13: Dos forajidos

635 78 22
                                    

Yuji fue el primero en tocar el tema. Lo hizo ese mismo día, luego de regresar a la casa. Mientras Sukuna sacaba platos y cubiertos, él estaba terminando de preparar el almuerzo. El insight lo golpeó tan de pronto que se estremeció y habló sin pensar.

—Tengo que regresar a Tokio —dijo Yuji. Se aferró al borde de la estufa, aunque ésta se encontraba caliente—. Algún día... tengo que regresar a casa.

A sus espaldas, el clinc clanc de los platos y las cucharas había cesado. Luego de un momento de silencio, Sukuna respondió:

—Lo sé.

Yuji aflojó los hombros. Si bien Sukuna no sonó entusiasmado por el regreso a Tokio, al menos no trató de persuadirlo para que se convirtieran permanentemente en forajidos. Porque eso eran: forajidos. Yuji ya no se sentía justificado por sitiarse en esa casa. Lo que había visto de Sukuna en últimas fechas ya no lo afirmaba a él como el noble mártir que estaba manteniendo a la bestia a raya. No era ningún héroe abnegado. A esas alturas de la vida se sentía más bien como un cómplice.

¿Y cuál sería la reacción de sus amigos y profesores al verlo aparecer felizmente junto a Sukuna? Ése era un problema que no había previsto. Si a él le costó cambiar la percepción que tenía del Rey de las Maldiciones, no podía esperar menos de los otros.

Fushiguro le iba a dar un golpe en la cabeza.

Pensó en Tsumiki. ¿Seguiría en la misma condición? Ojalá pudiera simplemente llamar y preguntar.

Llamar y explicar.

Rayos. ¿Cómo iba a explicar todo esto? Sukuna me conquistó en menos de dos semanas, no es tan malo como parece, denle una oportunidad.

Suspiró y sirvió la comida. Tendría que pensar en algo.

Hundió el rostro en el plato de sopa, como si fuese a encontrar la solución entre cucharada y cucharada.

—Antes de regresar a Tokio quiero buscar el palacio. O lo que quede de él —dijo Sukuna.

Yuji lo miró con cejas alzadas.

—No eres el único —dijo Sukuna— que debe volver a casa para ordenar sus asuntos.

—Oh... Está bien.

Eso fue todo lo que dijeron por un rato. Aunque ambos habían expresado la necesidad de dejar esa casa, ninguno hizo planes concretos. Y aunque no sonaban particularmente ansiosos de hacer esos viajes, tampoco pusieron pretextos para retrasarlos.

"Vaya forajidos", pensó Yuji. Quizá eran renegados simplemente por las circunstancias, no por convicción, y eso significaba que había esperanza. Volvió a hundir el rostro en la sopa y comieron en silencio.

Al cabo de un rato Sukuna comentó:

—Será el 80% el día de hoy.

—¿Uh?

—Mi energía maldita... No te arrodillaste a rogar.

Yuji miró sus platos. Ya casi terminaban de comer. No queriendo regresar dos pasos atrás y considerándolo innecesario, encogió los hombros y dijo:

—Ah, lo olvidé. Estaba pensando en mis amigos.

—Los echas de menos.

Yuji asintió.

—Quiero verlos, pero tengo miedo de su reacción. Me da miedo que acaben peleando contigo.

—Eso depende enteramente de ellos.

—En realidad no —le reprochó Yuji.

—Los voy a apalear tanto como necesiten —dijo Sukuna, terminando lo último de la sopa. En un murmullo, añadió—: Excepto a Gojo Satoru. Parece el tipo de hechicero que no entiende lo que es suficiente.

Los ojos del rey (JJK SukuIta ff)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora