Trouble

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Vegas sintió cómo un vacío comenzaba a llenarlo por completo. Pete yacía inconsciente en sus brazos; aún no estaba  muerto, pero si no actuaba pronto, podría estarlo en cuestión de  horas.

Tenía que buscar ayuda de inmediato, pensó en  recurrir a Kinn y la Primera Familia con sus médicos y recursos hospitalarios. No le importaba pedir auxilio, a pesar de su renuente desprecio por y hacia su primo; la vida de Pete dependía de un hilo ahora.  Pero no contaba la forma de llegar o informar por algún medio.

Había salido de la Mansión en secreto por él, pero ¿para qué? Ahora, su situación se complicaba aún más.

Sin teléfonos, lejos de la ciudad....

Vegas no podía quedarse con las manos atadas en estos momentos, debía hacer algo y ahora.

Rasgó un trozo de la camisa de Pete y lo usó para detener la hemorragia, aunque sabía que era solo una medida temporal.

Con cuidado, levantó a Pete, apoyándolo sobre sus brazos.

—Agárrate, Pete— susurró a su guardaespaldas inconsciente. Las lágrimas habían cesado, pero sus ojos seguían empañados. Maldijo entre dientes al ver que su motocicleta había desaparecido o había sido destruida por los hombres de la mafia.

Optó por no perder tiempo ni energía en maldecirlos. Avanzó por la carretera cuando escuchó disparos a lo lejos.

Era de nuevo aquellos hombres.

Y así comenzó la persecución.

Vegas saltó al otro lado, sorteando pendientes empinadas. Una rama bloqueó su paso y tropezó, haciendo que Pete cayera de sus brazos y rodara por el suelo. Se reprendió, maldiciendo su mala suerte.

Se puso de pie con esfuerzo, ignorando los rasguños de las ramas sobre su piel. La prioridad era Pete. Lo encontró más adelante, inmóvil cerca de un arroyo.

Corrió, dejando atrás a sus perseguidores.

Al ver el rostro de Pete cubierto de tierra, con una herida en la mejilla y sudor en la frente, supo que la fiebre no tardaría en llegar.

—Debo apurarme...—

—Qué tonto fuiste— murmuró, aunque sabía que Pete no podía escucharlo. — Si hubiera sido más inteligente, no estaríamos aquí—No quería asumir la culpa, pero tampoco quería perder a su mejor guardaespaldas.

—Perdóname, Pete. Lo siento mucho...— susurró, abrazando al joven inconsciente. Vegas sitio frío mientras él ardía en calor.

Siguió adelante, consciente de que los hombres de la mafia los perseguían. No podía permitirse otro encuentro con ellos.

El bosque se oscurecía rápidamente. Las copas de los árboles filtraban el frío, haciendo temblar a Vegas. Maldijo nuevamente, protegiendo a Pete con su chaqueta negra, aunque sus movimientos eran torpes.

Mantuvo un paso rápido pero firme. Sabía que tardaría horas en llegar a la avenida y tendría que hacer paradas estratégicas. Pero lo peor era la ausencia total de transeúntes o vehículos.

La idea de refugiarse en una cueva con un fuego tenue lo impulsó a apurar el paso. Prefería descansar de noche, pero también prefería haber dejado atrás el lugar donde fueron atacados.

Pete se agitó en sus brazos.

—Tranquilo, Pete. Estoy aquí,— le aseguró, deseando haberle dicho esas palabras mucho antes.

Manteniendo la vista fija en el sombrío bosque, Vegas evitaba enfrentar la mirada de Pete. No era por desdén ni rabia, sino por el abrumador sentimiento de culpa que lo invadía.

Wicked GameDonde viven las historias. Descúbrelo ahora