Stranger

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Con una melancolía silenciosa, Pete se deslizaba por las callejuelas adoquinadas y sombrías de Florencia, escoltado en silencio por sus atentos guardaespaldas que vigilaban discretamente su entorno.

Era su primera salida desde que había dejado atrás el hospital austero y la opresiva mansión en Lucca. Aunque la constante presencia de vigilancia le ofrecía un poco de seguridad, esta también sumaba a su sensación de estar atrapado y vulnerable.
Pete detestaba sentirse débil y frágil.

Levantó la vista al cielo mientras continuaba caminando.
El atardecer teñía el cielo con un cálido resplandor anaranjado, bañando las antiguas fachadas renacentistas en una luz nostálgica y triste mientras él y sus guardias avanzaban hacia la famosa Piazza della Repubblica.

Por dentro, Pete ansiaba hallar un instante fugaz de paz, un breve respiro para liberarse de la tormenta reciente que había trastornado su vida.
Sus ojos agotados exploraban la plaza en busca de un rincón tranquilo donde encontrar un poco de calma.
De repente, a unas calles, apareció alguien: un hombre alto con cabello oscuro que le caía hasta los hombros y rasgos orientales que contrastaban con su piel pálida.

Pete apenas tuvo tiempo de reaccionar antes de que este tipo se plantara frente a él, casi tropezando.

—Disculpa —murmuró el desconocido, inclinándose y levantando las manos con sus gafas torcida por el golpe. Hablaba en inglés con un leve acento extranjero, pero su voz tenía una calidez familiar que dejó a Pete impactado.

Se miraron a los ojos. En esos ojos oscuros, Pete notó un brillo de reconocimiento, como si ya se conocieran de otro lugar o tiempo.

—¿Estás bien? —preguntó Pete con una ligera sonrisa, incómodo cuando sus guardaespaldas intervinieron abruptamente, asustando al hombre que había chocado con él sin querer.

—Mil disculpas, no vi por dónde iba.
Pete escudriñó el rostro del desconocido, sintiendo una conexión inesperada con él.

El hombre inquieto ajustó sus gafas temblorosas.

—Lo siento...
Pete sonrió comprensivo.

—No te preocupes. Yo también debería haber prestado más atención.
El silencio entre ellos era cómodo, lleno de preguntas sin voz y una sorprendente sensación de familiaridad.

El universo parecía haberse detenido un instante, dándoles un respiro en medio del bullicio urbano.
—¿Estás bien? —indagó el hombre, analizando preocupado la expresión de Pete.

—Sí, estoy bien. Gracias —respondió Pete sinceramente, apreciando la genuina preocupación del extraño.
Los guardaespaldas observaban atentos, preparados para proteger a Pete como si fuera un tesoro.

El hombre se disculpó una vez más antes de desviarse hacia una pequeña cafetería cercana.

—Si necesitas hablar con alguien, estaré allí —dijo, señalando la cafetería antes de desvanecerse entre la multitud.

Pete lo observó alejarse, intrigado por el encuentro. Un impulso repentino lo llevó a seguir al hombre hasta la cafetería.
No solo necesitaba un café, sino también calmar su curiosidad sobre el extraño.

Se sentía atraído como por una fuerza magnética, similar a la descrita en novelas.

La voz y el rostro del hombre resonaban en su mente.
El tentador aroma del café recién hecho llenaba el aire cuando Pete entró en el pequeño local. El hombre estaba en la barra, haciendo su pedido en italiano fluido.

Sin embargo, no volteó a verlo.
Pete se acercó silenciosamente, manteniendo su sigilo para no llamar la atención.
Pero al ver al hombre disfrutando de su café, Pete se detuvo abruptamente. Tal vez no era el momento adecuado para hablar con él.
Por sentido común, decidió que no era prudente acercarse de esa forma a un desconocido.
¿Qué diría Lucca?
Con una mezcla de curiosidad y cautela, decidió retirarse y dejar que el misterio del encuentro permaneciera intacto, al menos por ahora.
Mientras Pete abandonaba discretamente la cafetería, el hombre de rasgos orientales sonrió para sí mismo, satisfecho. Había estado acechando a Pete por esas calles, y como dice el refrán, "la tercera es la vencida". Su plan de reencontrarse con Pete había funcionado.
Ese encuentro fortuito no había sido casualidad. El hombre llevaba un tiempo siguiendo los pasos de Pete, esperando el momento oportuno para cruzar su camino. Y ahora, al ver a Pete alejarse, sentía una profunda satisfacción por haberlo logrado.
Cuando Pete volvió a las calles florentinas, acompañado por sus guardaespaldas, una sensación de familiaridad lo invadió. Era como si una pieza perdida de su pasado hubiera encajado de nuevo, aunque aún no entendía cómo ni por qué.
Sin darse cuenta, Pete empezó a observar su entorno con más detalle, en busca de cualquier señal de aquel enigmático hombre. Tenía la certeza de que sus caminos se cruzarían de nuevo, y esta vez estaba decidido a desentrañar el misterio de esa conexión.
Mientras tanto, el hombre de rasgos orientales se alejaba con una sonrisa complacida, consciente de que el próximo encuentro no tardaría mucho en llegar. Había despertado la curiosidad en Pete, y ahora solo restaba esperar a que esta germinara en un reencuentro lleno de significado.
La tensión e intriga impregnaban el ambiente, y Pete ansiaba descubrir los secretos ocultos tras ese evento. Algo dentro de él le indicaba que su vida estaba a punto de cambiar para siempre.

Continuará.

Wicked GameDonde viven las historias. Descúbrelo ahora