00. La historia de un reino llamado Gwangju.

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Se cuenta que, después de la guerra de los mil años, donde un poderoso imperio cayó derrocado por fuerzas malignas y alejadas del recuerdo humano, se situó un nuevo amanecer dentro del pequeño continente del mar del Este. Hombres y mujeres decidieron acabar con las enemistades, disolviéndose como un solo imperio y pregonando sus propias costumbres, leyes y religiones. El Gran Reino del Este, que hasta entonces había permanecido unido por la gracia misma de un líder olvidado, se dividió en pequeñas regiones que terminaron convirtiéndose en pequeños reinos con sus propios gobernantes y pobladores. Tal cambio no fue extraño, pues en todo el mundo había ocurrido situaciones similares, siendo este el comienzo de una nueva era, manteniendo como acontecimiento de guía, en el conteo de los años, la Gran Separación del Mar del Este.

Leyes se pregonaron, hombres nacieron y murieron, tierras se expandieron, pero ningún hito fue tan importante como el Pacto de Paz entre el reino de Gwangju y el clan Kim, un grupo pequeño de brujos que logró llegar hasta las orillas del gran reino del norte para pedir ayuda. Este tratado, firmado por el mismísimo rey y el líder del clan de aquel entonces, no solo le sirvió para tener el miedo de los otros reinos, sino también para brindarle a la familia real Jung el heredero que tanto necesitaron en una época crucial de su existencia.

El año 387 fue el comienzo de la época dorada del reino de Gwangju, pues las líneas de sangre que antes se habían pintado de azul, solo por la herencia de la corona, ahora habían adquirido un tono mucho más oscuro, junto a habilidades ocultas que evaporaron a diferentes enemigos sin oportunidad de rendición, llevando a Gwangju a expandirse con tanta facilidad que el Gran Reino del Este pareció resurgir una vez más, con la única diferencia de que ahora lo hacía bajo el mando de una dinastía que se erigió en el período de gobierno del rey Hoseok.

Hoseok, llamado El Gran Príncipe Heredero sus primeros dieciséis años de vida, no era diferente a otros reyes que habían gobernado Gwangju. Tal vez, era un poco más fuerte que su antecesor y mucho más estratégico que su abuelo en cuanto a batallas. Era también tan apuesto como los hombres que habían nacido en su Casa y su fortuna era mucho mayor a la de cualquier rey de la región. Con apenas diecisiete años tuvo que ascender al trono, tras la inesperada muerte de su padre en batalla. La coronación se dio con tanta urgencia que no podía ni siquiera recordar algún momento importante de dicho evento, pues en su mente solo estaba el despojo de uno de sus territorios y la reconstrucción de una nación que parecía arder en llamas a causa de su rey muerto.

El rey Hoseok, quien se distinguía por ser el único con su nombre, no tuvo tiempo ni siquiera de tener la misma reacción temerosa de cualquier joven de su edad ante un destino incierto. Se obligó a madurar más rápido que cualquiera y, gracias a su habilidad para crear estrategias que su padre le había inculcado desde muy joven, fue capaz de devolverle el golpe a sus enemigos y también de recuperar el territorio que se le había arrebatado a su reino.

Héritier [Libro #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora