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Christina salió de paseo una tarde soleada, buscando un respiro del torbellino de emociones que había estado enfrentando en casa. Caminó por las calles familiares de su vecindario, observando a la gente y disfrutando del aire fresco. Cuando dobló una esquina, se encontró de frente con Marlieses e Ivanna.

Sus amigas se acercaron rápidamente, con sonrisas de alivio y arrepentimiento en sus rostros.

- ¡Christina! - exclamó Marlieses, extendiendo los brazos para un abrazo.

Christina, sorprendida, levantó una mano deteniéndola.

- ¿Qué hacen aquí? - preguntó con frialdad, su voz cortante.

- Hemos estado tan preocupadas por ti - continuó Ivanna, con una voz cargada de sinceridad. - Todo esto fue un gran malentendido. Queríamos ayudarte, pero salió mal. Fue por tu bien, de verdad.

Christina entrecerró los ojos, su expresión endureciéndose.

- ¿Por mi bien? - replicó, su tono lleno de incredulidad y resentimiento. - ¡Traidoras! Con amigas como ustedes, ¿quién necesita enemigos?

Marlieses e Ivanna se quedaron sin palabras, sus rostros mostrando una mezcla de culpa y desesperación.

- Christina, no era nuestra intención lastimarte - dijo Marlieses suavemente. - Solo queríamos que vieras...

- ¡No quiero escuchar excusas! - interrumpió Christina, dando un paso hacia atrás. - Todo esto ha sido una traición. Confiaba en ustedes y me utilizaron como si fuera un experimento.

Ivanna trató de acercarse, con lágrimas en los ojos.

- Christina, por favor, perdónanos. Solo queríamos...

- No hablen más - dijo Christina, su voz temblando de ira contenida. - Necesito tiempo para procesar todo esto. Por ahora, no quiero verlas ni escucharlas.

Dicho esto, Christina se dio la vuelta y se alejó, sus pasos firmes resonando en el pavimento. Marlieses e Ivanna se quedaron de pie, mirándola alejarse con la esperanza de que algún día su amiga pudiera perdonarlas.

Los preparativos para la boda de Alexei y Natasha comenzaron con una energía renovada en la casa. Desde temprano, la residencia estaba llena de movimiento y actividad. Los organizadores y decoradores llegaban con cajas y más cajas de adornos, telas y flores. El jardín, con su césped perfectamente cuidado y sus setos bien recortados, estaba siendo transformado en un espacio de ensueño.

El sol brillaba intensamente, iluminando las mesas cubiertas con manteles blancos de encaje que se disponían en el jardín. Encima de cada mesa, los arreglos florales empezaban a tomar forma. Las peonías, las flores favoritas de Christina, llegaron en grandes ramos. Eran de un rosa pálido y blanco, con sus pétalos suaves y perfumados. Los floristas las colocaban con esmero, asegurándose de que cada detalle estuviera perfecto.

En el interior de la casa, la sala principal se había convertido en un centro de operaciones. Las paredes estaban decoradas con guirnaldas de flores y luces parpadeantes. En una esquina, una mesa grande estaba cubierta con muestras de menú, vajillas elegantes y listas de invitados. Natasha, con su vestido sencillo pero elegante, supervisaba todo con una sonrisa tranquila.

Christina y Natasha estaban en la cocina, rodeadas de cajas de decoraciones y muestras de postres. Natasha se volvió hacia Christina, su mirada llena de gratitud.

—Christina, ¿puedes creer todo esto? —preguntó Natasha, señalando la actividad a su alrededor—. Nunca pensé que planear una boda sería tan complicado, pero también tan hermoso.

Christina, que había estado ayudando a organizar las flores, sonrió. —Es mucho trabajo, pero valdrá la pena. Me alegra que mis peonías estén aquí. Siempre me han parecido tan elegantes.

Mi Reino por un Amor©© (COMPLETA✓)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora