochó. En el fondo le gustaba. Era imposible aburrirse con Pete y sus expresiones. Le gustaba jugar con su guardaespaldas. A veces la cólera crecía en él, pero siempre se disipaba.

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