Rhaenyra no sabía por qué, pero ella estaba en el Trono de Hierro, con la corona de su padre reposando en su cabeza. Su cuerpo era diferente, o eso podía apreciar; su cintura era más gruesa y su pecho más grande, sobresaliendo en su vestido, el cual era rojo como la sangre y con un toque de negro en la falda. Sus manos aún tenían anillos, pero llevaba más de los que recordaba, aunque desde la guerra los había dejado de usar porque eran incómodos en batalla. Además, el Trono de Hierro pinchaba sus dedos, los cuales tenían sangre. Varios jóvenes Targaryen la miraban, quizás esperando órdenes."Reina Rhaenyra. ¿Qué hará con mi hijo y con el suyo?" preguntó una omega ya mayor, con un vestido verde y una expresión de preocupación. Era Alicent Hightower, pero adulta.
"Alicent?" Rhaenyra miró fijamente a la omega. ¿Qué había pasado? ¿Estaba soñando?
"Mi esposa sabrá qué hacer", dijo un joven de cabello platino y ojos lilas profundos, con el cabello corto hasta los hombros. Junto a él había dos niños: una niña y un niño, y en sus brazos el omega llevaba a un bebé. ¿Quiénes eran? ¿Y por qué Rhaenyra sentía aprecio por ellos?
"Yo propongo que castigues al tuerto", dijo Daemon con desdén. Estaba a unos metros cerca del Trono de Hierro, junto a él había un joven hermoso, un alfa con el cabello platino pero largo y ojos lilas oscuros. Al lado de Daemon había un niño de unos ocho años con la misma apariencia valyria.
Rhaenyra, curiosa por saber a quién se refería, miró a dos jóvenes que estaban allí: uno tenía el cabello oscuro y ojos azules, con el emblema de los Martell en su pecho. ¿Quién era? A su lado había un joven de apariencia valyria también, pero le faltaba un ojo...
"Rhaenyra..." dijo Alicent.
"Rhaenyra..." volvía a repetir su nombre sin parar. ¿Cómo podría callar a esa voz que se sentía tan distante? Quizás debía levantarse del trono. Rhaenyra se levantó del Trono de Hierro y bajó apresurada; debía parar esa molesta voz que la llamaba insistentemente.
"Rhaenyra..." esa era la voz de su padre.
"Rhaenyra..." la voz de Daemon sonaba como un lamento.
"Rhaenyra... perdóname, voy a cuidarlos, lo prometo..." la voz de Laena.
"Princesa Rhaenyra... la amo... no me abandone..." la voz de Harwin.
Rhaenyra se sentía abrumada por las voces que la llamaban sin parar. Alicent, su padre, Daemon, Laena, incluso Harwin, le repetían su nombre una y otra vez, de manera desesperante e inconsolable.
Desesperada por callar esas voces, Rhaenyra se levantó del trono de hierro apresuradamente, bajando con prisa. Pero con cada paso, el trono se hacía más largo, como si se estuviera alejando de ella. Rhaenyra caminaba cada vez más rápido, intentando escapar de esas voces que la atormentaban.
"Rhaenyra... Rhaenyra..." resonaban en su cabeza, llevándola a un estado de angustia y confusión.
Cuando finalmente creyó poder alcanzar el final del trono, su vestido se atoró en una de las espadas afiladas. Rhaenyra perdió el equilibrio y cayó sobre el trono, sintiendo cómo una de las espadas se clavaba en su estómago.
El dolor fue instantáneo y agudo. Rhaenyra quiso gritar, pero su voz se quedó atrapada en su garganta. La desesperación la invadió mientras sentía la sangre brotar de la herida, manchando su vestido y el trono...
Rhaenyra abrió los ojos lentamente, abrumada por la presencia de tantas personas a su alrededor. Sirvientes y maestres, algunos de ellos rostros conocidos y otros completamente desconocidos, la observaban con alivio y asombro. En un rincón de la habitación, Alicent se encontraba de rodillas, con los ojos cerrados, rezando.
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Los omegas de Rhaenyra [Daemyra + Rhaenicent + Rhaegon]
RandomCuando tenía quince años, aún no había manifestado mi género, y en un mundo donde solo un alfa podía ser el heredero al Trono de Hierro, esto planteaba un desafío. Sin embargo, mi padre, Viserys Targaryen, un alfa dominante, rompió años de tradición...