Rhaenyra Targaryen irradiaba alegría con cada paso que daba, sus movimientos eran ligeros, casi danzantes, mientras se desplazaba por los pasillos de la fortaleza roja. Cada tanto, reía y giraba con las sirvientas en un juego espontáneo, arrancándoles sonrisas mientras las guiaba en una especie de danza improvisada. La felicidad que sentía desde su reciente boda con Harwin Strong era evidente, y parecía que se había olvidado del resto del mundo.
Cuando lo veía, no podía evitar correr hacia él, saltando y abrazándolo con toda la fuerza de su amor. Sus labios buscaban los de Harwin, a veces depositando besos suaves en sus mejillas, y otras veces capturando su boca en un beso. A pesar del poco tiempo que llevaban casados, su vínculo era intenso, y Rhaenyra se aseguraba de mantenerlo cerca en todo momento.
Cada vez que montaba a Syrax, Harwin estaba a su lado, y si necesitaban viajar, él se acomodaba detrás de ella, sus manos sujetando su cintura con confianza. La felicidad de Rhaenyra se reflejaba en la forma en que lo colmaba de regalos. Vestidos y túnicas de las telas más finas, adornadas con los colores de la casa Targaryen, llenaban su guardarropa. Aunque Harwin rara vez usaba las joyas que le regalaba, Rhaenyra insistía en comprarle más.
El apego de Rhaenyra hacia Harwin era tan profundo que casi había olvidado a su otro omega, Laenor Velaryon, quien pasaba la mayor parte del tiempo encerrado en sus aposentos, apartado del bullicio de la vida en la Fortaleza Roja. Laenor, aunque respetado, no recibía la misma atención de su esposa, quien parecía no tener ojos para nadie más que para Harwin.
Mientras tanto, Alicent Hightower se resistía a dejar la capital. Aunque sabía que debía irse a Rocadragón con sus hijos, siempre encontraba una excusa para posponer la partida. El rey Viserys, que entendía el dolor y la preocupación de su esposa, le permitía quedarse un poco más, prolongando su tiempo en la Fortaleza Roja. La tensión entre las dos mujeres crecía, al igual que la brecha entre Rhaenyra y Laenor, mientras la princesa se sumergía más y más en su amor por Harwin.
El príncipe Daemon Targaryen seguía en la Fortaleza Roja, acompañado por su hijo, el pequeño Aegon III. Aegon había comenzado a conquistar el corazón del rey Viserys, quien disfrutaba enormemente de la compañía de su sobrino. Tanto era su afecto que había invitado a Daemon a instalarse nuevamente en la Fortaleza Roja, esta vez con la compañía de Lady Laena Velaryon, su alfa. “Puedes vivir aquí con tu hijo y con Lady Laena, Daemon. La Fortaleza Roja es su hogar tanto como lo es mío,” le dijo Viserys con una sonrisa cálida.
Pero Daemon no tenía ninguna intención de quedarse. La idea de residir bajo el mismo techo que Rhaenyra y su nuevo omega, Harwin Strong, era algo que le incomodaba profundamente. Aunque no lo admitiera abiertamente, Daemon sentía una punzada de celos cada vez que veía a su sobrina tan unida a Harwin. En su mente, aún guardaba la esperanza de encontrar un momento a solas con ella, de revivir una cercanía que, para él, nunca había desaparecido. Sin embargo, Rhaenyra siempre estaba al lado de Harwin, y Daemon se encontraba constantemente frustrado, sin oportunidades para hablar con ella en privado.
Sin otra alternativa, Daemon empezó a considerar su regreso junto a su esposa, Laena. Laena ni siquiera se había presentado en la Fortaleza Roja, posiblemente ofendida porque su omega se había marchado con su hijo sin consultarle.
Viserys jugaba con el pequeño Aegon III, fingiendo pellizcarle la nariz con un cariño que hacía sonreír al niño. “Lo digo y lo repetiré: este niño es la copia exacta de nuestra madre,” comentó Viserys con un tono nostálgico, dirigiéndose a Daemon.
“Es evidente su parecido, Majestad,” añadió Otto Hightower, observando al pequeño antes de dirigir su mirada hacia Daemon. “También se parece a la princesa Rhaenyra.”
Daemon sintió poco de rabia al escuchar el comentario de Otto, pero la ocultó tras una sonrisa sarcástica. “Ya te habías tardado, Otto,” respondió con tono irónico.
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Los omegas de Rhaenyra [Daemyra + Rhaenicent + Rhaegon]
RandomCuando tenía quince años, aún no había manifestado mi género, y en un mundo donde solo un alfa podía ser el heredero al Trono de Hierro, esto planteaba un desafío. Sin embargo, mi padre, Viserys Targaryen, un alfa dominante, rompió años de tradición...