Los hermanos Pevensie

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Editado 22.12.17

La menor de la familia Pevensie corría atreves de la calle sin fijarse en los carros. Entonces un carro dio un frenazo y pito.
-Ten mas cuidado, nena - dijo el señor del carro.
-Perdón -dijo ella. Mientras, su hermana mayor se encontraba en un puesto de periódicos hasta que un chico se le acerco.
-¿Estudias en Saint Finbar verdad?- le dijo el.
-Así es -contestó ella
-Te he visto.... Siempre esta sola
-Si, me gusta que me dejen en paz- dijo en forma de indirecta. Trataba de ser amable pero en realidad quería que ese chico se alejara.
-Yo también- Susan empezaba a impacientarse. ¿Cómo le decía a ese chico, de forma amable, que no quería hablar con el?
-¿Cómo te llamas?
-Phillips- contesto como mentira piadosa
-¡Susan!- grito Lucy, su hermana menor-. Más vale que vengas a ver esto- Susan miro al chico por ultima vez y luego tomo sus cosas y corrió detrás de su hermana. La pequeña la guió por la estación de trenes hasta que se toparon con un grupo de muchachos y muchachas viendo algo que no estaba a la vista de ellas. Caminaron atreves de la multitud hasta que vieron a su hermano mayor, Peter Pevensie, en una pelea con otros dos chicos, ellos parecían llevarle la delantera. Luego al lado de Lucy, la pequeña de los hermanos, apareció otro muchacho dispuesto a entrar a la pelea.
-¡Edmund!- grito, pero el la ignoró. Era el hijo varón más pequeño. Entre Lucy y Susan. Parecido a sus hermanos, solo que sus ojos eran de un café profundo. La pelea continuo hasta que unos soldados detuvieron ambas partes de la pelea.

-De nada - dijo en forma de reproche Edmund. Acababa de sentarse en la orilla de una banca con Peter a su derecha y mas allá Lucy y Susan.
-Lo tenia controlo- le respondió el mayor.
-¿Y esta vez porque fue? - Pregunto Susan.
-Me empujo
-¿Y por eso le pegaste?- preguntó la menor con preocupación
-No- siguió explicando el mayor-. Luego me dijo que le pidiera disculpas.... Ahí lo golpee.
-No te costaba darle la espalda e irte- dijo Susan con los brazos cruzados
-¿Por qué debo hacerlo?- inquirió molesto Peter-. ¿No están cansados que los traten como niños?
-Somos niños- le reprocho Edmund.
-Pero no siempre lo hemos sido -dijo y se volvió a sentar-. Ya paso un año cuanto mas nos hará esperar
-Creo que debemos aceptar nuestras vidas aquí, es inútil pensar otra cosa- dijo Susan. Pero entonces se dio cuenta que el mismo chico de los periódicos se acercaba. Bufo en silencio y luego se dirigió a sus hermanos. -Finjan que hablan conmigo - les dijo
-Estamos hablando contigo -dijo Edmund y ella le contesto fulminándolo con la mirada. Si Peter les hubiera estado prestando atención seguramente los habría regañado, pero el se dedicaba a ver una pelirroja que lo saludaba.
-Peter, ¿Qué haces?- cuestiono su hermana menor.
-Oh, nada - dijo algo sonrojado-. Mejor deberían preguntarle a Edmund-. Y era verdad, Edmund miraba perdidamente a una rubia, que lo miraba con cierta picardía.
-¿Cómo es que alguien los encuentra atractivos?- pregunto con burla Susan. Edmund desvió la mirada al oír a su hermana
-Lo mismo que ese chico te ve a ti- dijo refiriéndose al mismo chico de los periódicos, que por ahora se dedicaba a mirar a Susan. Susan le dio una mirada de odio a su hermano y este sonrió gracioso.
-¡Auh! -dijo Lucy y se levanto de la banca.
-Cállate, Lu -le dijo su hermana. -Algo me pellizco
-Oye, basta -dijo Peter hacia Edmund.
-Yo no te toque- le respondió este. Después Susan y Edmund se levantaron con la misma excusa. Algo los había pellizcado.
-Parece magia - le dijo Lucy a su hermana.
-¡Tómense las manos! -grito Susan. Tomo la mano de Lucy y luego la de Peter.
-¡No pienso hacer eso! -le respondió Edmund, también con gritos.
-Solo hazlo -le dijo Peter y le tomo la mano. Parecía que un tornado azotaba la parada de trenes, pero nadie parecía notarlo además de ello. Un tren empezó a pasar enfrente de ellos, pero no parecía tener tenia intención de parar. En unos momentos la parada de trenes desapareció. Las bancas, los trenes y las personas ya no estaban. Y ahí estaban. En la orilla del océano, todo para ellos. Habían vuelto a Narnia. Ambas hermanas se miraron con sonrisas picaras y salieron corriendo hacia el agua, seguidas por Peter y Edmund.
-Lastima que no seas tan rápido como yo, Ed- le dijo Peter.
-El último que llegue pierde- grito Lucy. Los cuatro se quitaron sus suéteres, mochilas, zapatos y chalecos antes de entrar al mar. Ya en el, los chicos se divertían, se tiraban agua y reían. Habían extrañado mucho estar ahí.
-¡Ed! -le grito su hermana mayor cuando vio que miraba un punto fijo, bastante desconcertado.
-¿Ed?
-¿Donde creen que estemos? - pregunto Ed.
-¿Tu donde crees?- le respondió su hermano con sarcasmo.
-Es que yo nunca vi ruinas en Narnia - los cuatro hermanos se quedaron viendo las desconocidas ruinas.
-Hay que ir a averiguar- dijo el mayor.

Ya en aquellas ruinas, las cuales eran desconocidas, pero al mismo tiempo se sentía un aire familiar.
-¿Quién creo que habito aquí?- pregunto Lucy a su hermana.
-Creo que nosotros -le respondió ella. Habia encontrado un pequeño artefacto de oro, una pieza de ajedrez con exactitud.
-Oye eso es mío- le dijo Edmund apareciendo-. De mi juego de ajedrez.
-¿Qué juego de ajedrez? - pregunto el hermano rubio, llegando de el lado contrario por el que había llegado Edmund
-No tengo un juego de ajedrez de oro solido en Flinchley ¿o si?- le contesto Edmund.
-No puede ser -preocupada y alterada, corrió Lucy hacia el centro de las ruinas.
-¿No lo ven?
-¿El que? -la cuestiono Peter.
-Imagina muros -le dijo a su hermano-, y columnas ahí - dijo colocando a Susan a la izquierda de Peter- y un techo de cristal - le dijo a Edmund.
Y así en sus posiciones, el mayor dijo con tristeza: -Cair Paravel

Las Crónicas de Narnia: Los telmarinos que salvaron NarniaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora