Capítulo 9: Decisiones

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Rhaenyra:

"¡Vamos, levántese!" El grito de Sir Criston resonó en el aire, perforando la tranquilidad de la mañana. Criston no era el caballero tonto que, según mis planes, sería fácil de manejar.

"¡Aún está en el suelo!" Continuó, su tono lleno de desdén. Criston cayó de espaldas a mi lado, el impacto levantando una nube de polvo del suelo de tierra del campo de entrenamiento. La suciedad se adhería a mi piel, dándome un aspecto desagradable y manchando mi ropa y cabello siempre limpios.

Había pasado apenas un mes desde que había comenzado los entrenamientos con Sir Criston. No dominaba del todo la espada, ese había sido el primer desafío. Las lecciones comenzaron con los ataques básicos, los movimientos simples y directos que forman la base de cualquier estilo de lucha. Pero una vez que los dominé, Criston comenzó con el verdadero entrenamiento, un régimen duro y cruel que me llevó al límite.

"Solo un poco más y le prometo que la dejará descansar" . Su voz era compasiva, un contraste con la dura realidad de la espada que blandía con tanta habilidad.

"En cuanto termine, dormiré", suspiré, necesitaba descanso, pero era necesario esforzarme . Me repuse, sintiendo el peso familiar de la espada en mis manos.

Lancé el primer golpe, poniendo todo mi peso detrás de la espada. Pero Sir Criston, con su experiencia, evadió mi ataque con una facilidad que me dejó boquiabierta. Su espada se movía como una extensión de su brazo, desviando mi golpe con un movimiento fluido.

No me desanimé, reuniendo mi fuerza para un segundo ataque. Esta vez, puse más fuerza en mi golpe, impulsada por las ganas de ganar. Pero Criston estaba preparado. Con un movimiento rápido, su espada chocó con la mía, la fuerza del impacto me hizo soltar mi espada, que cayó al suelo con un ruido sordo.

"Bien hecho, princesa," Sus ojos se encontraron con los míos, y por un momento, el mundo pareció detenerse.

Pero la mirada de Criston se desvió, y supe que no estábamos solos.

"Daemon, buenos días," dije, despidiéndome de Criston con una mirada antes de dirigirme a Daemon. "¿Me viste? ¿Viste todo?" Le sonreí, y él me devolvió la sonrisa de una manera que hizo que mi corazón se acelerara. Su mano se levantó para apartar los mechones de cabello de mi cara, una caricia suave que me hizo estremecer.

"Estuviste bien," dijo Daemon,con orgullo en su voz. Continuó acomodando mi ropa, sacudiendo el polvo de la batalla. "Algún día, tal vez podamos pelear juntos."

Daemon comenzó a caminar, alejándose del campo de entrenamiento. Me miró por encima del hombro, una invitación silenciosa para seguirlo. Sin dudarlo, lo seguí, dejando atrás a Criston y el campo de entrenamiento.

Últimamente, Daemon y yo nos encontrábamos en lugares apartados.

Estar con Daemon era como sumergirse en un océano de liberación y confort. A su lado, sentía que podía ser completamente yo misma, sin restricciones ni expectativas impuestas por el mundo que me rodeaba. Era como si todas las presiones y responsabilidades desaparecieran, dejándome libre para explorar y descubrir.

Lo que más me reconfortaba era que Daemon no esperaba nada de mí.

Nunca hablábamos del trono o de temas políticos cuando estábamos juntos. En cambio, nuestras conversaciones se centraban en los momentos presentes, en nuestras pasiones, en nuestros gustos y en las pequeñas cosas que nos hacían felices.

Hablábamos de libros y música, pero también me fascinaba escuchar a Daemon mientras compartía sus experiencias de viaje con Carrax y las batallas que había ganado.

Los omegas de Rhaenyra [Daemyra + Rhaenicent + Rhaegon]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora