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Christina había tenido un día desastroso. Recordaba cómo, esa misma mañana, se subió al autobús repleto, apenas pudiendo moverse hasta que, con esfuerzo, logró bajar y se arregló el cabello desordenado. Al llegar a la empresa, había cometido el error de enfrentarse con su jefe sin siquiera saber quién era, perdiendo así la oportunidad laboral que tanto había anhelado. Con el ánimo por los suelos, fue a una tienda de moda, confiada en su conocimiento sobre el tema, solo para acabar echando a perder una venta importante con su sinceridad brutal.

Ahora, sentada en la sala de su apartamento, Christina sostenía una taza de mate con una expresión de profunda preocupación en su rostro. Sus ojos estaban fijos en el vacío, repasando una y otra vez los eventos del día. En ese momento, Nikolay entró y, al verla, la saludó:

—Hola, princesa, ¿cómo te fue en tu primer día de trabajo?

Christina respondió con amargura:

—Podría ser mucho mejor sin esa mujer obesa. No entiendo cómo esas vacas gordas van a las tiendas de moda.

Nikolay se sentó en el sofá, mirando el rostro contraído de Christina.

—¿De qué tienda de modas hablas? Te habían contratado en una agencia de publicidad —dijo, confuso.

Christina recordó y miró a Nikolay con pesar.

—Pues sí, pero tuve que dejarlo. —Continuó lamentándose—. Si no hubiese ido esa vaca, estaría con su trabajo.

Nikolay la miró sorprendido, sin saber qué decir. Finalmente, analizó sus palabras y preguntó:

—Ah, ¿tenías trabajo en una tienda además de la agencia?

—No, tuve que dejarlos —respondió Christina, abatida.

El rostro de Nikolay cambió, su expresión se endureció.

—¿Te despidieron? —preguntó, tratando de contener su enojo.

—No, me fui yo. No me despidieron —respondió Christina, sintiéndose atacada.

Nikolay se levantó, claramente enfadado.

—Eres una buena para nada —le dijo, antes de irse a recoger su camisa—. Eso hubiera dicho mi abuela. No sabes cocinar, no puedes traer dinero a la casa. ¿Cuánto tiempo voy a tener que seguir manteniéndote?

Christina se paró, enfurecida.

—¡Tú me llevaste aquí! —gritó—. Y puedo sobrevivir sin ti, sin tu abuela.

Nikolay, iracundo, replicó:

—¡La que tiene que irse eres tú!

Con esa última palabra, Christina tomó sus maletas y salió del apartamento. Mientras caminaba, con lágrimas de frustración y rabia en los ojos, unos hombres en la calle comenzaron a acosarla:

—¿A dónde vas, mami? —dijo uno.

—No camines tan rápido —agregó otro.

—Si quieres, puedes venir conmigo —insistió un tercero.

Christina no les prestó atención y continuó caminando. A sus espaldas, oyó una voz, pero no giró la cabeza. De repente, sintió a Nikolay corriendo hacia ella.

—¡No te vayas! —le gritó.

—¿Por qué te importa tanto a dónde voy? —respondió Christina, sin detenerse.

—No tienes a dónde ir —dijo Nikolay, jadeando—. ¿Volverás a casa de tu padre?

—Eso no es tu problema —replicó Christina, apretando los dientes.

Mi Reino por un Amor©© (COMPLETA✓)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora