Héritier [Libro #1]

07. El banquete de la reina viuda.

Muchos recuerdan el banquete del año 387 como la declaración de guerra entre la reina Leia y el favorito del rey, el brujo anjhe Taehyung. No se halló registro oficial de un discurso de odio entre ambos, pero sí una distinción visible que sirvió para que se les asignase un nombre a sus ya marcados bandos. En la reina, se reconoció su corona bañada en oro y rubíes, junto a su ya conocido vestido rojo de Phalles. En el joven brujo, por su lado, se le designó la posesión de un hermoso anillo de zafiros adornando su mano derecha. Esto sirvió para que se convirtiera en hábito hablar sobre «los dargrots» y «los gormbluhes» para referirse, respectivamente, a los seguidores de la reina y el brujo. Ambos términos derivados del respectivo lenguaje secreto que utilizaba el favorito del rey para informarle a su padre sobre los movimientos dentro de palacio.

Del libro Anatomía de un imperio, escrita por el historiador J. MINJOON.

Año 387, febrero

El rey estaba furioso. Eso pudieron descifrarlo los escribas que lo acompañaron en la sala del trono cuando se mantuvo dando órdenes a sus soldados y hombres de confianza para la realización de algunas actividades en los pueblos aledaños a la capital. Su semblante, oscuro en la mayoría de ocasiones, esa tarde era mucho más frívolo. No se había presentado en el almuerzo, junto a su esposa y madre, como era habitual; ni tampoco se le vio paseando por los jardines de palacio como usualmente ocurría cuando se encontraba con bajos ánimos. No. El rey se había mantenido toda la tarde en su alcoba, esperando tal vez alguna respuesta del exterior o leyendo meticulosamente los libros que su fiel servidor Minseok le había llevado esa misma mañana.

Las sirvientas estaban preocupadas por ese inusual cambio en su humor, pero ninguna se atrevía a cuestionar si existía alguna razón detrás de su enojo y solo se encargaban de llevarle los alimentos u objetos pedidos alrededor de las horas. Era la única manera de ver al rey, después de su encierro, pero ninguna visita bastó para satisfacer la curiosidad de los lacayos, quienes se preguntaban qué había ocurrido en todas esas horas para que su amo se encontrara tan disgustado.