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Christina decidió salir con sus amigas a una famosa y exclusiva tienda en el corazón de Moscú. La tienda estaba llena de prendas elegantes y costosas, un paraíso para las amantes de la moda.

Mientras recorrían los pasillos repletos de ropa de diseñador, Christina encontró un vestido amarillo muy ajustado que le llamó la atención. Entró al probador para probárselo y, al mirarse en el espejo, sonrió con satisfacción. Le gustaba cómo se veía, realzaba sus curvas y su tono de piel.

—¿Qué te parece? —preguntó Christina, saliendo del probador y mostrándose ante sus amigas.

Una de sus amigas, siempre franca, la miró con una mezcla de admiración y crítica.

—Es bonito, Christina, pero está un poco ajustado, ¿no crees? —dijo, señalando cómo el vestido se ceñía a su cuerpo.

Justo en ese momento, una dependiente de la tienda se acercó a Christina con un vestido negro en la mano.

—Disculpe, señorita. Tal vez le gustaría probarse este vestido también. Es muy elegante y está en oferta —dijo la dependiente con una sonrisa.

Christina miró el vestido y frunció el ceño con arrogancia.

—¿Estás bromeando? Este vestido no es de mi talla y además es de la temporada pasada. ¿De verdad crees que voy a usar algo así? —replicó Christina con desdén, entregando el vestido de vuelta a la dependiente.

La dependiente, visiblemente incómoda, se retiró en silencio. Christina se volvió hacia su amiga, todavía molesta.

—Nunca hay buen servicio al cliente en Moscú. Es increíble —dijo, rodando los ojos.

Su amiga intentó calmarla, sugiriendo que siguieran buscando.

—Vamos, Christina. Hay muchos más vestidos que podrían gustarte. No dejes que esto te arruine el día —dijo, tratando de cambiar el tema.

Christina asintió, aunque aún un poco irritada. Siguieron recorriendo la tienda, buscando algo que realmente le hiciera sentir especial para la noche importante que su padre había mencionado.
Christina y sus amigas continuaron explorando la tienda, que estaba llena de pasillos amplios y bien iluminados. Los estantes estaban adornados con ropa de diseñador, desde vestidos elegantes hasta conjuntos casuales de alta gama. Cada rincón de la tienda exudaba lujo, con detalles de mármol, espejos dorados y una suave música de fondo que creaba una atmósfera sofisticada.

Mientras caminaban, sus amigas seguían curioseando y probándose diferentes prendas. Christina, aunque aún molesta, trató de sumergirse en la experiencia de compras.

—¿Cómo es realmente Natasha? —preguntó una de sus amigas mientras se detenía a mirar un vestido de seda azul.

Christina, con el ceño fruncido, miró a sus amigas antes de responder.

—Natasha es lo peor. Es una interesada —dijo, con una mezcla de disgusto y desdén.

Sus amigas intercambiaron miradas curiosas.

—¿Por qué lo dices? —preguntó otra amiga, levantando una ceja mientras examinaba una blusa de encaje.

Christina se cruzó de brazos y explicó con franqueza.

—Desde que llegó, ha estado cambiando todo en la casa, como si fuera suya. Mi padre dice que es para mejorar el lugar, pero yo sé que solo quiere gastar su dinero. Y para colmo, me enteré de que ella es quien lo ha influenciado en cosas como comprar arte carísimo. Es ridículo —dijo, su voz llena de frustración.

Las amigas de Christina escuchaban atentamente, mostrando preocupación y simpatía.

—Debe ser difícil para ti, Christina. Quiero decir, después de todo lo que pasó con tu madre... —dijo una de ellas, con un tono comprensivo.

Christina asintió, sintiendo una punzada de dolor al recordar a su madre.

—Exactamente. Es como si intentara borrar todo lo que mi madre hizo por la casa. Y mi padre simplemente lo permite. Es como si Natasha lo tuviera completamente bajo su control —añadió, dejando escapar un suspiro de frustración.

Las amigas de Christina intercambiaron miradas de solidaridad mientras seguían revisando los estantes llenos de ropa elegante. Vestidos de terciopelo, abrigos de lana y accesorios brillantes colgaban en perchas, cada prenda más lujosa que la anterior.

—Bueno, estamos aquí para ti, Christina. Y si Natasha es tan mala como dices, seguro que tu padre se dará cuenta tarde o temprano —dijo una de ellas, tratando de consolarla.

Christina agradeció el apoyo de sus amigas con una sonrisa débil.

—Gracias, chicas. De verdad. A veces solo necesito desahogarme —dijo, volviendo su atención a las prendas en exhibición, intentando disfrutar del tiempo con sus amigas a pesar de sus preocupaciones.

Siguieron caminando por los pasillos, deteniéndose para admirar vestidos de gala con lentejuelas, elegantes trajes de noche y modernos conjuntos de diseñador. Los colores vibrantes y los cortes sofisticados capturaban su atención, ayudándoles a distraerse de las preocupaciones del día.

A medida que exploraban la tienda, Christina intentaba dejar de lado sus inquietudes y disfrutar del tiempo con sus amigas, apreciando la moda y la compañía en medio del lujo de la boutique.

Una de las amigas de Christina comentó que tenía hambre, así que decidieron dirigirse a un restaurante cercano. Caminando por las calles de Moscú, encontraron un lugar elegante, conocido por su refinada cocina y su ambiente exclusivo. El restaurante estaba lleno de gente bien vestida, disfrutando de sus comidas en mesas adornadas con manteles blancos impecables y arreglos florales delicados. La decoración era lujosa, con candelabros de cristal colgando del techo y una iluminación suave que creaba una atmósfera íntima.

—Quiero champán —dijo una de las amigas, mirando el menú.

Christina asintió con entusiasmo.

—Yo también quiero champán. Y más si mi padre Alexei paga —dijo con una sonrisa traviesa.

Se acomodaron en una mesa junto a una ventana con vistas a la bulliciosa calle. El camarero llegó rápidamente para tomar sus órdenes. Optaron por el champán más costoso del menú y una variedad de platos exquisitos.

La comida y las bebidas llegaron, y las amigas comenzaron a disfrutar de su almuerzo. El champán fluía libremente, y la botella se vació rápidamente.

—Necesitamos otra botella —dijo Christina, llamando a la mesera, quien se acercó con timidez.

—Disculpe, señorita. ¿En qué puedo ayudarle? —preguntó la mesera con voz suave.

—Necesitamos otra botella de champán. Y rápido —dijo Christina, con un tono de arrogancia.

La mesera, un poco nerviosa, asintió y fue a buscar la botella. Al regresar, Christina la observaba con impaciencia. Mientras la mesera intentaba servir la copa, Christina, impaciente, le quitó la botella de las manos. En el proceso, la copa se volcó y el líquido cayó sobre el vestido de Christina, arruinándolo.

—¡¿Qué has hecho?! —gritó Christina, furiosa. —¡Llama al gerente, ahora!

La mesera, temblando, llamó al gerente, un hombre de mediana edad con expresión preocupada. Se acercó rápidamente a la mesa.

—Mis disculpas, señorita. Lamento mucho lo ocurrido —dijo el gerente.

Christina, aún enojada, lo miró fijamente.

—Despidan a esta mesera, o el despedido será usted —dijo con frialdad.

El gerente, asustado, asintió y se disculpó de nuevo. Christina y sus amigas se levantaron para irse, dejando el restaurante en un silencio incómodo.

Mientras caminaban por la calle, una de sus amigas rompió el silencio.

—Te comportaste muy grosera, Christina. No fue culpa de la mesera —dijo, tratando de razonar con ella.

Christina, aún molesta, se cruzó de brazos.

—Me arruinaron la noche. No puedo creer lo incompetente que era esa chica —dijo, sin ceder.

Sus amigas intercambiaron miradas preocupadas, sabiendo que Christina estaba muy alterada, pero decidieron no presionar más el tema. Continuaron caminando, esperando que el mal humor de Christina se desvaneciera con el tiempo.

Mi Reino por un Amor©© (COMPLETA✓)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora