El timbrazo del teléfono resultó tan discordante que Yuji se estremeció y se preparó para pelear. Cuando por fin lo reconoció por lo que era, bajó los hombros.
Ambos se dirigieron a la cocina. Se plantaron ante el teléfono rojo.
—¿Vas a contestar? —preguntó Sukuna.
Yuji apretó los labios y meneó la cabeza. Podía ser una llamada de una compañía comercial o podía ser alguien que conociera a los dueños de la casa. De cualquier manera, no le convenía levantar el teléfono y que alguien del otro lado de la línea escuchara su voz.
El teléfono dejó de sonar.
Se quedaron allí un rato, encarando el aparato —Sukuna con indiferencia, Yuji con algo de ansiedad. Pasó un minuto entero y el teléfono no volvió a sonar. Dando el asunto por zanjado, Sukuna rebuscó en la alacena hasta encontrar unas galletas de arroz y empezó a comerlas. Yuji persistió ante el teléfono, taladrándolo con la mirada. Tuvieron que pasar otros dos minutos antes de que se sintiera tranquilo y soltara un suspiro de alivio. De pronto se le ocurrió algo. Mirando a Sukuna, le preguntó:
—¿Quieres aprender a usarlo?
Le enseñó a marcar el número del pronóstico del clima y de la hora. Le mencionó su propio número de teléfono.
—¿Por qué el tuyo es más largo que los otros? —preguntó Sukuna.
—Porque los números de información y emergencias tienen que ser fáciles de aprender. Y los números de las personas... Bueno, tienen que ser más largos para que no se repitan.
—¿Ese número es sólo tuyo?
—Ajá.
—Dímelo de nuevo.
Yuji volvió a decirle su número (el que recuperaría una vez que consiguiera otro celular) y le dio la impresión de que Sukuna estaba tratando de memorizarlo. No imaginó ninguna situación en que fuera necesario que el Rey de las Maldiciones lo llamara, sin embargo, se sintió emocionado al pensar que un día de estos podría contestar y escuchar la voz de Sukuna del otro lado.
De forma ausente se preguntó qué había hecho para merecer no sólo su indulgencia e indiferencia, sino su interés. Antes, Sukuna lo consideraba un cero a la izquierda. Ahora quería aprenderse su número de teléfono.
Le dieron ganas de abrazarlo, impulso que contuvo a fuerza de pura voluntad. Con todo y todo, no pudo evitar inflarse de alegría y sonreír. Sukuna le pellizcó una mejilla y pasó de largo, buscando un vaso de leche para acompañar las galletas.
—Ouch. —Yuji se frotó la mejilla, que le había dolido de una forma muy particular. Buscó su reflejo en el tostador, se miró en un ángulo y en otro. Tenía algo en la cara.
Fue hasta el espejo del baño. De pronto reclamó en un grito:
—¡SUKUNA!
Le había dejado la cara llena de chupetones. Ni las peleas lo hacían lucir tan amoratado.
Regresó a la cocina dando trancos, sus puños apretados. Halló a Sukuna sentado en un banco, con las piernas extendidas y los tobillos cruzados. Cómo no, el maldito estaba sonriendo, a sabiendas de su bajeza.
Yuji se señaló el rostro y reclamó:
—¡Hazlos desaparecer!
Le había curado lo demás, pero no el rostro. Y se veía... indecente, sucio. No sabría describirlo, sólo sabía que no le gustaba.
Sukuna se metió una galleta a la boca. Mascó sin perder la sonrisa y, al final, dijo:
—No te sientan mal.
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Los ojos del rey (JJK SukuIta ff)
FanficLuego de tragar todos los dedos de Sukuna, Yuji es incapaz de contenerlo y el Rey de las Maldiciones encarna en un cuerpo propio. Movido por un capricho, Sukuna lo deja vivir, pero pronto descubre que no podría matarlo aunque fuese el único deseo de...