12: Sukuna de la doble cara

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De inicio, Yuji lo sintió acercarse y no dio crédito. Pensó que eran fantasías suyas, consecuencia de haber invocado su nombre y su presencia con tanto ardor.

"Lo imagino hasta en mi dominio", pensó.

Quimera o no, se giró en el trono justo a tiempo para quedar cara a cara con Sukuna.

—¡Yuna!

Algo dolió en el interior de Yuji.

El despecho se le clavó en el corazón incluso antes de que pudiera entender lo que había ocurrido. Fue todo por la expresión de Sukuna. Había habido una esperanza y una felicidad desbordadas en sus cuatro ojos rubí. Jamás se le había visto tan contento, dichoso. No obstante, cuando Sukuna lo reconoció, toda la dicha desapareció de su cara y fue sustituida por una terrible desolación.

Yuji se dio cuenta de que Sukuna no había anticipado encontrarlo allí, de que esa expresión esperanzada y cálida no había sido para él, sino para alguien más.

—¿Quién...? ¿Quién es Yuna? —murmuró.

Hubo un silencio muy largo. Sukuna se echó un paso hacia atrás y el lirio rojo que había estado pisando se irguió a medias. La mayoría de sus pétalos estaban arrugados o maltratados, el tallo quedó lastimado.

Yuji insistió:

—¿Quién es Yuna?

—Alguien que murió hace mil años.

En la era Heian.

Sukuna descendió unos metros por la pila de huesos. Se sentó dándole la espalda. De forma ociosa arrancó los pétalos de una flor madura y los fue arrojando hacia el frente. Los pétalos se curvaban en el aire, dibujando espirales descontroladas; unos aterrizaban a sus pies y otros casi alcanzaban el agua.

Los brazos y las piernas de Yuji hormigueaban. No podía levantarse del trono. Una parte de él quería correr o prepararse para luchar, sin embargo, otra parte se mantenía allí, acobardada y herida. Se llevó una mano al corazón. ¿Por qué se sentía lastimado? No entendía. ¿Cómo era posible que una persona muerta siglos atrás pudiera evocar esa expectación y optimismo en el Rey de las Maldiciones? ¿Cómo era posible que la expresión de Sukuna se hubiera agriado tan rápidamente al verlo?

—Esto no es real —murmuró. Tenía que ser un sueño. Quizá se había quedado genuinamente dormido sin darse cuenta y estaba teniendo una pesadilla. Razonando en voz alta dijo—: No eres real. No puedes estar en mi dominio.

—Éste siempre ha sido mi dominio interno, mocoso. Seguimos compartiéndolo.

Algo todavía más hondo y recóndito punzó de agonía en el interior de Yuji, porque Sukuna no lo llamó "mocoso" con el desprecio de antes ni con el cariño de últimas fechas, sino con una resignación que partía el alma.

Recordó el tono con el que Sukuna había pronunciado ese otro nombre —Yuna— y lo sintió clavarse en su pecho como una lanza.

¿Estaba... celoso? En realidad nunca había sentido celos y, si le hubieran preguntado, Yuji habría dicho que no era celoso. Eso creía. No obstante, el dolor en su corazón tenía que significar algo, ¿o no?

Sukuna seguía arrancando y arrojando pétalos.

Me quiere, no me quiere, me quiere...

¿Sukuna lo quería?

Yuji apretó los brazos del trono hasta resquebrajarlos y hacer saltar astillas. Ni siquiera sabía si valía la pena sentirse así. ¿De qué estaba celoso? ¿De una mujer muerta? Y ellos dos, él y Sukuna, ¿qué eran, a fin de cuentas? En su imaginación podían ser mil cosas —novios, amantes, esposos—, pero en la realidad no había nada definido, ni siquiera una triste nota que le pusiera nombre a lo suyo o...

Los ojos del rey (JJK SukuIta ff)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora