capítulo 25: Cruel

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Daemon entró por las puertas del consejo con la cabeza en alto, observando a cada una de las serpientes que se aprovechaban de la debilidad de su hermano, dirigiendo el reino según su conveniencia. En especial, su desprecio iba dirigido a la mayor de las serpientes, la que manchaba la sangre noble de los Targaryen: Alicent Hightower. Todos la llamaban reina, la mujer piadosa, pero Daemon sabía que esa omega no era diferente de las que trabajaban en la Calle de la Seda.

Con su armadura resonando y la capa ondeando detrás, Daemon llegó al centro de la sala. Azotó su casco contra la mesa y se apoyó en la silla, su armadura negra brillando entre todos los presentes. Sonrió al ver la expresión en el rostro de Otto Hightower, quien había estado tranquilo los últimos años, disfrutando de su poder con su hija como reina y sus nietos como príncipes.

"Príncipe Daemon... ¿qué novedades nos traes?" Preguntó Alicent, mirándolo con desdén y frialdad. No lo quería allí, en su mesa, en su consejo.

Daemon sonrió de lado, su expresión burlona. "He encontrado a varios de los mercenarios que participaron en el ataque... Maté a algunos, pero ninguno me ha dicho todavía dónde está Sylver Danys", respondió con un tono sombrío.

Alicent lo miró sin pestañear, y Daemon continuó. "Empecé en las tabernas más sucias de las ciudades libres, donde el oro abre muchas bocas, pero encontré pocos resultados. Así que decidí cambiar de método." Daemon se inclinó hacia delante, su mirada fija en Otto, sabiendo que lo incomodaría. "Capturé a uno de sus antiguos capitanes en Volantis. No fue difícil... Un poco de oro, y un par de dedos rotos hicieron el trabajo. No le saqué mucho al principio, solo los nombres de algunos compañeros."

"Después encontré a otro en Lys, escondido en una casa de placer. Lo arrastré fuera, encadenado como un perro. Le ofrecí fuego de dragón, pero resultó ser más resistente de lo que esperaba. No fue el fuego lo que lo hizo hablar, sino el cuchillo que usé para marcar su piel, una herida tras otra... Al final, me dio pistas suficientes."

Daemon sonrió con malicia. "Los he cazado uno por uno, y aunque nadie me ha dicho dónde está Sylver Danys, pronto lo encontraré."

Los miembros del consejo lo miraban con temor, pero Daemon no apartaba la vista de Alicent, disfrutando del hecho de que había traído el caos a su ordenada corte.

Jasper Wylde, el Consejero de Edictos, fue el primero en romper el silencio. "Príncipe Daemon," dijo con su tono mesurado, "aunque su preocupación es digna de reconocimiento, la violencia y el caos que está desatando podrían traer conflictos innecesarios. Cazar a esos mercenarios de esa manera podría tener consecuencias impredecibles para el reino."

Daemon lo miró con frialdad. "Las consecuencias serán para quienes se interpongan en mi camino. No me interesa un reino gobernado por cobardes. ¿No es el deber de un Targaryen asegurarse de que la justicia se cumpla? Lo hago por mi hermano... y por Rhaenyra."

Ser Criston Cole, el Lord Comandante de la Guardia Real, se inclinó hacia adelante. "Entiendo que la princesa Rhaenyra ha sufrido una gran pérdida, pero deberíamos confiar en las instituciones del reino para buscar justicia. Actuar por cuenta propia debilitará la confianza del pueblo en la corona. Yo mismo estoy buscando a los asesinos de Harwin Strong."

Criston lanzó una mirada rápida a Alicent, que le devolvió la mirada.

Daemon sonrió, pero sin calidez. "¿Las instituciones? ¿Este consejo, que ha permitido que mi hermano sea manipulado por buitres que se sientan aquí? No, Criston. No confío en eso. Y menos en usted."

Lord Lyman Beesbury, el anciano Consejero de la Moneda, carraspeó antes de hablar. "Ah, sí, el costo... Debemos considerar el impacto financiero de sus... búsquedas. El oro fluye libremente en estas investigaciones. No podemos permitir que el tesoro del reino se dilapide en venganzas personales."

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⏰ Última actualización: Oct 27 ⏰

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Los omegas de Rhaenyra [Daemyra + Rhaenicent + Rhaegon]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora