CAPITULO 1: NIGHT ZIS

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Disfrutaba alegremente de la suave brisa de verano mientras el sol se escondía, allí se encontraba un joven de cabello oscuro y ojos brillantes mirándome con una sonrisa de oreja a oreja, caminaba con delicadeza por la orilla con un brazalete amarillo en su muñeca. Se detuvo para apreciar las olas del mar hasta que una de las criaturas blancas lo arrastró siete metros sobre la arena para luego abalanzar su cuerpo frente al mar, levantó su cabeza y la estrechó contra la arena caliente para finalmente llevárselo.
Corrí rápidamente tras ellos pero era demasiado tarde— ¡No! —grité agudamente con los ojos llorosos. Caí de rodillas con una punzada en el corazón.

Despertaba agitada de otra terrible pesadilla, observé a lo lejos lo que alguna vez había sido todo paz y claridad.
Le acomodé a Guisela un rizo castaño que caía sobre su frente, ella apenas abría un ojo para luego volver a dormir profundamente.
Uno de mis compañeros despierta con el cabello alborotado y rascándose un ojo pregunta— ¿Ya deberíamos irnos?
— En unos minutos, Gless. Ya casi amanece.
— De acuerdo.
Nos dirigíamos hacía el Oeste. Las terribles criaturas semihumanas KSK atacaban más seguido al Norte, en consecuencia debíamos cambiar de sitio de forma constante.
Al rato nos pusimos en marcha y viajamos a pie durante unas cuantas horas.
— ¿Crees que él nos ayudará? —preguntó Guise.
— Confiemos en que sí, aunque sabes como es...
— Raro.
— Esa palabra le queda corta.
— Probablemente —río ella.
De repente un grito desgarrador nos puso en alerta, parecía de una mujer adulta.
— Continúen caminando en absoluto silencio y abran bien los ojos, podría ser un KSK —dije con mi voz autoritaria con la mirada clavada a los árboles.
Nos desplazamos unos 30 metros hasta que notamos a la distancia el cuerpo colgado de una mujer de rostro puntiagudo de unos 40 años, le faltaba una pierna y tenía cortes en el pecho derramando sangre por el resto de su piel bronceada.
Corrimos velozmente ya que nos encontrábamos cerca del refugio al que nos dirigíamos.
Se oían cada vez más fuerte los singulares ruidos de KSK. ¿Cuántos eran? ¿1, 5, 20? Nunca se podía estar seguros. Ya estaba anocheciendo, nuestra regla era jamás pelear de noche, era demasiado arriesgado.
— Dense prisa, muchachos —dije agitada.
Llegamos.
Era un refugio que pertenecía a la familia materna de mi primo Entrick.
— ¿Todos están bien? —pregunté en general.
— Si —respondieron en conjunto.
— Aquí estaremos a salvo.
— Que fuerte tener que ver esa horrible escena. Pobre mujer —suspiró Toño agitado.
Minutos pasaron y el ambiente se tranquilizó. Acomodamos nuestras armas en un rincón y comimos frutos qué encontramos en el camino. Luego me dediqué a apreciar los retratos familiares.
— Vivi aquí un tiempo cuando era niño, esta llena de recuerdos —expresó Entrick.
— ¿Ella quien es? —señalé a una joven rubia del retrato.
— Era una vieja amiga de mi infancia.
— ¿Qué sucedió con ella?
— Desapareció hace muchos años.
La mayoría de nuestros familiares y amigos habían desaparecido o sido asesinados por las criaturas pálidas del Sur, los descendientes de los antiguos dragones Fauri: Los KSK. Llevábamos años en guerra y parecía no tener fin. Al principio estábamos seguros en el Norte pero todo había cambiado.
— ¿Necesitas algo, mi líder? —preguntó Toño acercándose con lentitud.
— Estoy bien, solo necesito que descanses un poco.
— Ya descansé lo suficiente, mi hija.
— Esta bien. Sabes que me preocupo siempre por ti.
Toño, la figura paterna del grupo. Todos le teníamos mucho aprecio. Era un hombre sabio, fuerte y confiable.

Después de una feroz tormenta, nos pusimos en marcha para retomar nuestro destino. En el camino recolectamos más frutos y llenamos nuestras cantimploras con agua del río.
Gless afilaba su cuchillo, presentía que algo malo sucedería. Esto no era bueno.
Una hora más tarde encontramos una lanza cerca del río, sabíamos que significaba.
— Clan Nigzis —dije por lo bajo.
Los hermanos Mevra era la única familia numerosa sobreviviente en el grupo. Gless, Emi, Gaona, Facu y Iaru. Permanecían adelante con la cabeza bien en alto y pasos perfectamente sincronizados. Trabajaban muy bien en equipo.
— Ya casi llegamos. —comunicó el mayor, Gless.
Este tomó su hacha, ojeó hacía todas direcciones antes de atravesar el puente, nos dió señales de aprobación y lo cruzamos.
— Sean silenciosos que estoy seguro que el Clan Nigzis está cerca —dije precavida.
Tomé del brazo a mi mejor amiga, Guisela, para cruzar juntas.
Repentinamente se escucha un sonido de uno de los arboles que se localizaban delante nuestro. Gless pone un dedo sobre sus labios para callarnos y avanza unos metros solo.
Se oye otro ruido del árbol paralelo. Comenzamos a acercarnos en su dirección con nuestras armas en mano.
Un chico de ojos rasgados y melena oscura se aproxima al mayor de los Mavre a gran velocidad para atacarlo con una espada plateada. Facundo, que se encontraba detrás de este, saca su daga y detiene al desconocido. Gless lanza una patada al muchacho que hace alejarlo unos metros de ellos.
Se asomaron unos seis chicos vestidos de morado amenazando con ballestas y garrotes.
— ¿Qué es lo que quieren? —rompió el hielo uno de ellos.
— Queremos ver a su líder.
— ¿Qué necesitan?
— Su ayuda para ir al Sur —dije avanzando hasta donde se encontraba parado mi compañero, él intentó avanzar aún más y lo detuve.
— ¿Al Sur? —habló por fin el primer chico que vestía una armadura un tono mas claro que sus compañeros.
El muchacho río y guardó su espada.
— Dudo que mi líder deseé ayudarlos.
— Luketi —crucé mis brazos y cambié la cara a una más sería— Conozco a tu líder.
Sus compañeros seguían con sus armas en mano al igual que los míos. Di la señal para que las bajen y me acerqué frente a frente al joven.
— ¿Quién eres tú? —solté con fluidez.
— Decano de Nigzis. Xanix.
— Xanix —miré al resto de su grupo que se encontraban apuntándome con sus armas— Por favor.
— ¿Por qué querrían ir al Sur? —levantó una mano y su gente en seguida bajaron sus armas, me analizó de arriba abajo y añadió— Es un suicidio.
— Hay que detener esta guerra —contesté con firmeza.
Los chicos se miraron entre ellos, tenían hombros y brazos grandes, y mantenían una buena postura todo el tiempo. Xanix sostenía su mirada en mí casi sin pestañear, sin emitir una sola palabra.
— Escucha Xan... — no alcancé a terminar que se escuchó un silbato agudo a los lejos, este puso en alerta al grupo.
— Debemos irnos, ahora. —expresó un muchacho de cabello rosado.
Xanix se quedó inmóvil unos segundos y finalmente anunció— Ven con nosotros.
— Gracias —susurré.
Con un gesto di señal a mi escuadrón de que los siguiéramos.
Gless frunció el ceño pero obedeció mi orden y solo se dignó a decir— En marcha, hermanos.

— Xanix, ¿qué está sucediendo? —dije agitada mientras corríamos esquivando árboles.
— Es una alarma de que KSK o un Clan enemigo se avecina. Debemos prepararnos y dirigirnos al campo.
¿KSK? Carajo... ¿Justo ahora, en serio?
Luego de correr varios metros llegamos a una multitud de personas donde logré apreciar a un peculiar pelirrojo de ojos azules, en su mano izquierda portaba una espada.
— ¿De dónde conoces a Luketi? — preguntó curioso Xanix.
— Fuimos amigos hace un tiempo.
— Esperemos que aún tenga algo de confianza en ti.
— ¿Raksey? —sonrió el pelirrojo de oreja a oreja con una cara psicótica.
— Lu.
— Hace años no se nada de ti, supongo que si estás aca es para pedirme algo... me temo que no es el mejor momento, cariño —habló casi riéndose el joven Líder de Nigzis
— ¿Qué está pasando?
— Se aproxima el Clan del Este junto a KSK.
— ¿El Clan Argen?
— Efectivamente. Al parecer algunos son tentados a convivir y obedecer a esas bestias con tal de protección.
— Tiene sentido.
— No son más que unos traidores a la humanidad.
Guisela reconoció al muchacho de cabello rojo y lo vigilaba en silencio con desconfianza.
— ¿Qué hacemos? —preguntó Gless.
Luketi lo fulminó con la mirada y contestó en tono burlón— Tienes tres opciones fortachón: luchar con nosotros, observar o volverte a tu casa.
A Gless no le causo nada de gracia. Sinceramente parecía un grupo con personas decentes, en excepción de su líder que era un loco de remate. Toda su vida había sido un bufón, incluso en los momentos más serios no podía evitar burlarse o hacer chistes sin gracia.
— ¿Cómo este sujeto era alguien poderoso? Es un imbecil —pensé.
Gless ordenó a Guisela que cuide a Iaru. Ella asintió.
— Basta hermano —dijo Iaru decepcionada— Ya no tengo 10 años.
— Tienes 16, que es casi lo mismo — respondió Gless dándole golpecitos en la cabeza.
Ella colocó su garrote al hombro y miró enojada al resto del grupo. No le agradaba que la traten como si fuera la más débil.
Unas cuatro mujeres se dirigían casi marchando hacía Luketi.
— Un kilómetro, hay que prepararnos de inmediato —expresó la chica más alta de cabello negro.
— Gracias, Haein.
— A sus ordenes, mi señor.
Ellas eran hermosas, tenían una delicada piel oscura con cabellos trenzados. Sus armaduras y cascos magníficos eran de un color uva con detalles en negro, guantes a juego. Llevaban arcos color cobre. Hablaban entre ellas mirándonos con inquietud.
— ¡Ubíquense! —gritó Luketi, volteó hacia nosotros y levantó una ceja— Xanix, hazte cargo de los invitados.
Nuestro ahora aliado nos llevó hacía uno de los refugios cercanos y trató de explicarnos el plan con rapidez.
— Presten atención, el Clan que se aproxima viene directamente a matar, no tengan piedad. Ellos lucen armaduras color azul marino, no se confundan porque son hombres muertos.
— ¿Por qué los atacan? —pregunté curiosa.
— El líder de los Argen pertenecía a nuestro clan en el pasado, era la mano derecha de Luketi. Cuando este intentó aliarse con los KSK, por supuesto que Luke lo echó. Elias se unió a los dragones y desde entonces somos clanes enemigos.
— Entiendo.
— Si, ellos eran buenos amigos... — dijo apenado— Tú y tu equipo rodeen el bosque y ataquen desde atrás. Hay armas y armaduras en aquellos baúles —señaló a unos metros de él— Tú, ven conmigo. —Xanix tomó del hombro a Gless— Voy a necesitar al hombre mas fuerte.
El Nigzis se acercó a mi, tomó mi mano y dejó en ella un pequeño puñal.
— Cuídate.
Miré de reojo a Gless y luego a Xanix.
— Gracias, nos vemos pronto. —dije titubeando.
Fuimos en seguida en busca de nuevas armas, armaduras, cascos y escudos.
Tomé uno de los arcos y guardé flechas en el carcaj.

En las Montañas del FauriDonde viven las historias. Descúbrelo ahora