capítulo 14: Planes

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14.

En los cielos surcaban dos dragones, Caraxes y Vhagar, junto con sus jinetes que se divertían volando con una gracia imponente. Daemon Targaryen se aferraba a las cuerdas de Caraxes, su dragón de color rojo sangre, mientras sostenía con protección a su pequeño hijo. Aegon, con sus ojos brillantes y una sonrisa de pura alegría, extendía los brazos como si quisiera volar por sí mismo. Caraxes, sintiendo la presencia del niño, volaba más suavemente de lo habitual, como si entendiera la importancia de su pequeño pasajero.

Al lado de ellos, Laena Velaryon reía con una felicidad desbordante mientras realizaba giros impresionantes en Vhagar. A pesar de su avanzada edad, Vhagar respondía a los comandos de Laena con una agilidad sorprendente, mostrando aún la majestuosidad que la había convertido en uno de los dragones más temidos y respetados. Laena, con su cabello plateado ondeando al viento, parecía una reina celestial dominando los cielos. Sus risas resonaban con la melodía del viento, creando un ambiente de pura dicha y libertad.

Después de años de guerra, finalmente Daemon y Laena se permitieron descansar y disfrutar de momentos de paz, viajando a todos lados con su hijo Aegon. Cada vuelo era una nueva aventura, un respiro necesario después de tanto conflicto. "Algún día tú volarás en Borrasca, hijo mío," dijo Daemon mientras aterrizaban. Estaba cansado, y seguramente su hijo también lo estaría, pero la felicidad en sus rostros lo compensaba todo.

Aegon III Velaryon era el niño protegido de sus padres, quienes estaban al pendiente de él en todo momento. En Pentos, se habían instalado en la mansión de Reggio Haratis, el cual había llenado de regalos al pequeño niño, llamándolo "Mi príncipe". Daemon, sin embargo, era cauto; sabía que la amabilidad de Reggio no era desinteresada, sospechando siempre que había intenciones ocultas detrás de cada gesto.

"Prepáralo para la cena y que esté bien vestido," ordenó Daemon a la niñera de su confianza. Su voz, aunque firme, mostraba un toque de ternura cuando se trataba de su hijo. Daemon era celoso y protector con Aegon; no dejaba que cualquier persona se acercara a él sin antes pasar por su escrutinio. Observaba cada detalle, analizaba cada movimiento y ponía a prueba a todos aquellos que querían estar cerca de su hijo. Solo cuando todo estaba como él quería, permitía que esas personas se acercaran a Aegon.

Daemon, con su mirada aguda y su mente siempre alerta, se aseguraba de que Aegon estuviera rodeado de personas de confianza. No permitía errores cuando se trataba de la seguridad y el bienestar de su hijo. Cada día, revisaba personalmente la comida de Aegon, eligiendo ingredientes frescos y nutritivos. Se aseguraba de que las vestimentas de su hijo fueran cómodas y adecuadas para cada ocasión, y supervisaba su futura educación, eligiendo solo a los mejores maestros.

Daemon se recostó en la cama, sintiendo el suave peso del día desvanecerse. Laena se acercó a él lentamente y se sentó a su lado, sus movimientos llenos de una gracia natural. Daemon suspiró con tranquilidad; podría decirse que tenía la vida que siempre había deseado: un hijo maravilloso y una alfa como Laena. Se sentía completo...

"Iré a prepararme para la cena," dijo Laena con una sonrisa mientras comenzaba a levantarse. Daemon la miró y, con un movimiento rápido, la jaló suavemente para que se recostara a su lado.

"¿Sucede algo?" preguntó Daemon de forma cariñosa, aún sintiendo la euforia del vuelo junto a su hijo en su corazón. Laena miró fijamente a los ojos de su omega, una conexión profunda e inquebrantable entre ellos.

Ella acarició el rostro de Daemon, sus dedos deslizándose suavemente por su piel, antes de volver a sentarse. La tensión en su rostro era palpable. "Rhaenyra..." dijo Laena finalmente. Ese nombre hizo que la sonrisa de Daemon se desvaneciera instantáneamente. No le gustaba pensar en ella ni hablar de ella; los recuerdos eran demasiado dolorosos y complicados.

Los omegas de Rhaenyra [Daemyra + Rhaenicent + Rhaegon]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora